La noche en el castillo

965 49 39
                                    

- Nami... ¿Te encuentras bien? Desde que subimos al barco pareces un poco pálida... -Comentaba el tirador, intentando acercarse para revisar a su amiga.

- Es verdad, ¿segura que no quieres descansar? Quizá por el cambio tan brusco de clima acabaste pescando un resfriado... -Secundó Vivi, acercándose a ella angustiada.

Nami quería responder, decir que todo estaba bajo control, pero por más que intentaba no conseguía hacer salir sus palabras, usaba todas sus fuerzas para mantener su pesada respiración, mientras trataba de hacer gestos con las manos a sus amigos, tratando de que se callen antes de que el resto de la tripulación se pusiera a interrogarla también.

- Yo... ah... y-yo... -Su vista empezaba a nublarse y sin darse cuenta estaba tambaleándose hacia atrás, un repentino agotamiento la abrumó, haciéndola cerrando sus parpados. Lo último que pudo percibir antes de caer en ese sueño profundo, fue que unas manos la sujetaron de los hombros justo antes de que sus piernas cedieran.

"Apenas tuvimos que librar una batalla a muerte en una isla de dinosaurios, guerreros gigantes y los agentes de Crocodile casi sin sufrir daño... ¿Y ahora me derrumba una estúpida fiebre? Que ridiculez..." Esas ideas rondaban la mente de Nami en sus momentos de consciencia entre un sueño y otro. Por momentos se sentía con la energía suficiente como para abrir los ojos, encontrándose con su habitación, siempre habitada por distintas personas.

A veces la despertaba el horrible escalofrío cuando ponían un paño húmedo sobre su frente, en otras la hacían sentarse en la cama mientras que alguien le daba de comer, pero estaba tan debilitada que ni siquiera podía recordar el rostro de la persona que tenía delante. Era horrible esa sensación, no podía dar palabras de aliento a sus compañeros para calmarlos, por más que trataba de relajarse y dormir, no parecía que su fiebre estuviera bajando y cada vez se sentía peor... ¿Qué le estaba sucediendo a su cuerpo?

- Está claro que lo que tiene no es una fiebre normal... Sea lo que sea que tenga Nami, ninguno de nosotros es capaz de tratarlo -Vivi se encontraba sentada en la mesa del comedor, rodeada por sus compañeros quienes la escuchaban con atención- La única manera de ayudarle es encontrar a un buen doctor, y el único lugar que conozco es el reino de Drum.

Ante las noticias, todos los presentes alegraron su decaído semblante, todos a excepción de Sanji, quien se encontraba con un aire serio, bajando la mirada y expulsando humo como una chimenea por el ritmo tan bestia que tenía al fumar sus cigarrillos.

- ¿Entonces sabes el camino hasta ese lugar Vivi? ¡Eso es... Cof cof! ¡Para ya con eso Sanji! -Reclamaba Usopp al lado suyo, usando su overol para cubrir su enorme nariz del humo.

- Perdón... Es solo que... Solo que... ¡NAAAAAAAMI!!! ¡¿Qué le está pasando a mi amada Usopp?! ¡¿Es tan cruel éste mar como para quitarme a mi dulce Nami así como así?! ¡No puedo soportarlo! -Su semblante serio se quebró al instante, dejando caer su cigarro para llorar a mares en el hombro de su tirador.

- ¡Oye idiota quita...! Ush... -Asqueado y avergonzado de la actitud de su amigo, Usopp se limitó a darle palmadas en la cabeza mientras aparta la mirada del rubio- Ya, ya... Encontraremos un médico que la atienda en ese lugar, ¿no Vivi?

- ¡S-sí! ¡Es verdad! -Respondió esta con una sonrisa forzada, tratando de que Sanji por fin recobre los ánimos, aunque en su rostro aún podía verse algo de angustia- Está a dos días de aquí, tendremos que desviarnos de nuestro rumbo pero... ¡Lo que más importa ahora es la vida de nuestra amiga!

Todos los presentes comprendieron el inmenso peso de las palabras de Vivi, desviarse del camino significaba posponer su llegada a su reino para avisar sobre la conspiración de Crocodile, valioso tiempo que podría salvar a su nación y a sus seres queridos de una guerra inútil... Y aún así, Vivi estaba dispuesta a arriesgarse con tal de salvar la vida de su navegante. Todos los hombres se levantaron (y luego de que Usopp fuera a lavarse el hombro), se dirigieron a la cubierta, ninguno podía dirigir el barco con el talento de la pelirroja, pero entre todos serían capaces de guiar al Merry hasta su próximo destino.

Por mi NamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora