Capítulo 1

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PRIMERA

PARTE

LA MENTIRA























Alex





Pasa de medio día, el sol está en lo alto y el termo se ha vaciado. Quizá las pocas gotas de agua que pudieran quedar dentro están evaporadas, porque inclusive mi boca, la única salvación con la que contaba, está más seca que un trapo al aire. El verano ha sido abrumador. El Capitolio nos ha exigido no parar. Constantemente nuestro actual gobernador, Alberth Cavally, un hombre apuesto de unos cuarenta y tantos con una tez de solidez y fortaleza, nos anuncia que nuestro trabajo próximamente rendirá frutos. Que gracias a nosotros, podremos exhortar al Gobierno del Sur a compartir un mejor bienestar social y unir fuerzas, pero que por ahora, tenemos que soportar nuestra ardua labor. Los brazos me duelen, todos los días desde hace casi un mes es lo mismo. Me levanto a las seis de la mañana, me hago un desayuno ligero, una taza de té de hiervas y si tenemos suerte, un pedazo de pan. Me despido de mi amada Cecilia, quien en estos momentos ha de estar limpiando los restos de suciedad de las piedras de grafito en la sección sur del área de trabajo; las mujeres que no son amas de casa o que no estén embarazadas también son obligadas a trabajar. Claro que en trabajos menos pesados que a nosotros los hombres, pero no importa, ya que después de cada jornada, el Capitolio nos envía un paquete de provisiones para la cena, aunque últimamente no nos han mandado productos de buena calidad ya que anuncian que las sequías han causado problemas en los huertos de los otros distritos y por supuesto, la prioridad es el Capitolio. Así que las sobras nos la mandan a nosotros. Solo espero que esto mejore, no soportaré mucho estando en estas condiciones. El distrito trece es quizá el distrito más grande de los trece que hay en esta nación: Panem. Hace poco más de cien años, esta tierra era conocida como los Estado Unidos de América. Fue una de las naciones más poderosas del mundo. Pero los estragos del cambio climático y el poco interés del hombre por resolver los problemas sociales se juntaron para llenar de catástrofe al mundo. Hubo una enfermedad mortal que extinguió a casi la mitad de la población en los bajos mundos, y a pesar de que nuestra nación enviaba provisiones medicinales y alimenticias, para ellos no era suficiente. La desesperación y el caos los orillaron a comenzar con una guerra que pudo ser el fin del mundo, en el que las naciones combatieron, destruyéndose entre ellos por dos recursos indispensables para humanidad, agua y alimentos. Cuando los recursos de ataque se acabaron, solo quedaban ruinas y algunas sociedades sobrevivientes. No sabemos a ciencia cierta si las naciones del otro lado del mar siguen con vida, pero nosotros nos recuperamos. Nos organizamos para alimentarnos y sobrevivir. Para suerte nuestra, aquí se descubrió una enorme fortaleza subterránea clandestina de la cual nadie tenía razón de existencia. Así que mientras nuestros ancestros masculinos reconstruían las viviendas en la superficie, las mujeres y los niños se refugiaban bajo la tierra. Tiempo después, aparecieron hombres capitalinos, quienes con los pocos transportes y tecnologías que rescataron de la guerra, trabajaron con el pueblo para restaurar la nación. Encontraron doce pueblos más a parte del nuestro, y como algunos animales salvajes rondaban sueltos en los alrededores, los capitalinos decidieron construir vallas alrededor de los pueblos para protegernos. Un nuevo sistema había nacido, una nueva nación, un nuevo gobierno. Con el paso del tiempo, a cada poblado se le asignó un número para reconocer la importancia de los productos que podían aportar. Al final conformamos trece distritos y una Capital. Fuimos el último poblado en descubrir la materia prima que podríamos abastecer. Algunos científicos capitalinos dedujeron que buena parte de esta tierra, especialmente en las mesetas, contenía hectáreas de grafito y uranio. Este último resultó ser un mineral altamente radioactivo y nos recomendaron que teníamos que abandonar el lugar. Pero a algún poblador se le ocurrió la semejante idea de sustraer los minerales y convertirlos en algo útil. Así, junto con los científicos, se estableció una forma segura de extracción y transformación de dichos componentes y contribuir el producto a nuestro gobierno, convirtiéndonos en la principal fuente de armamento del Capitolio. Pero todo eso, claro, es parte de una leyenda que se ha pasado de generación en generación porque nadie del pueblo ahora presente puede corroborar la veracidad de dicha informacion.

Días Oscuros: El Comienzo de Los Juegos del HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora