Capítulo 14 - Parte 1

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Es preciso correr riesgos, seguir ciertos caminos y abandonar otros. Ninguna persona elige sin miedo. - Paulo Coelho.

***

Dorian y Melanie

Él condujo en silencio mientras escuchaba como Melanie bromeaba con el inesperado encuentro. Sin duda, era algo que no esperaba ninguno, pero gracias a Dios, habían salido del paso. Estaciono el coche con facilidad y la miró expectante. ¿Aquella había sido su primera cita? Rio ante su estúpido pensamiento y ella se encogió de hombros.

—¿Quieres subir?

—Quizá deberíamos tener esa conversación aquí —murmuró aproximando su rostro al de ella, rozando su nariz —. Tenerte en tu piso me incitaría demasiado.

—¡Anda sube antes de que me arrepienta! Nos tomaremos una copa mientras intentamos llegar a ese acuerdo del que me hablabas.

Melanie se apeó del coche y comenzó a caminar hasta el portal, escuchando las fuertes pisadas de Dorian tras ella. Se detuvo nerviosa y luchó con la cerradura, mientras los dedos de él comenzaban a rodearla con delicadeza por la cintura, hasta posicionarse sobre su vientre y apretarla duramente contra su cuerpo. ¡Genial! Ya no era solamente con esa estúpida cerradura con la que debía luchar, sino también con el ronroneo de aquel hombre que le producía una sequedad en la boca que poco o más bien nada, se correspondía con la humedad de su intimidad. En cuestión de segundos, la boca de Dorian serpenteaba por el cuello femenino. Ella cerró los ojos y gimió al recibir el lengüetazo azotando su piel...

—¿Necesitas ayuda? —susurró él envolviendo la mano de Melanie con la suya y moviéndola dentro de la cerradura — Déjame a mí.

Ella la soltó, como si el mismo llavero la hubiese dado una descarga y dejó que fuese él quien jugase con la cerradura. Bastaron un par de giros para que esta cediera y que sintiese su abultado miembro rozando su trasero...

—¿Cuándo vais a cambiar esta cerradura? —preguntó mientras la invitaba a entrar dentro.

—Vivo de alquiler y, por ende, puedo darme el lujo de saltarme las aburridas reuniones de vecino, así que, ni lo sé, ni me importa.

—Tener esta puerta así es un peligro. ¿Lo sabias? —debatió subiendo los peldaños tras ella mientras observaba el contoneo de su cadera — ¿Y si en vez de haber sido yo quien hubiera llegado a tu lado, mientras te pegabas con esa estúpida cerradura, hubiese sido un depravado sediento de sexo?

—¿Y cuál es la diferencia? —preguntó dándose la vuelta para verle.

—La diferencia es que yo soy el depravado que estabas esperando —afirmó muy seguro de si mismo —. Te habló en serio, Melanie. Habla con tu casero y que lo arregle cuanto antes.

—Mañana sin falta le escribo, ahora haz el favor de entrar en mi piso y mantener tu apetito sexual y a ese gran soldado, controlado —dijo señalando el abultamiento de su entrepierna.

Dorian se relamió los labios. No sería fácil, pero lo intentaría. Melanie lanzó las llaves al cuenco de la entrada y caminó hasta el otro lado de la encimera para coger un par de copas, mientras que Dorian se limitaba a moverse por el salón recolocando su erección. ¡Joder! Deberían haberse quedado en el coche, pensó él abatido. Se quitó la chaqueta y desabrochó los primeros botones de la camisa. Melanie se descalzó a la vuelta y trepó encima del sofá.

—Siéntate, prometo no morderte.

En realidad, Dorian no temía que ella lo mordiese, al contrario, estaría encantado de recibir ese preciado bocado, pero su contención era limitada. Habían sido demasiados los días los que él no había podido culminar entre sus piernas y su cuerpo la reclamaba a gritos. Él carraspeo al sentir como su miembro volvía a dar un salto y se sentó a su lado. Ambos bebieron de sus copas, que dejaron al borde de la mesa más próxima.

Bailando con la traición | Erótica + 18 | Parte 1/4 Completa ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora