EPÍLOGO

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Dos años después.

LILY

—Entras a la universidad en tres meses.

Me dice mamá con una emoción enorme, me voy a abrazarla sintiendo el más lindo de los sentimientos. Suspiro cuando me separo de ella dándole mi más sincera sonrisa.

—Gracias mami, te amo.

La tomo de las manos y nos las apretamos, nos damos el último abrazo del día ya que tiene que ir a hacer unas cuantas cosas con papá, la casa queda sola para mí.

Ambos salen de casa y cierran la puerta, el auto que tenemos ahora es más moderno y por lo tanto tiene mejor presentación y eso es algo que le agrada no solo a mí, sino a toda la familia.

Voy a mi habitación y no me niego el verme al espejo y ver el cómo he terminado de desarrollar, mi cintura es bastante pequeña, mis muslos son gruesos, tengo un poco de trasero y unos senos totalmente decentes. Mi cara ahora se ve más de ¿mujer? Se puede decir así ya que mis facciones son más atractivas, mi mandíbula está un poco más marcada y mis ojos verdes ahora intimidan como nunca.

He cambiado mucho a decir verdad y no solo hablo del físico.

Eso de cierta manera me hace feliz.

Ya que hace dos años exactamente tuve los dos golpes más fuertes de mi vida, el primero por el ser con el que estaba obsesionada y el segundo por el primer ser al que amé, destruyendo por completo mi alma, el amor que le podía dar a los demás, lo buena y sensible que era y también quitando el rastro de la niña estúpida que era.

Al verme al espejo siempre me repito eso, lo estúpida que fui, lo ilusa que fui, todo por los dos seres más hijos de puta que he conocido.

Thomas Adams y San Fisher.

Dos personas totalmente iguales o bueno no, Thomas es peor, porque por lo menos San siempre se mostró a cómo era y creo que eso de cierta manera hizo que me hiciera nuevamente cercana a él, porque es la persona perfecta para aprender a que no te destruyan más.

Y por eso es que ni siquiera me tomo el tiempo de ver de quién es el mensaje que acaba de llegar a mi celular, simplemente me doy media vuelta y le abro la puerta al ser con el cual comparto color de ojos. Los dos años que han pasado sólo lo han puesto mejor, más musculoso, creció un poco más y su cara está más masculina dándole ese aire perfecto de lo que siempre ha sido.

—Con el cabello lacio te ves...

—Cállate—. Lo tomo del cuello de la camisa atrayéndolo hacia mí, su respuesta es tomarme de la nuca con fuerza obligándome a verlo directo a los ojos.

—Cállame, Meinster.

Me le río en la cara ocasionando que me lleve a la pared, su mano recorre toda mi espalda hasta llegar a mi trasero obligándome a morder mi labio por las excitantes sensaciones.

— ¿Qué?

—Eres tan repugnante...

—Y siempre lo voy a ser porque no pienso hacer lo que a la gente le dé la gana—levanta una ceja ante mi confesión—, si no vas a darme nada lárgate de mi casa.

Me alza y llevo mis piernas a su alrededor poniéndolo entre mis piernas sintiendo su dureza.

— ¿Quieres que sexo? —Su mano se ubica en mi cuello ahora—, ¿es eso lo que quieres?

—Mis padres vuelven en unas horas, deja de desperdiciar el tiempo y deja de hacerme perderlo—le recorro el cuerpo con los ojos para luego volver a verlo con malicia—, porque me muero por estar contigo, me muero por...

—Hoy no—me interrumpe, se baja la cremallera del pantalón sacando la potencia que deseo saborear—, primero voy a disfrutar de este cuerpecito tuyo que apareció en los últimos dos años.

Ahora es cuando agradezco el tener una simple camisa y unas bragas, bragas que se van a un lado para luego sentir como me invade.

Fuerte, duro, deseoso.

«No como él, que fue todo lo contrario».

—San... por favor.

Pido entre jadeos, aferrándome a su cuello sintiendo las duras embestidas que me hacen sentir maravillas, tengo la vista nublada por el sudor y sólo soy capaz de escuchar sus fuertes gemidos y gruñidos haciendo que me excite más, desencadenando que sienta como me mojo más dándonos más de todo, a él porque sus embestidas son más precisas y a mí porque no siento nada más que no sea placer, ganas de más, quiero que me coja a como solo él sabe hacerlo.

—Lily... Uhm... —Gruñe en mi oído presionándome el cuello, mis gemidos salen combinados de una desesperación tan grande por llegar a mi punto máximo y agradezco que sus años de experiencia le ayuden a entenderlo.

— ¡Dios, sí!

Escucho como sus testículos chocan contra mi piel por lo rápido que me embiste haciendo que voltee los ojos presa de lo que deseaba con tanto dejar ir, siento como su esencia me calienta el interior y agradezco nuevamente el estar planificando.

Porque me gusta y disfruto más el sentir piel con piel.

—Nadie como yo, ¿me oyes? —habla en mi oído totalmente ido y le respondo con la cabeza para que se calle—podrás estar con todos, pero nadie te hará sentir a como lo hago yo.

Me río con ironía, no pienso tocar temas que me hagan salir del estado de relajación en el que estoy ni mucho menos desperdiciar las sensaciones que todavía siento por el orgasmo que me acaba de dar.

Aunque no puedo negar que es de los mejores con los que he estado, porque sería mentir, él sabe el roll que tiene a comparación de otros a los que simplemente utilizo para una noche o cualquier otra mierda parecida.

Unos me lo hacen bien, otros increíblemente mal al punto en el que tengo que fingir venirme y uno que otro que si sabe lo que hace.

«Pero no hay nadie como él Lily...»

—Cállate.

Abro inmediatamente mis ojos cuando me escucho decir esa palabra y veo como San me ve confundido. Siento como una mini lágrima se queda en la esquina de mi ojo y agradezco el que no se deslice. Le sonrío al ser que tengo al frente «que por cierto todavía no es capaz de controlar su respiración» con picardía ocasionando que se venga a mis labios con demencia y ganas.

Le correspondo sin poder evitar recordar las palabras que me dijo mi mente mencionando a Thomas Adams, porque él...

Él fue el primero...

El primero en tocarme bien, el primero que no me hizo experimentar el dolor y eso que fue en mi primera vez, el primero que me hizo mojarme como ningún otro, el primero en hacerme tener dos orgasmos, el primero...

El primero con el que sentí de verdad.

Y me come por dentro el pensar en lo que me hizo, en el pensar que no disfrutó a como yo lo hice por mi falta de experiencia, pero más me come el saber...


Que no sé qué fue de su vida, y de cierta manera me gustaría saberlo...

¿CÓMO APRENDÍ A VOLAR? Libro 1. ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora