❝ 𝗠𝗶 𝗲𝗱𝗮𝗱 ⌜ ɪᴅᴠ - ɴᴀɪʙᴇʟɪ ⌟

16

Se sentó pesadamente en el sillón de su habitación de hotel, con una botella de vodka y un vaso en la mano. Se sirvió el trago doble y se lo bebió enojado. Estaba furioso con Melly y Anne. Normalmente a él no le importaba una mierda lo que sus amigos y familiares pensaran de sus amantes, sus encuentros sexuales, pero de Eli. Bueno, Eli era diferente. Era importante para él. Eli lo hacía feliz. Y Melly estaba tratando, con cierto éxito, implantar una duda persistente en su mente, joder. Y todo porque todavía le dolía haber cometido el error de enamorarse de un estafador carismático más joven, que incluso le había propuesto matrimonio... y solo le sacó provecho para después abandonarla; cualquier persona joven y encantadora ahora era instantáneamente sospechosa en su mente.

Cerró los ojos y pensó en Freddy, el hombre que se había infiltrado tan fácilmente con ella, en su confianza. Y Naib no había confiado mucho. Pero parecía adorar a Melly. Era fácil y encantador. Pulido. Refinado. Culto. Sus ojos eran agudos, rápidos; inteligente, había pensado Naib. Había sido precavido, no inteligente. Hizo preguntas, siempre interesado en la familia e imperio de Melly, el negocio, siempre buscando información. Y Eli... Sus ojos eran tan dulces y nunca pedía nada.

No importa cuánto intentara ser objetivo, no podía ver a Eli como Freddy, excepto que ambos eran jóvenes y libres. De repente, sufrió por él. Rápidamente presionó el botón de llamada, necesitando escuchar la voz del niño.

Descolgó después del tercer timbre.

— ¡Naib! —Dijo sin aliento, como si hubiera corrido hacia el teléfono — ¡Estaba en la ducha, lo siento! ¡Mierda! ¡Ay! —El mayor se relajó y resopló.

— ¿Magullándote con tus propios codos afilados otra vez? —Saludó a modo de bienvenida. Eli se río.

— ¿Celoso de que no me estés lastimando tú mismo, viejo pervertido? —Preguntó juguetonamente. Subedar apretó el puño, el estómago se le cayó al recordar la diferencia de edad de nuevo — ¿Naib? —Murmuró más vacilante, con cautela en su tono esta vez. Naib no respondió. Y Eli eventualmente susurró — ¿Ha pasado algo? Tú... —Dejó la pregunta en el aire. El mayor se cuestionó qué iba a preguntar. ¿Tú me has engañado? ¿Has cambiado de opinión sobre mí? La respuesta fue no, independientemente.

—Me peleé con mi jefa. Y mi mejor amiga. —Explicó brevemente. Eli exhaló un suave oh, sonando aliviado.

— ¿Por mí?

—Sí.

— ¿Porque soy muy joven?

—En parte.

—Lo siento. —Ofreció simplemente; Naib sabía que no había mucho que decir —Mira... —Comenzó, en un tono cuidadoso —Me gustas mucho. No me importa lo que piensen los demás. Mi mamá, tu jefa, tu amiga... no es asunto de ellos. —Naib había olvidado que Eli estaba lidiando con la oposición de su propia familia.

— ¿Vale la pena perder a nuestras familias y allegados? —Se preguntó en voz alta, antes de pensar en las implicaciones de esa pregunta. Mierda.

— ¿Qué vale la pena? —Eli murmuró en voz baja. Niab se pasó una mano impaciente por el cabello.

—No lo sé, ¿Qué estamos haciendo exactamente? ¿Solo coger? Aesop dijo que tuviste muchos polvos. Soy un poco aburrido, según todos los informes. ¿Vale la pena perder a tu familia por eso? —Escuchó la brusca inhalación del menor y se sintió culpable de inmediato. Deseaba poder recuperarlo. Hubo un silencio resonante al otro lado del teléfono.

—Creo que has respondido a tu propia pregunta. —Le dijo en voz adolorida pero firme —Adiós Naib. —Se cortó la comunicación.

La siguiente quincena pasó tortuosamente lenta, y Naib quería arrancarse la piel, demasiado apretada en su propio cuerpo.

Las reuniones terminaron bien, el trato se completó con éxito, pero Naib le había dicho a Melly la mañana después de su última conversación con Eli que su vida privada no era algo que volvería a discutir con ella, y que lo dejara, y apenas hablaría con ella, Anne e incluso Vera.

Su vuelo de regreso al Reino Unido fue más lento que cualquier otro viaje de su vida. Estaba desesperado por llegar con Eli, por verlo, tenía que saber. Lo que fuera que había salido mal entre ellos no podía resolverse por teléfono, así que no lo intentó, no quería arriesgarse a sufrir más daños. En lugar de eso, hizo aquello en lo que era bueno. Esperó. Y ahora estaba a solo unas horas de la respuesta.