Siempre se repite la misma historia: cada individuo no piensa más que en sí mismo. – Sófocles.
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Kiara se encontraba en la nueva casa de Melanie controlando la mudanza. Su hermano había dejado caer sutilmente que esta se desarrollaría el jueves y ella se las había apañado para hace un hueco en su apretada agenda y así poder ayudar a su amiga. Al parecer, Melanie había pasado dos horas del día anterior intentándole aclarar a su vecina Vicenta porque se iba del edificio. La mujer no lo entendía y su única preocupación era saber si había tenido algún problema con algún vecino, concretamente con el del primero que era un poco toca pelotas. Vicenta no concebía que el gruñón de Philip quisiera subirle el alquiler, mucho menos echarla de aquella manera. Así que Melanie, mientras guardaba las últimas cosas en cajas, con la exquisita ayuda de Dorian, no había dejado de hablar, porque Vicenta se había postrado en el sofá del salón para pedir explicaciones y ella intentaba dárselas como buenamente podía. Finalmente fue Dorian quien armándose de su astucia y talante, consiguió convencer a la anciana de que aquello era lo mejor para su amiga. Pues cabía destacar que se iba a una zona mejor y que conseguiría ahorrar algo de dinero. Vicenta balbuceó y se abrazó a la joven, que hacía un gran esfuerzo para no perder sus últimos resquicios de cordura.
Dorian tenía trabajo. De hecho, era ese tipo de trabajo que no podrías retrasar. Debía comparecer en un juicio con uno de sus clientes y eso era inamovible, por lo que sagazmente había hablado con Kiara para hacerle ver que su amiga quizá necesitaba ayuda. Él aclaró que se pasaría en cuanto pudiese, a fin de cuentas, le pillaba camino a casa, por lo que intuyó que sería estúpido inventarse alguna excusa. ¿Qué hay de malo en que dos amigos se visiten? Y decía amigos, porque Kiara ya había asimilado que Melanie y Dorian hablaban a menudo y aunque ambos lo habían enfocado a que todo se debía al piso y a Philip, no colaba. Hablaban de mil cosas y si no, ¿por qué su hermano tendría que estar al tanto de que Melanie se pasaba horas y horas ensayando? Porque sí, esa era un poquito la excusa que había puesto para que se personificara en la casa de Román para recibir a la empresa de mudanza. El agotamiento de Melanie.
Kiara observaba maravillada a los dos hombres que con agilidad iban cogiendo cajas de la furgoneta y las iban bajando como si nada. Estaba claro que estaban acostumbrados a ello. Ella revisaba el rótulo que venía indicado en el cartón de cada una e iba aclarando hacia donde las tenían que llevar, mientras que Melanie miraba pesarosa a aquella estatua egipcia. Comenzaba a ser indiferente, aunque era gracias a la ayuda de Dorian. Cuando fue a conocer la casa, la había sentado en el diván, con las piernas colgando a cada lado y tras hundirse entre sus muslos, la había asiado para sentarla en el cabecero del sofá y la había follado con tal intensidad y dureza que no la quedó más remedio que abrir los ojos ante sus fuertes embestidas y ver la maldita estatua que quedaba tras la espalda del hombre. Después de eso, siguió sin gustarla ni un pelo, pero la toleraba o al menos, eso pensaba.
—Esta caja dejarla aquí en el salón —indicó Kiara sonriente.
—Perfecto —indicó uno de los chicos que había aprovechado los minutos para coquetear sutilmente con ella.
Los hombres regresaron a la furgoneta a por las últimas cosas, a fin de cuentas, Melanie tampoco tenía tanto que guardar más allá de; ropa, fotos, trofeos sin valor alguno de la infancia, tazas y como mucho, un par de electrodomésticos que había tenido que adquirir ella porque de la noche a la mañana habían dejado de funcionar y Philip le había dicho amablemente que si ella lo rompía, ella lo reponía. Ahora, sabía gracias al maravilloso abogado que tenía, que eso no era así y que por ley, él estaba en la obligación de sustituirlo por desgaste. Así que, Dorian había dejado claro a la empresa de mudanzas que electrodomésticos debían coger, pues él no estaba dispuesto a regalarle absolutamente nada.
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Bailando con la traición | Erótica + 18 | Parte 1/4 Completa ✅
RomantizmEn el "Destiny" la única norma impuesta a sus clientes era el respeto, la higiene y la discreción. El club estaba dividido en distintas plantas, cada una de ellas con distintas salas orientadas a diferentes actividades y estaba capacitado para dar c...