Capítulo 25

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Lorena

Tiré la hoja de papel arrugado al pequeño tacho debajo de mi escritorio y suspiré, casi desparramándome sobre mi silla. Evan había vuelto a aceptar sesiones de fotos, eventos e incluso entrevistas, que las odia, en cantidad.

A penas lo he visto.

Nos encontramos hace tres días, cuando él llegaba de haber grabado un comercial. Estaba con una modelo y sólo me agradeció por el día de trabajo y me avisó que me dejaría anotado para la mañana siguiente cosas para hacer. Intenté hablar con él sobre lo que había pasado el día del entrenamiento de Miranda, pero se zafó con la excusa de que tenía que practicar unos guiones con la chica pelinegra que había entrado a su casa antes. ¿Desde cuándo él sabía de actuación? Me pregunté.

Tamara pasó por el frente de mi puerta y miró de reojo. Al ver que estaba en mi lugar, me sonrió y entró a la oficina casi saltando. Al menos en los últimos días había tenido oportunidad de pasar tiempo con ella. Vimos películas, conversamos sobre su amorío con Max y nos reímos un montón. Me hizo olvidar de la estupidez que hice con su padre.

—¿Estás lista para la fiesta? —hizo un movimiento con sus hombros y reí—. A ver —se sentó en la silla frente a mí y me miró directamente a los ojos—. A mí no me engañas. ¿Qué fue lo que pasó entre papá y tú? Han estado actuando como dos desconocidos en la última semana.

Reí con nerviosismo y negué con la cabeza, cerrando las pestañas de Google que tenía abiertas.

—Bueno, como quieras —jugó en la silla, moviéndose de lado a lado—. Iré abajo a comer todos los bocaditos que pueda antes de que llegue Daniela y las bestias de sus amigos.

—Te alcanzo en un momento —asintió con la cabeza y se levantó de la silla.

Fue inevitable recordar aquel momento después de lo que T me preguntó.

—O sino quieres no —miré hacia la ventana, tratando de ocultar los nervios y las ganas que tenía de besarlo.

No, sí. Si quiero, es solo que...lo siento. Es que...

—Discúlpame tú —tomé aire—. Ha sido un día largo y es tarde. Es mejor que descanses.

No tuve la valentía de siquiera mirarlo a los ojos. Cuando pensé que diría algo más, arrancó el carro, creando una inmensa desilusión en mí. Quise llorar ahí mismo. Lo había arruinado todo, pero es que no podía ser tan egoísta. ¡No puedo serlo con mi familia lejos de mí! Ellos dependen de mí. No puedo decirles que perdí mi trabajo porque me enamoré de mi jefe. ¿Cómo podría?

A pesar de que intenté evitarlo todo el camino, sentí como me miraba, tratando de decir algo. Tuve que autocontrolarme lo más que pude para no hablar yo. Sabía que había pasado por un momento muy difícil con Miranda, pero tenía que ir en contra de lo que estaba sintiendo y dándole mi apoyo solo convertía todo en un anhelo que crecía cada día más.

Llegamos a su casa y a penas el auto se detuvo al completo, abrí la puerta para bajarme.

—Lorena —escuché su voz al mismo tiempo que el sonido del seguro del auto—. ¿Por qué me estás evitando? —ni siquiera podía mirarlo y él ya se había dado cuenta de lo que estaba haciendo, se acercó a mí y desvié la mirada al suelo, que estaba todo empapado—. ¿Quieres que te lleve a tu departamento?

Dios, Evan, no lo hagas más difícil.

—No. Sólo necesito subir por el cargador de mi celular que me lo olvidé y luego tomaré un taxi.

Una vida sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora