Capítulo 24

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Alex




- ¡Alex! – Grita Cecilia, agarrándome el brazo.

Aprieto los dientes y escucho mi respiración alterada. Debo hacerlo. Tengo que hacerlo. No hemos peleado y perdido tanto para seguir a merced de esa gente, ya no más.

- Luke. Prepara el lanzamiento de misiles a largo alcance.

El Gobernador abre los ojos y se da cuenta de nuestras intenciones. Volteo a las maquinas en las que Luke permanece inmóvil. Le grito nuevamente para despertarlo de su congelamiento.

- Señor Alex. ¿Está consciente de lo que quiere hacer? ¿de verdad está dispuesto a destruir los demás distritos solo para protegerse?

- No estoy dispuesto a ser parte de su nuevo régimen. No estoy dispuesto a correr el riesgo de una traición porque, acéptelo, jamas en su vida dejará de culparme por la muerte de su esposa, así como yo no le perdonaré haber matado a mi mejor amigo ni a toda esa gente. Así que lo haré.

Me zafo de la mano de Cecilia y recojo un pequeño control que está conectado al sistema por varios cables, en el que solo hay un botón. El botón de lanzamiento. Lo levanto a lo alto y se lo muestro al gobernador.

- ¡Espere! – grita desesperado -. Si usted aprieta ese botón yo apretare otro de este lado hacia ustedes... hacia sus minas de uranio.

Toda valentía, toda furia y toda sed de venganza se derraman por el suelo con su amenaza. Mi sonrisa triunfal se desvanece al instante, olvidé por completo el lugar en el que nos encontramos: Sobre una bomba de tiempo.

- Su pequeño plan de deshacerse de nosotros tiene pequeños defectos, ¿no lo cree? Piénselo, aunque apretara ese botón no tendrían tiempo para huir y todo su sacrificio habría sido en vano.

Aprieto la cubierta de la cajita y veo las miradas impasibles de los presentes. Muchos se han puestos de pie dispuestos a correr lejos de aquí pero tiene razón, aunque tenemos las naves no tendríamos tiempo suficiente para subir a todo el pueblo en ellas y huir lejos. Ellos se han quedado con las primeras producciones de misiles de largo alcance. Son tan rápidos como los nuestros. Nos tienen en sus manos. Es lo que siempre han querido.

- Podemos llegar a un acuerdo, joven Alex. Pero usted decide. Ya no me queda nadie por quien luchar, supongo que a usted sí.

El sujeto alza la mirada detrás de mí, Cecilia esta a mi espalda. Volteo a verla y pienso en mi hijo, morirá junto con ella, conmigo y con todos aquí adentro. No quiero eso.

- Únanse de nuevo a nosotros y los dejaremos intactos de cualquier cargo delictivo.

Su oferta suena tentadora, escucho murmuros en la sala. Un par de voces me incitan a aceptar. Cecilia me toma del hombro y aprieta su frente en mi costado. Aceptar significa estar a su merced y aun cuando nos perdonen, no lo harán con los demás distritos y seremos tan odiados por ellos como el Capitolio y de qué sirve tener a la gente en tu contra si planeas traicionar a los instigadores. No podemos bajar la guardia. No con todo lo que hemos vivido. Le hice una promesa a Carl, que ellos pagarían por la muerte de Amanda. Ahora no solo quiero eso, también quiero vengar su muerte. La de Grey, la de todos esos jóvenes soldados que entrenaron duro y estuvieron a mi lado en esas montañas, dispuestos a entrar en la ciudad. Sus mentiras seguirán rondando por los distritos, sus miserias serán repartidas y estoy seguro que nos mantendrán calmados a punta de balazos, a menos que...

Días Oscuros: El Comienzo de Los Juegos del HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora