El esperado

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El esperado

Penina había luchado por todos los medios para alejar a Ana de su esposo y año tras año sus esfuerzos sólo lograban enfurecer o entristecer a Ana.  Por un momento creyó ganar la batalla y que Ana por fin se rendiria.

Pero en lugar de eso, Ana lucia  más feliz que nunca y su belleza natural irradiaba alegría.

El Dios del que siempre le habló Penina era lo contrario en el corazón  de Ana, no era castigador ni inmisericode, no se había olvidado de su dolor ni de sus lágrimas.

Era un Dios que había visto las humillaciones y las burlas que había  sufrido Ana y  le había cambiado su corazón para recibir su milagro en Silo.

Antes de saberse embarazada Ana alababa a Dios con gozo y alegría, su fe daba gracias y bendecia al Señor.  Había cántico de nuevo en  su boca y cada día le recordaba más a Elcana porque se había enamorado de ella.

Cada día que su vientre crecía su marido la cuidaba como a su mayor tesoro. En la casa todos preparaban platillos para que la esposa de su señor estuviera bien alimentada y el bebé viniera sano y fuerte a este mundo.  Todos deseaban que fuera niño, más Ana estaba segura de eso en su corazón.

-- Amado esposo, deseo que nuestro hijo se llame Samuel, porque se lo pedí al Señor y él me lo concedió -- Le pidió Ana una tarde mientras descansaba a su lado acariciando el vientre de su esposa.

-- Como tú lo quieras Ana, para mi nuestro milagro será un príncipe entre mis otros hijos -- Le decía muy contento Elcana

-- Amado mío, este niño no crecerá entre tus otros hijos -- Dijo Ana

-- ¡No comprendo! ¿Porqué no?  -- La mirada de Elcana era confusa, lo que acaba de decirle Ana era algo  incomprensible para él

-- Elcana amado esposo  -- Yo pacte con el Señor que si me daba un hijo varón se lo consagraria a él y después de destetarlo, ¡lo llevaré al templo! Y vivirá allí para siempre

-- Ana lo decía sin sentir pena, estaba agradecida con Dios por darle la oportunidad de sentirse madre y de dar a luz un hijo a su esposo y aunque debía entregarlo al Señor de vuelta para su servicio, no existía  más honra que esa para una familia que adoraba al Dios de Israel.

Consternado y algo dolido le  contestó Elcana -- ¡Hágase como has prometido al Señor!

Después de saber la decisión de su esposa, Elcana estaba más seguro de que Ana daria a luz un varón y que se llamaría Samuel.  Cada vez que tenía oportunidad acercaba su rostro al vientre de Ana y le decía a su hijo: Dios te a llamado para cosas grandes hijo mío Samuel.

Ana sonreía y acariciaba el rostro de su esposo agradecida.  Hasta que una tarde lo esperado sucedió.

Ana dió a luz a su hijo y tal como lo desearon todos vino sano y fuerte y hermoso según Ana, al igual que su padre. Feliz Elcana lo tomó en sus brazos y lo bendijo y después lo puso en los brazos de su madre.

Mientras el pequeño Samuel crecía sus padres lo rodeaban de besos y cariño y el padre de Elcana agradecido con el Señor venía a menudo a pasar tiempo con el pequeño milagro.

Penina y sus hijos  se mantenían lejos del pequeño Samuel.

Era hora de subir y presentar ofrenda ante el Señor, pero Ana y Samuel no subirían con ellos, Samuel era muy pequeño aún y en el fondo Elcana aún no deseaba decirle adiós a su pequeño hijo.

Pero al pasar los años y Ana haber destetado a Samuel, era hora de llevarlo al templo.  Su corazón partió con su esposo entre pena y alegría.

Llevaban consigo tres becerros, un efa de harina y una vasija de vino y en su corazón la mayor ofrenda que podían presentar ante su Dios  -- A su hijo Samuel.

Ana la esposa jovenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora