Imagínese a un hombre sentado en el sofá favorito de su casa. Debajo tiene una bomba a punto de estallar. Él lo ignora, pero el público lo sabe. Esto es el suspense. - Alfred Hitchcock.
***
Dorian pasó un momento por su casa. Había pasado todo el día trabajando y estaba agotado. No llegaba a ser un mal día, pero estaba al límite gracias al dolor de cabeza que le amenazaba fuertemente con joderle la noche. Ni hablar. No lo permitiría. Caminó hasta el mueble del salón y sin darle más vueltas se tomó un analgésico, con la esperanza de que el dolor remitiera en los próximos minutos. Intentó aprovechar el tiempo y contactar con su amigo Enzo, pero este no se lo cogió. Últimamente hablar con él era misión imposible. Se enviaban un par de mensajes al día, eso nunca faltaba, pero se le hacía completamente impersonal.
"Eres un cabrón. ¿Cuándo piensas cogerme el teléfono?"
Se hundió en el sillón y cerró los ojos mientras hacía rodar el teléfono móvil entre sus manos. Rápidamente pensó en Melanie y sintió tranquilidad. Ansiaba tenerla entre sus brazos y perderse en su aroma. Su pene saltó de inmediato. ¡Joder! Odiaba perder el control de si mismo cuando pensaba en ella, eso le frustrada y le enrabietaba.
"¿Tanto me añoras? ¿La castaña ya no te satisface?
Confórmate con tocártela pensando en mí.""Eres un mamonazo."
Dorian apagó el teléfono molesto. Entendía que Enzo fuese muy suyo, demasiado tal vez, pero... ¡Diablos! Él era su amigo y también lo necesitaba. Se levantó del sillón y observó el reloj de pared, eran poco más de las siete y media. Aún le quedaban treinta minutos libres, pero su impaciencia le ganaba. Se asomó a la ventana y observó el exterior de la casa de su vecina. No había coches, no había movimiento, por lo que recogió sus cosas y se dirigió directamente hacia allí. Llamó al timbre e introdujo las manos en los bolsillos del pantalón mientras esperaba con inquietud que Melanie apareciese al otro lado. Suspiró al no recibir respuesta y volvió a llamar.
—¡Un momento! —escuchó al otro lado — ¡Joder!
Él inmediatamente pensó que debía haber esperado a que fueran las ocho. A fin de cuentas, por algún motivo ella le había dado ese horario y por sus gritos intuía que no la pillaba en un buen momento. Contrariado frotó su nuca, pensando si sería buena idea marcharse o no. En cuestión de segundos, la puerta se abrió y se le secó la boca con lo que visualizó. Melanie estaba envuelta en una escueta toalla blanca, con el pelo cubierto de jabón y chorreando hasta tal punto, que en el suelo se había generado un pequeño charco.
—He debido despistarme, pensaba que era más pronto.
Dorian no vio conveniente sacarla de su error. Daba igual la hora que fuese, solamente quería estar con ella. Sin perder ni un segundo se abalanzó sobre ella para besarla y arrinconarla en la pared más cercana, mientras que con el talón de su pie se encargaba de cerrar la puerta que aún se encontraba abierta. Sintió como sus zapatos resbalaban por la superficie y rio como un crio al sentir como trastabillaba hasta dejarla completamente apresada entre su cuerpo. Plantó las palmas de la mano en la pared y decidió descalzarse ante el inminente riesgo de caerse de bruces. Sus calcetines enseguida se empaparon, pero no importaba. Melanie reía ante el hombre despreocupado que tenía ante sus ojos. Dorian se emborracho con su risa y mordisqueó con astucia la barbilla mojada de la joven.
—Si me dices que me vas a recibir así, hubiese llegado antes.
—Dorian, te estoy empapando —indicó Melanie mientras intentaba alejarlo torpemente con sus brazos.
—Cálame entero, morbosa.
Él se pegó a ella con más ganas, apresó su rostro entre sus enormes manos y la besó con vehemencia. Melanie inevitablemente cedió, abrió el pequeño puño con el que sostenía una de las esquinas de la toalla y esta se desplomó hasta el suelo, quedándose completamente desnuda ante un Dorian totalmente hambriento y desinhibido. Los dos se fusionaron tanto, que parecían un único cuerpo. La deseaba. La deseaba como a nadie. Sus manos viajaron por toda la espalda femenina, hasta los glúteos aún marcados por los jugosos bocados que días atrás la había dado.
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Bailando con la traición | Erótica + 18 | Parte 1/4 Completa ✅
Roman d'amourEn el "Destiny" la única norma impuesta a sus clientes era el respeto, la higiene y la discreción. El club estaba dividido en distintas plantas, cada una de ellas con distintas salas orientadas a diferentes actividades y estaba capacitado para dar c...