CAPÍTULO 1

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Un almacén abandonado en la periferia de Ciudad Paradiso se alzaba imponente pese a su claro estado. Algunos agujeros en el hormigón, la chapa de metal del techo agujereada y oxidada, palés y cajas de cartón con un proceso de putrefacción avanzado... pero el lugar seguía teniéndose en pie. Había dentro mucha actividad, que se llevaba a cabo de la forma más sigilosa y veloz posible. Hombres moviendo cajas, poniéndose trajes, preparando herramientas... Subiendo unas escaleras que había en el fondo del almacén, se llegaba a un cubículo de chapa metálica y madera donde había un escritorio que no estaba demasiado deteriorado y una silla de oficina agujereada. En la silla, y mirando por la única ventana de la oficina, había un lobo negro, que hacía repiquetear sus uñas en el reposabrazos de la silla. Se encontraba pensativo, calculando los detalles de su plan reciente. Pese a que miraba hacia afuera, su mente estaba en otro lado. En concreto, estaba en un parque junto a un lobo rubio, cuya cabeza estaba apoyada en su hombro.

-Jefe, todo está listo- uno de sus secuaces entró en la oficina, devolviendo a la realidad al lobo. El lobo asintió.

-¿Cuál es tu nombre?- preguntó el lobo, pillando desprevenido a su secuaz.

-Uh... Es Milo, jefe.

-Milo, ¿alguna vez estuviste enamorado?- preguntó el cánido, levantándose y girando para ver al guacamayo verde.

-Sí, jefe, sí que lo he estado- sonrió Milo-. Era una gatita preciosa.

-Je- el lobo empezó a caminar por su oficina, de un lado a otro, bajo la atenta mirada del guacamayo-. Yo también estuve enamorado. De hecho, sigo estándolo.

-Oh, creo haber escuchado la historia.

-Los rumores corren, por lo que veo- el lobo miró un segundo por la ventana mientras decía aquello, antes de proseguir andando-. Es de mi misma especie. Pelaje rubio, ojos azules, guapo... Quiere ser joyero.

-¿Por qué no sigue con él?- preguntó Milo, viendo como el lobo le miraba con una sonrisa un tanto afligida-. L-Lo siento, jefe.

-No, no te disculpes- rio el lobo-. Somos seres curiosos por naturaleza. Es normal hacerse preguntas. La razón es... que descubrió lo que soy. Pensé que le había dejado encantado, que no me rechazaría... Pero me equivoqué. Eso sí, no le dijo a nadie lo que soy. Estoy seguro de que puedo traerle de vuelta a mi lado.

-¿Imagino que querrá regalarle alguna joya que robemos?

-Sus favoritas. Él dijo que le gustaría hacer un collar con ellas.

-¿Las Lágrimas de Afrodita?- supuso el guacamayo, a lo que el lobo asintió-. Una pena, seguro que nuestros clientes pagarían millonadas por ellas. Pero lo que diga usted va a misa, jefe. Muchos hacemos locuras por amor, así que le entiendo.

-¿Sabes? Me pregunto cómo alguien tan avispado como tú no está en la universidad- dijo el lobo mientras reía con suavidad.

-Uno se cansa de obedecer las normas- respondió Milo.

-Pues hoy vas a romper unas cuantas.

-Mejor. Más divertido.

-Je, me caes bien, Milo. Veremos que tal te desenvuelves hoy.

-La hora se acerca- comentó el guacamayo, mirando el reloj de pared que había en la oficina.

-Sí, tienes razón- el lobo fue hasta la puerta-. Avisa al resto de que comenzamos la fiesta.

...

-... y esa es la historia del museo- terminó de explicar la profesora de Biología-. Ahora podéis ir y visitar el museo a vuestro gusto hasta la una y media. Recordad que el punto de encuentro es el aparcamiento B14 y también acordaros de rellenar las hojas de preguntas.

Aprhodite's TearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora