CAPÍTULO 3

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David se encontraba revisando toda la lista de la compra para que no le faltase de nada para la semana. Su nevera estaba bajo mínimos y su hermana le había traspasado el dinero para las compras del mes, así que debía aprovechar para, por el momento, rellenar su frigorífico para unos pocos días hasta que decidiera hacer una gran compra. Una vez estuvo toda revisada, tomó su cartera, móvil y llaves y salió de su casa. Tras bajar las escaleras y salir por el portal del edifico, fue recibido con un día soleado. Ningún lobo negro a la vista, lo cual le aliviaba. David comenzó a caminar con calma al supermercado más cercano, disfrutando del calor que hacía. Pese al pelaje, la temperatura se sentía ideal y le daban ganas de hacer algo más que no fuera la compra, quizá después de hacerla podría dar un paseo o ir a la librería más cercana para ver que se podía llevar para leer. Mientras estaba con sus pensamientos, vio a lo lejos a un joven que corría rápido en una dirección. David le reconoció, pues Eric era inconfundible con su pelo anaranjado, sus ojos verdes y sus pecas. Curioso por saber que sucedía, decidió correr para alcanzarle. No fue difícil hacerlo, ya que pese a estar corriendo Eric iba a un ritmo justo para no cansarse del esfuerzo.

-¡Eric!- exclamó el lobo rubio, una vez estuvo cerca de él. El humano se dio la vuelta y le vio.

-¿David?

-¿A dónde vas?- preguntó el lobo, poniéndose a su lado.

-Una emergencia con los chicos de TSY en su trabajo- respondió Eric.

-¿TSY?- al principio, David no lo entendió, pero poco a poco las ideas encajaron en su cabeza-. ¡Oh, The Sexy Youth!

-Quizá me venga bien tu ayuda- sonrió Eric-. Me temo que son un par con el que yo solo no podría.

-Encantado de ayudar- le respondió David con una sonrisa.

Ambos siguieron corriendo por unos minutos hasta que Eric fue el primero en parar en seco. Se encontraban en frente de una floristería de fachada verde, con algunas flores expuestas fuera con sus precios. No estaba demasiado lejos de la casa de David, aunque el lobo nunca había visto ese sitio antes. Nunca había criado una planta, pero al ver el sitio le entraban ganas. El humano fue el primero en entrar, seguido del lobo rubio.

-¡Os pagaremos, de verdad!- una súplica fue lo primero que escucharon al entrar.

En el fondo de la tienda había un mostrador. Detrás de este, estaban Vincent y César, mientras que a los lados de los antiguos clientes estaban Alberto, Andrés y Gabriel. Los cinco llevaban camisa blanca con unos pantalones beige y un delantal verde con el logotipo de la tienda. Los clientes eran un gato blanco y un gorrión común. El gato estaba inclinándose por encima del mostrador, apoyando su frente en el mismo.

-Ya os lo hemos dicho, dejamos esa vida atrás hace tiempo- Vincent era quien hablaba por todos. Ya había asumido hace mucho el papel de lider y de portavoz, y el zorro cumplía con diligencia en esos papeles-. No era una vida digna y, pese a que ganasemos mucho, no era un dinero limpio.

-¡S-Solo sería una vez!- exclamó el gorrión.

-Y después otra- suspiró Alberto-. Y después será otra más, y otra, y otra... Así hasta el infinito.

-Ya habéis oído- Eric irrumpió en la conversación-. O les dejáis o tendré que llamar a la policía.

-¡P-Pero...!

-Esto que hacéis es un delito y lo sabéis- les regañó Eric-. Podría denunciaros por el uso de servicios ilegales, a vosotros y a todos los clientes. Ellos tienen una lista con todos vuestros nombres.

Eric apuntó al consejo estudiantil, haciendo un arco con su brazo para señalarles a todos. El gato y el gorrión miraron a los cinco, inseguros y confusos.

Aprhodite's TearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora