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Jamás en su corta vida había ido a algún lugar tan alejado de su aldea natal, por lo general el lugar más alejado al cual solía ir era al Templo de Sangre Maldita que estaba en las montañas, el cual fue restaurado y tenía más visitas desdé que ocurrió la rebelión contra la antigua reina hace 9 años; ese y parte del bosque que estaba a unos pocos kilómetros de su aldea eran los únicos lugares lejanos que conocía y sinceramente así era feliz viviendo en su pequeña parte del mundo, o eso fue hasta hace unos días.

Su rutina diaria en las labores del hogar no había cambiado mucho ni cuando toda su familia pudo obtener esa sangre especial que les evitaba deformara, solo que ese día en especial se sentía que algo pasaría, más decidió ignorarlo después de todo no había peligro alguno por él cual preocuparse. Trenzo su ahora largo cabello para que no le estorbara y salió de su hogar en dirección al mercado, dio una mirada rápida al cielo viendo como este estaba claro y despejado, sin dudar ese sería un gran día.

...

Ya venía siendo pasado de medio día cuando termino de realizar todos sus deberes y regreso a casa. Al no escuchar ningún tipo de ruido se preocupó de que su abuelo nuevamente se haya ido al templo sin haberla esperado, ya tenía bastante edad como para ponerse a viajar sin la compañía de alguien más algo podría pasarle en el camino y lo que menos quería era perder a su abuelo.

- ¿Abuelo? – entro en su habitación dejando salir un suspiro, si bien no se había ido estaba preparándose para poder hacerlo, al parecer lo único que le faltaba era su bastón -. Abuelo, deberías de estar descansando, no intentando irte a escondidas a rezar al templo

- ¿Emma? – se volteó en la dirección que escucho la voz de su nieta -. ¿A qué hora llegaste?

- ¿Qué voy a hacer con usted abuelo? – lo guió hasta la cama para poder sentarlo y de paso poder darle sus medicinas -. Bien sabe que no debe de estar haciendo esfuerzos en vano, cuando el doctor dijo reposo absoluto también entra el hecho de que no podrá ir al templo por un tiempo. Y antes de que me regañe ya sabe que todo esto es por su bienestar y que a mí no importaría ir en su lugar a dejar las ofrendas, me preocupo por su salud Abuelo

- ¿Cuándo mi adorable nieta dejo de ser una niña asustadiza?

La sonrisa casi sin dientes que le mostró le hizo reír, hace mucho que veía como las energías de su abuelo disminuían gradualmente pero su actitud siempre seguía siendo la misma. Le paso una taza de té con la medicina diluida en él, en lo que su abuelo lo bebía ella se dedicó a pasar la mirada por el cuarto notando que en una esquina de él estaba el tazón en el que solía llevar sus ofrendas para los dioses de los demonios con sangre maldita.

Se levanto para tomarlo y dejarlo en un lugar más alto donde sus hermanos pequeños no lograran alcanzarlo, con curiosidad observo las diferentes frutas que había dentro del tazón muchas de esas frutas no eran de temporada por lo que seguramente eran más caras que las demás y obtenerlas debió ser difícil, por unos segundos la idea de acompañar a su abuelo hasta el templo no sonaba nada mal pero el recordar la distancia y la extensa subida que había descarto la idea tan rápido como llego

- Emma, hoy es un día especial - dirigió su atención al viejo demonio quien parecía más interesado en sus pensamientos que la taza de té que no podía ver -. Mi niña si no te importa ¿Podrías ir en lugar de este viejo a dejar las ofrendas y ofrecer unas oraciones a los dioses?

- Estaría encantada de hacerlo, pero solo iré hasta que mis padres vuelvan a casa y puedan cuidarte en mi lugar

- Me parece un trato justo

A las risas del mayor se le unieron las risas de la jovencita generando una agradable atmósfera entre los dos. Tal y como prometió al momento que sus padres llegaron ella salió con dirección al templo, sin saber que lo que le esperaría al llegar a aquel lugar cambiaría por completo su rutina diaria y posiblemente igual cambiaría su vida por completo.

De proie à chasseurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora