Capítulo 53

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Tamara

Traté de tranquilizarme luego de haber reído tanto. Max seguía cantando la canción a todo pulmón mientras me llevaba a casa, insistiendo a que cantara con él. No quería ni podía dejar de observarlo, tratando de hacerme entender que por fin habíamos comenzado una relación seria y que la cuenta de meses había comenzado. Eso no era lo más importante, sino pensar en todo el tiempo que tendríamos para pasar juntos. Quería disfrutar cada segundo, hasta sino estuviéramos haciendo nada o lo estuviéramos haciendo todo. Con él, nada de eso me interesaba, porque todo era importante.

—Está bien, dime tu canción favorita y así la cantamos juntos —rodé los ojos, aún riendo un poco.

—Seguro ni la conoces.

—¿Apostamos? —alzó la ceja en forma de desafío y supe que por ese camino no iría.

—Contigo jamás, sé que eres bueno en las apuestas.

—Eso o que no confías en ti —abrí la boca en sorpresa.

—Bueno, ¡apostamos! —sonrió, victorioso—. Si no te la sabes tendrás que comprarme lo que yo quiera.

—Ya... ¿y si me la sé? —el auto se detuvo y me miró, la luz del semáforo había cambiado a rojo.

—Si te la sabes, yo te compro lo que tú quieras —me crucé de brazos, evitando su mirada.

—Me encanta lo justa que eres —me dio un beso en la mejilla y no pude evitar sonreír, perdiendo toda la finta de desafío que me había creado—. Entonces, ¿cuál es la dichosa canción?

—Se llama birthday cake de Dylan Conrique —noté cómo buscó la canción en su aplicación y finalmente la puso, haciendo que comenzara a sonar por los parlantes—. No te rías porque es muy personal.

—Jamás me reiría —subió el volumen y comenzó a escuchar, arrancando nuevamente cuando la luz del semáforo se puso en verde.

La canción me recordaba a Danica. Al menos cuando aún no la conocía y tenía que aferrarme a lo que fuera que me hiciera sentir que podía imaginarla, saber qué es lo que me hubiese dicho en alguna ocasión, o darme una idea de cómo era, ya que papá no compartía eso conmigo. Ahora lo entiendo mucho mejor, porque pudieron explicarme qué es lo que había pasado. Papá sólo estuvo tratando de olvidarla todo este tiempo, porque mi mamá lo dejó cuando aún la amaba, y ella también a él. Pensarlo así hacía que el enojo contra ambos se redujera a cero, pero estaba molesta con mis abuelos por haberle hecho eso a Danica. Me preguntaba y tenía algo de miedo que eso podría pasarnos a mí y a Max. Aún no se lo había compartido, pero sus papás parecían tener las mismas ideas torcidas que mis abuelos. ¿Ellos serían capaces de separarnos a propósito?

—Es por tu mamá, ¿verdad? —asentí con la cabeza cuando la canción terminó y los parlantes quedaron en silencio—. ¿Cómo es ella?

—Le gusta mucho el chocolate —rio y yo también—. Sé que es algo tonto, pero es en serio. Le gusta demasiado. Nunca había conocido a nadie que comiera tanto chocolate como ella. Al igual que las gomitas, que me sorprendió, porque...

—A ti te encantan las gomitas —sonreí cuando completó mi oración—. ¿Y qué más?

—Hace bromas tontas, que me dan risa de lo inocentes que son. Me pregunto cómo es que soportó a papá en su momento, porque él tiene un humor distinto —suspiré, mirando mis manos—. Me gusta cuando lo menciona, porque le sale una sonrisa diferente. Incluso si ves muy detenidamente puedes darte cuenta que los ojos le brillan. Papá no es así, papá habla de ella con tristeza. Me da miedo que nunca pueda perdonarla.

Una vida sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora