Capítulo 14

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Lorena

Anoche antes de irme a dormir entré al correo de Evan sólo para ver qué era lo que me esperaba hoy. Al ver que tenía más de cincuenta correos que responder, le escribí diciéndole que llegaría más temprano de lo normal. No quiero llegar tarde a mi trabajo de la noche, por lo tanto, no puedo sobrepasarme de las cinco de la tarde quedándome en casa de mi jefe. Cómo era de esperarse, no me respondió el mensaje. Así que aquí estoy. Afuera de su enorme casa, sin que nadie me abra la puerta.

Empiezo a creer que está aceptando trabajos a lo loco sólo por no pensar en Miranda. Durante toda la semana pasada apenas tocaba su comida, no hablaba, parecía un completo zombi de nuevo, era angustiante. Incluso, me quitó el habla a mí. ¡Yo que no hice nada! O espero no haberlo hecho. A penas pude dormir en toda la semana, pensando en que llegaría y me despediría. Por eso, estoy tratando de hacer muchísimo mejor mi trabajo, aunque me está costando, ya que termino muy cansada por el bar de la noche.

Toqué una vez más el timbre y a los segundos Tamara me abrió.

—Buenos días, T —sonreí y ella seguía con los ojos un poco cerrados.

—Pasa, papá sigue durmiendo.

Ya me había dado cuenta.

Pasé a la casa y ella cerró la puerta. Miré la hora en mi reloj y alcé una ceja al ver que eran las siete y media. Evan ya debería estar despierto. Dejé mi mochila en la silla del comedor y caminé hacia la cocina. No encontré a Marina por ningún lado y eso me extrañó aún más.

—¿Café? —preguntó T.

—Si, gracias —me senté en una de las sillas del bar—. ¿Dónde está Marina?

—Necesitaba volver a su casa para ver a su familia, así que papá le dio una semana libre —rio y sacó dos tasas del cajón—. Se volvió loco, no tiene ni idea de lo que hizo.

Daniela apareció a los segundos en la puerta de la cocina y nos miró con un gesto de molestia.

—¿Ahora qué te pasa? —le preguntó T con un tono de cansancio.

—Papá sigue durmiendo, ya traté de levantarlo y no lo hace —se cruzó de brazos—. ¡No quiero llegar tarde al colegio!

Tamara dejó su taza con café sobre el bar y fue a coger de la mano a Daniela. Ambas subieron las escaleras y yo las seguí luego de coger mi mochila y la taza de mi café. Mientras subía las escaleras reí al ver como las dos salieron corriendo del cuarto de Evan y el apareció tras ellas empapado en agua.

Entré a mi oficina y aún podía escuchar sus risas. Yo también seguía riendo, a pesar de que no estaba ahí. A los segundos mi jefe apareció en mi puerta sin polo y me obligué a no reír más.

—Buenos días Lorovni —sonreí por el apodo mientras acomodaba el escritorio—. Veo que llegaste temprano.

Parecía de mejor humor y eso me alegró un poco. Se acercó a mí y me ayudó a mover el escritorio a un lado. Quería que la luz de la ventana cayera directamente a donde iba a estar trabajando durante todo el día.

—Anoche entré a su correo y casi me dio un infarto de ver todos los que tenía para responder.

Rio con la boca cerrada, por lo que parecía ser una risa sarcástica más que de gracia.

—Bueno, ahora tendrás más trabajo.

Ay no.

—Cancela todos mis pendientes de hoy —continuó—. Todos.

—E...está bien —fruncí el ceño por la sorpresa.

—Marina está de vacaciones esta semana así que puedes servirte todo lo que quieras de la cocina...volveré en unos minutos. Tengo que dejar a Daniela en el colegio.

Una vida sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora