Capítulo 14: Fall Down

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Amaneció diciembre y con él, la salida de Sirius del castillo y de los terrenos de la escuela de magos en Escocia. Harry se había quedado en su dormitorio en cuanto se hubo despertado y duchado de un sueño intranquilo, encargándole a Dobby que le trajera algo de desayunar para no tener que ocuparse del Gran Comedor esa mañana. En cuanto se hubo terminado los huevos, las salchichas y las tostadas, se echó un encantamiento limpiador en las manos y bajó a la sala común, contemplando los extensos terrenos en los que se asentaba Hogwarts.

Había nevado durante la noche y, con ella, varias pisadas de una plétora de alumnos que habían salido en cuanto terminó el desayuno. Mientras miraba al exterior, con la cara pegada al cristal de la ventana, vio la figura de Sirius, que presumiblemente salía del vestíbulo y se dirigía hacia los terrenos y el Bosque Prohibido. Harry vio que el hombre parecía hosco, lo que le hizo pensar que Sirius estaba triste por el resultado de la conversación del día anterior y por no haber podido despedirse.

Harry se apartó entonces de la ventana, recordando que había quedado con Ron, Hermione y Draco en la biblioteca antes de comer para trabajar en su ensayo de transfiguración, que debía entregar el viernes siguiente. Justo cuando estaba a punto de volver a subir a recoger sus cosas, se oyó un súbito silbido de algo, que lo pilló completamente desprevenido. La cosa, envuelta en una distintiva luz plateada, era el patronus de un lobo, y Harry se mantuvo firme, sabiendo que Remus probablemente querría hablar con él, basándose en su comportamiento de los últimos tiempos.

"Harry, entonó el lobo, por favor reúnete conmigo en mi despacho lo antes posible. He preguntado a Ron, Hermione, Ginny y Draco por tu paradero, y me han dicho que aún estabas en el dormitorio, y que debías reunirte con ellos en la biblioteca antes del almuerzo. No tardaremos mucho, te lo aseguro, pero trae tus cosas de todos modos".

Harry vio como el lobo desaparecía, y había detectado una ligera acritud en la voz de Remus. Suspiró, sacando rápidamente sus cosas del dormitorio antes de salir del retrato, con la varita en el bolsillo. Subiéndose más la mochila al hombro, Harry salió a trompicones de los dominios de la Torre de Gryffindor, en dirección al Corredor Serpentino. Una vez allí, empujó la puerta del aula de Defensa contra las Artes Oscuras y la atravesó, en dirección a las escaleras del fondo, antes de subirlas y entrar. La familiar visión del despacho de Remus no hizo nada por calmarle y, al entrar en el despacho interior de Remus, sintió que se le hacía un nudo en la garganta.

-¿Remus?-.

Remus estaba sentado en uno de los sillones junto al fuego, con un servicio de té sobre la mesa de cristal entre los dos sillones. Levantó lentamente los ojos hacia Harry, con las manos juntas bajo la barbilla, y abrió lentamente la boca. -Entra, Harry-.

Harry tragó saliva, pero cruzó la habitación, la puerta se cerró automáticamente tras él, y se dirigió a la silla. Ante el gesto de Remus, le dijo al juego de té encantado que había sobre la mesa cómo le gustaba el té -(con leche y dos de azúcar)- y pronto la taza individual llegó volando a sus manos. Harry, que para entonces había bajado la mochila para dejarla reposar a un lado del sillón, cogió la taza con las manos y empezó a darle sorbos. Té negro, su favorito, pensó para sí, y de pronto se dio cuenta de que no sabía cuál era el tipo de té favorito de Remus, pero sabía que no era el momento de hacer tal pregunta.

-Harry-, dijo Remus después de varios minutos de silencio; lo único que se oía entretanto era el fuego crepitando junto a ellos y la inhalación ocasional cada vez que Harry sorbía su té. -Quiero hablar de Sirius contigo-.

Harry devolvió la taza de té a la mesa; de repente, ya no tenía sed. -Supongo que puedo entenderlo-, dijo en voz baja, con los dedos ya arañándose las palmas de las manos. -¿Qué quería saber?-, preguntó.

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