Capítulo 41

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Michael

Terminé de ponerme el pijama y me eché en la cama. La casa era un santuario desde que Melanie se fue de viaje. Volvería esta noche, pero al menos me quedaban unas horas de paz. Hoy es un día importante. Quedé en ir a almorzar con Lucía, para planear ciertas cosas del futuro. Nuestro preciado futuro que imaginé y no le he dicho aún, pero que planeé a la perfección. No puedo esperar a que sea de noche y presentarle los papeles del divorcio a Melanie, para ser libre finalmente.

Sonreí y cogí el celular.

Busqué el contacto de Evan y comencé a llamarlo, pero no respondía. Intenté una vez más, pero nada. Fruncí el ceño. ¿Habrá tenido algún problema con Lorena cuando llegó a su casa? Me senté sobre la cama, poniendo los pies en el suelo y volví a llamarlo, dejó de timbrar y ahora me comunicaba como fuera de servicio o apagado. Me paré de la cama y entré a WhatsApp mientras caminaba de lado a lado. Por alguna razón tenía el corazón acelerado y sentía que comenzaba a sudar frío. Tal vez era que había estado en completo silencio durante todo el viaje de regreso a Lima. Estaba igual de triste como cuando se trata de Danica y me había sentido más que culpable. Su última conexión había sido a las ocho de la mañana. ¿Debería escribirle a Lorena?

La llamada entrante de Lucía me relajó un poco y respondí al instante.

—Lu, ¿pudiste hablar con Danica? Sobre qué pasó con Evan en la playa —no quise sonar desesperado.

—Si, de hecho...

—Me siento demasiado culpable —miré hacia el cielo, que estaba todo nublado y parecía que iba a llover—. Podemos ir a almorzar con él y con Danica, ¿no te parece? A ver si se siguen acercando...

—Michael, Evan tuvo un accidente.

Reí un poco y negué con la cabeza.

—¿Te dijo que hicieras esa broma? ¿Está contigo? —Lucía comenzó a llorar en la llamada y dejé de reír al instante—. ¿Lucía?

—Amor, lo siento tanto. Estamos en la clínica, Danica está con él, yo con Tamara. Ven, por favor.

—Lucía, ¿qué fue lo que pasó? —corrí hacia el armario y saqué la primera casaca que encontré, junto con un par de zapatillas.

—Te lo explico ahí, te envío la dirección por mensaje.

Estaba envuelta en un llanto que ni siquiera la dejaba hablar. Yo no podía ponerme así ahora. Evan me necesita. Tamara también. ¿Qué carajo hace Tamara con ellos?

Salí corriendo de la habitación y cogí las llaves del carro cuando llegué a la puerta principal. Me subí al auto lo más rápido que pude y comencé a manejar hacia la dirección que Lucía me había enviado. Sabía que algo había pasado. Podía sentirlo. Maldita sea, esto no puede estar pasando. ¿Qué tan grave sería?

Me tocaron el claxon cuando me pasé una luz roja y casi choco con otro auto, le pedí disculpas, aunque no pudiera escucharme. Tenía que ser rápido. No tengo ni idea qué es lo que pasó, pero Lucía no podía estar así solo por un rasguño. O es que comenzaba a sobre pensar y a sugestionarme de ideas irracionales. Evan está bien. Evan siempre lo está. Él es fuerte. Ha pasado por cosas peores, ¿no es así? No creo que sea para tanto.

Llegué a la clínica y había dos ambulancias estacionadas a las afueras. Sus luces estaban apagadas, por lo que supuse que ya no había nadie adentro. Estacioné en el primer lugar que encontré, sin importar que pudieran llevarse la camioneta. Me bajé de ella y corrí hacia dentro de la clínica. Los enfermeros corrían de un lado a otro, había niños llorando y entonces caí en cuenta que estaba en la emergencia de la clínica. Me acerqué a la recepción y una señorita me miró.

Una vida sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora