Capítulo 32

49 3 0
                                    

Tamara

Hoy se cumplía una semana desde que Lorena se mudó con nosotros y todos parecíamos habernos acostumbrado a la perfección. Los desayunos eran puras risas y bromas tontas, como siempre solían ser cuando sólo era papá. Ni siquiera me di cuenta que Lorena seguía trabajando para él, ahora solo parecía su novia, porque la trataba como tal. Parecía que por fin podía decir que papá había encontrado a su media naranja y yo a alguien con quien hablar y ver películas hasta tarde, en mantas y con canchita en mano. Nuestras pijamadas eran más grandes ahora y Daniela tenía a dos personas a quienes abrazar.

Me levanté de la cama y miré la hora en mi celular. Hoy es sábado, por lo que no tengo que ir a la universidad, pero si tengo muchos trabajos que avanzar. Ayer no pude ver a Max ni tampoco hablamos mucho. Ha estado más ocupado de lo normal esta semana, pero cuando podía llamarme, no dejaba de ser el mismo gracioso y cariñoso de siempre. A veces me daba una cosa rara en el cuerpo de pensar que mi lado frío había desaparecido un poquito y todo gracias a Max. Es que esa parte de mi en realidad no es propia. Es el escudo que creé para no confiar en las personas y que no me abandonaran, como suele suceder. Como hizo mamá.

—¡Buenos días! —gritó papá, entrando al cuarto y yo grité del susto. Comenzó a reírse de mí y se echó en mi cama, a mi lado.

Lo abracé antes de que él lo hiciera y me dio un beso en la cabeza.

—¿Cómo dormiste? —lo miré y sonreí.

—Bien, Pa.

—¿Cómo van las cosas con Max? —su tono de voz era de pura curiosidad.

—Ayer no pudimos vernos ni hablar como solemos hacerlo, pero estamos muy bien —miré hacia la ventana y me senté sobre la cama—. Me dijo que sus papás habían aceptado nuestra relación.

—¿Y cuándo te llevará a su casa? —dejé de sonreír como una tonta para mirarlo, alcé una ceja—. Si sus papás aceptan que estén juntos, supongo que querrán conocerte, ¿no?

—Eso se hacía antes, ya no —reí nerviosa, dejando de mirarlo. Max no había mencionado nada de eso.

—Pero si pareciera que sus papás son mejores amigos con los Picapiedra —rio para sí mismo y se levantó de la cama—. Tendrían que haberle pedido que te lleve a tomar el té o una de esas estupideces.

Me encogí de hombros y jugué con mis manos.

—Oye —alcé la mirada y se acercó a mí—. No me hagas caso, me meto donde no debo.

Asentí levemente con la cabeza, pero, ¿y sí tenía razón? Aunque me molestara, ¿por qué Max no me había invitado a conocer a sus papás?

—Papá —llamé su atención antes que saliera del cuarto, se detuvo y me miró—. Gracias.

Sonrió y esta vez sí salió del cuarto. Agarré mi celular al instante y entré al chat de Max en WhatsApp. "¿Qué planes hoy?" escribí. No tardó ni un minuto en responder. "Pensar en ti y estudiar matemática", sonreí con su respuesta, pero tenía que ir directo al grano y no desviarme en la conversación. "Necesito preguntarte algo", lo envié y esperé a que respondiera, pero esta vez se demoró más. Iba a escribir de nuevo cuando comenzó a llamarme.

—¿Qué es eso que me quieres preguntar? —sonaba alegre y juguetón, nada raro en él, pero yo no quería parecer tan seria en lo que iba a preguntarle.

—¿Puedo conocer a tus papás? —se quedó en silencio y la pregunta se repitió más de diez veces en mi mente, por lo que volví a hablar—. Digo, es que...como hablaste con ellos, quisiera presentarme, ¿sabes? Que no sea tan raro entre nosotros. Quiero conocerlos.

Una vida sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora