Ante el altar de Dios
No habían lágrimas en el rostro de Ana ni tampoco en el rostro de Elcana, su hijo Samuel debía percibir aquel momento como una fiesta, el destino para el cuál había nacido.
Desde que Ana lo dio a luz cada día agradecía al Señor por él y cada día le hablaba de su propósito -- Hijo mío, naciste como corona de misericordia para mí y como regalo para el Señor. Tu vida está destinada a su servicio en el templo, haz nacido para darle gloria y bendecir su nombre.
Ana sembró en el corazón de su hijo fe y devoción por el Señor y dejó que Dios mismo enamorara el alma de Samuel y éste siendo tan pequeño deseaba ir al templo y conocer a su Señor. Para su esposo Elcana, lo que había hecho Ana era memorable y su amor por ella creció aún más.
No podía sentirse más orgulloso de su mujer, había deseado tanto un hijo, había orado al Señor de los ejércitos tanto por él y una vez concedido el milagro, lo ofreció como ofrenda ante el altar de Dios.
-- Ana es una mujer valiente y tal como lo pensé la primera vez que la oí cantar ¡Te ama Señor con toda su alma! -- No puedo más mi Señor que darte gracias y bendecir tu nombre al verla aquí en Silo con nuestro hijo
--¡Gracias Señor por darnos a Samuel que sé que será un siervo fiel para ti! -- Elcana entregaba a su hijo en el altar de Dios y dejaba con gozo algo de su propia sangre en ese altar.
Una vez adoraron al Señor y presentaron sus ofrendas era hora de hablar con el sacerdote Eli.
Ana lo vio de lejos, parecía estar meditando o durmiendo en una silla, como aquella vez que derramó su alma ante el Señor. Ana vino caminando hacía él con su pequeño Samuel. Su pacto era con Dios y en sus manos pondría a su hijo, estaba segura que Dios cuidaria de su pequeño Samuel.
-- Señor mío -- Saludo Ana despertando a Eli. Éste la miró y aún aturdido le preguntó: ¿Quién eres y qué deseas?
Y ella le dijo: ¡Oh, Señor mío! Vive tu alma, Señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová -- Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí -- Yo, pues, lo dedico también a Jehová.
-- ¿Estás de acuerdo en esto? -- Preguntó el sacerdote Eli a Elcana. El niño era muy pequeño y significaba mucha responsabilidad para el viejo sacerdote, y no podía tomarla sin estar seguro que ambos padres lo daban para el servicio al templo en mutuo consentimiento.
-- Ambos los ponemos a los pies del Señor y estamos en comunión con el deseo de que nuestro hijo sirva al Señor -- Las palabras de Elcana no dejaban duda. El pequeño se quedaría en el templo y él debía ser su tutor.
-- Bien, ya que lo han convenido y así lo han dispuesto en sus corazones, ¡sea bienvenido el niño para la gloria del Señor! -- Y levantándose de su silla dijo a Samuel: ¿Cómo te llamas hijo?
-- Samuel señor y he venido a servir al Señor de los ejércitos y a usted siervo de Dios -- Al oir al pequeño llamarle siervo del Señor y tratarlo con tanto respeto Eli sonrió y le contestó: ¡Has dicho bien Samuel! De ahora en adelante vivirás conmigo.
-- Tomando las cosas que traían sus padres para el niño y al pequeño Samuel de la mano, bendijo a Ana: ¡El Señor conceda por este niño que tengas más hijos e hijas y que tu vientre sea fértil y bendecido por el Señor!
Las palabras del sacerdote alegraron a Ana y su esposo Elcana tomandola de sus hombros le dijo: Adoremos al Señor y dejemos que nuestro hijo tome su lugar en el templo.
Abrazando y besando a su hijo Ana le prometió: Vendré a verte cada año y te traeré un traje nuevo y con él todo mi amor hijo mío.
Elcana inclinandose bendijo a Samuel y le dijo: Cada día mi pequeño elevare oraciones al Dios de la vida por ti -- Honra su nombre y sírvele con todo tu corazón Samuel, al igual que al sacerdote Eli siervo del Señor.
-- ¡Así lo haré papá! -- Despidiéndose de sus padres un tranquilo y pequeño niño se marchó de la mano con el sacerdote Eli.
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Ana la esposa joven
SpiritualitéUna vida llena de ilusiones y enamorada de un hombre bueno se vio truncada por un sueño que no podía realizarse. Pero una oración regada con muchas lágrimas ante Dios, cambio su historia.