Capítulo 13

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Tamara

Hace unos días quería un cambio en mi vida, algo que la moviera un poco y la sacara de su rutina habitual, pero jamás pensé que eso se convertiría en dejar ir a mi hermana menor. Me entristecen los cambios así, aquellos que hacen dejar algo que amas atrás. Es algo injusto, porque nadie nos prepara para momentos así, de incertidumbre y en los que no sé ni qué decir ni qué hacer. No podía dejar de pensar en que no hice nada para que M se quedara en casa. No le rogué nunca, no le lloré a papá, no peleé lo suficiente...y tal vez debí haberlo hecho.

Después de la noche de bowling, fue como si todos nos entristeciéramos al mismo tiempo. La semana ha sido una pesadilla. Papá ha estado más callado de lo normal, no ponía música ni hablaba en los caminos hacia la universidad, ha trabajado más que nunca, a penas habla con Lorena, creo que ni siquiera ha estado comiendo como antes. Miranda sólo se ha encargado de ir al colegio, a sus entrenamientos de vóley y regresaba a terminar de empacar sus cosas. Jamás pensé que este momento llegaría...y duele. Duele muchísimo.

Me levanté levemente y reí un poco al ver a mi papá en una pequeña esquina. El pobre debe haber dormido pésimo. Escuché un quejido de parte de Daniela y abrió los ojos. Tanto ella como yo no dijimos nada. Ambas sabíamos que este era el último día de Miranda viviendo con nosotros. Sabía que volvería todos los viernes en la tarde para quedarse hasta el domingo, pero no sería lo mismo. Ya no nos alistaríamos juntas para ir a estudiar, ya no la vería cada mañana antes de ir a un examen o partido de vóley importante. Todos a mi alrededor me habían dicho que nada iba a cambiar entre nosotras, pero estaba segura que nuestra relación si iba a cambiar. Iba a encontrar consuelo y consejos en sus amigas antes que en mí. Mi papel de hermana mayor me lo iban a robar. Había esperado este momento en el que ella creciera, para poder ayudarla a pasar por los momentos que yo también pasé. Como la primera regla, el primer novio, la primera cita, una pelea con sus amigas...lo que fuera. A pesar de no gustarme el contacto físico a montones, la quería. Quería a mi hermana.

Molesta, me levanté de la cama y salí del cuarto. Bajé las escaleras y Daniela me siguió. Entramos en la cocina y Marina también tenía cara de querer acabar con esta injusticia.

—¿Qué desean desayunar mis princesas? —trató de disimular lo que estaba sintiendo con una gran sonrisa, pero a mí no podía engañarme.

—Quiero los panqueques de papá —dijo Daniela cruzándose de brazos sobre la silla.

—Pero tu papá sigue durmiendo, ¿lo vas a esperar?

—Lo voy a levantar.

Daniela salió corriendo escaleras arriba y pensé en detenerla para que dejara dormir un poco más a papá, pero seguro su alarma estaba por sonar. Tenía que llevar a Miranda a la casa de Carolina y asegurarse de que iba a estar bien en su nuevo hogar.

Me senté en la mesa del comedor y el silencio era desesperante. Parecía que le hacíamos luto a alguien y pensé que tal vez estábamos exagerando un montón, pero yo estaba triste y preocupada. ¿Cómo nos encargaríamos de que Miranda cumpliría con su dieta a la perfección? ¿Quién la ayudaría a practicar sus pases de vóley a parte de papá y yo? ¿Su mamá haría todo eso con ella?

Me levanté de la silla y papá justo bajaba las escaleras con Daniela.

—¿Quieres panqueques, campanita? —negué con la cabeza ante la propuesta de papá.

—Estaré en mi cuarto —suspiré—. Avísame cuando Miranda esté por irse, para despedirme.

Él asintió con la cabeza y yo subí las escaleras hacia mi cuarto. Cerré la puerta con llave cuando llegué, para que nadie entrara.

Una vida sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora