9. Como en mis sueños

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Capítulo IX

Como en mis sueños

—¿Sucede algo? —inquiere al ver que me he quedado viéndolo con ojos de platos.

—N-no —repongo—. Es. E... Vine con una amiga y tengo rato que no la veo —tartamudeo, intentando despegar mis pensamientos del tema de la píldora.

—¿Quieres que te ayude a encontrarla? —se ofrece elocuente y educado.

—Gracias, pero no debería preocuparme. De seguro a de andar peleándose con las demás para robarle un beso a Aimé Cásares —expelo con naturalidad y en voz alta, ahogando enseguida una exclamación desconcertada al darme cuenta de lo que digo.

El músico alza una ceja y se ríe entre dientes, consiguiendo que su expresión se altere notablemente con gracilidad.

«Mi madre».

—Entonces, eres fanática de la música, mas no de los que la interpretan. Eso es nuevo —entrelaza sus manos sobre la mesa con aspaviento reflexivo.

Creo que acaba de descifrar una buena parte de mí. Aprieto los dientes achicando los ojos, dándole a entender que nunca he pretendido ser una fanática tan mísera.

—Ahora que lo dices, nunca recuerdo el autor de ningún libro que leo —vacilo con la expectativa de que ello me excuse.

—No hay nada de malo en eso —comenta sereno—. Esa manera tuya se batalla entre el halago y el insulto. Para el artista puede ser tan elogioso como ofensivo; dependiendo siempre de quién se trate, por supuesto —la barrida superficial de una sonrisa le ha dejado un amago encantadoramente malévolo en la faz.

Trago saliva.

—¿Y por cuál de los dos te vas tú? —farfullo, sin poder evitar que un chorro de mortificación me desconcierte por dentro.

De seguro le doy en el ego, aunque seré una fanática extrañamente desaborida entre millones que no lo son. Por lo general cualquier fiel fanática de Chupetas debe de saberle la vida; cosas como: dónde nacieron, cuáles son sus hobbies cuando no están creando música, quiénes han sido sus novias... No es mi caso; sin embargo, en estos momentos me gustaría saber todo eso.

Ojalá y Ana me hubiera dado más detalles acerca de ellos, aunque sopeso que no lo hizo porque mientras manejaba hasta aquí le mostraba lo poco que me interesaba seguir escuchándola.

—Definitivamente por el halago —se le marca el agujero junto a la boca. Por otro lado, privo una sonrisa de alivio sin poder apartar la mirada de su impávido rostro—. Ahora —se endereza en el asiento mirándome fijamente—, querías saber qué es lo que te he dado de tomar.

Me había olvidado completamente del asunto. De verás que aún no termino de creerme este estado tan lucido en el que me encuentro después de todo ese alcohol. Juro que no estaba fingiéndolo antes, me sentía de los mil horrores.

—Una amiga se dedica a la práctica de fármacos a base de hierbas naturales —comenta tranquilamente.

— ¿Hierbas? —titubeo, sin darme a la tarea de encubrir el alarme que me causa la revelación.

—No esa clase de hierbas que estás pensando —sonríe—. Usa flores, cortezas, aceites esenciales y algún otro ingrediente extra. Su objetivo es estimular la capacidad curativa poniendo en equilibrio los mecanismos del organismo.

Asiento entre pequeños mareos. Presiento que ya no se tratan de mareos de ebriedad.

—¿Y siempre funcionan?

—Te aseguro que mejor que cualquier otro fármaco tradicional que encuentres en la farmacia —se echa para atrás el cabello alborotado.

—Gracias —bajo la mirada—. Por habérmela ofrecido ¿Siempre las cargas contigo?

SPERO - Piso1 Cuerpo ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora