Me visito el Señor

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Me visitó el Señor

Ana reía feliz al ver el rostro de su segundo hijo, no podía creer que tuviera en sus brazos a un pequeñito ser de nuevo y que el Señor le permitiera ser madre otra vez, estaba tan contenta que su alegría se dejaba sentir por toda la casa.

-- Hola señora Ana, puedo tocar al niño -- Dijo una jovencita

-- Por supuesto Hadassa, él es tu hermano, hijo de tu padre, por lo tanto este pequeño es de tu misma sangre -- Tomalo en tus brazos Hadassa y bendice a tu hermano.

-- La hija de Penina sintió curiosidad por el hijo de Ana y estando en edad de ser prometida en matrimonio Hadassa admiraba la forma tan dulce de ser de Ana y como la amaba su padre y en su corazón deseaba algo así para ella.

Con su pequeño hermanito en sus brazos Hadassa sonreía feliz y para Ana esa era la señal del final de las guerras entre Penina y ella -- Dios ponía paz y ella se abría a la reconciliación.

Después de un año y de que su pequeño ya caminara un nuevo bebé se gestó en su vientre y todos en la casa celebraban la noticia -- Nueve meses después la señora Ana daba a luz otro varón y las hijas de Penina la ayudaban.

Penina se halló sin armas para seguir peleando y dando espacio al arrepentimiento tomo partido con sus hijas en el cuidado de los hijos de Ana. Su reaccion trajo paz a la casa de Elcana, sus dos mujeres vivían en paz y sus hijos compartían como una sola familia.

El hecho de que Ana cumpliera su promesa al Señor trajo mucha bendición a su marido. Sus tierras eran muy prósperas y su casa estaba llena de fruto y comida -- Nada les faltaba y mucho menos ahora que Ana era como vid llena de fruto.

El sabor de su amor era aún más dulce para su marido y Elcana no podía sentirse más feliz.

Penina ya no envidiaba el amor de su marido ni le causaba contienda o riña, estaba tranquila y dispuesta. Como varón cumplía con su mujer pero en su corazón su amor era para Ana.

Cada año una nueva dicha se sumaba a su casa, un nuevo hijo adornaba a Ana y mientras Samuel crecía bajo el calor y cuidado del Señor, Ana se llenaba de hijos e hijas y unidos a su alrededor sumaban cinco y su corazón no podía estar más agradecido con el Señor.

La vida de Ana había cambiado por completo como lo había hecho su oración. Ya no había queja ni reproches al Señor, desde que decidió confiar ciegamente en él su corazón empezó a dejar atrás el resentimiento y la queja y mirando al Señor espero en él su milagro.

Confío en la palabra del sacerdote Eli, como la palabra enviada para ella y al recibirla en su corazón hubo paz y eso la ayudó a creer y a vivir sin tanta congoja.

Año tras año aprendía del amor de Dios y su clamor por su hijo Samuel se fortalecia al verlo crecer año tras año más fuerte y enamorado del Señor.

El alma de Samuel fue cautivada por Dios y su ofrenda ante el altar del Señor de los ejércitos en fidelidad al entregar a Samuel se multiplicó en su vientre y en su vida en amor y paz, en prosperidad y perdón.

Ya no hubo disputas entre las mujeres de Elcana ni entre sus hijos, eran una familia temerosa de Dios.

Una decisión correcta cambio el presente y el futuro de una nación.

Una oración correcta cambio el presente y el futuro de una mujer y de una familia.

Elcana siempre amo a Ana y hasta sus últimos días su corazón le pertenecio a la bella jovencita que cantaba alabanzas a su Dios.

Fin

Nota de la autora

Les agradezco me permitieran compartir esta historia de fe, a sido un placer hacerla y una bendición para mi alma. La historia de Ana tiene mucho que enseñarnos como personas como creyentes y como mujer .

Bendiciones a todos 🤗

Ana la esposa jovenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora