44. Piso 1

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Capítulo XLIV

Piso 1

—¿Dantel? ¡Aló! —un sonido agudo me indica que el teléfono se ha quedado sin pila. Despido un gañido de lamento y busco con desespero el cargador dentro de la gaveta, pero no lo consigo. Luego recuerdo haberlo dejado enchufado en un tomacorriente de la sala.

Los cojones no me dan para levantarme y caminar por la casa a oscuras y de madrugada después de haber acabado de sentir que algo tocó mi pierna. Hurgo entre la cobija y las sábanas para ver si ha sido un animal, pero sé muy bien que en esta casa nunca ha habido ningún tipo de bichos gracias a Amaranta. Agarro la cobija y me cubro medio cuerpo, mirando hacia todos lados.

Si hubiera estado medio adormilada podría haberlo dejado pasar, como un sueño o una invención de mi mente, pero estaba completamente despierta, y el rose en la pierna se sintió claramente como los ominosos dedos de una mano. Amaranta tampoco pudo haber sido porque aún duerme en su cama a orillas del lado derecho de la mía. No importa lo que haga, permaneceré en vela toda la noche hasta que amanezca.

Leer el libro de Cungor para matar el tiempo indiscutiblemente no será de ayuda. Enciendo la televisión y le bajo el volumen, empezando a escupir uñas. A los minutos, no puedo evadir la sed que estoy empezando a sentir. Tanteo la posibilidad de ir rápido a la cocina y estar de vuelta en un parpadeo.

Cargo a Amaranta toda adormilada y me la llevo al hombro para que venga conmigo. Camino hasta la puerta, giro la manilla y la abro. Me detengo en el umbral, asomándome. La oscuridad que hay en el pasillo es perentoria, por lo que dejo la puerta abierta para que la luz salga de mi habitación y se expanda por el pasillo, pero apenas alcanza a iluminar medio metro de este.

Camino por inercia y enciendo el interruptor de la luz en cuanto termino de cruzarlo. Amaranta se arroja al suelo. Cojo un respiro avanzando con paso acelerado hasta la cocina. Cuando ya me he servido agua bajo los dos escalones que separan la cocina del salón, y justo antes de estar de vuelta por el pasillo me detengo al escuchar ruidos que provienen de afuera del departamento. Me quedo quieta, aguardando a que cesen. Por un momento lo hacen, pero luego mi puerta empieza a temblar.

El estómago se me hunde y corro a mi habitación pasando el pestillo. Segundos más tarde oigo que la puerta principal del departamento se abre.

«Alguien está aquí». La sangre abandona mi cuerpo de manera automática.

Estoy encerrada en mi propia habitación, incapaz de comunicarme con nadie y sin ningún tipo de escape, mientras que un intruso ha irrumpido en mi casa a media madrugada.

Si viviera en los primeros pisos no dudaría en abrir la ventana para saltar y aterrizar en el jardín del área común. Pero me encuentro en un piso 9. Una caída desde estas alturas no me da posibilidad alguna si quiera para pensármelo.

Escucho pasos que se acercan por el corredor. Pasos lentos y latentes. Contengo la respiración y lanzo una vertiginosa mirada a la habitación en busca de algún arma blanca. El bate de beisbol de mis hermanos permanece en la habitación contigua. Su ubicación está fuera de mi alcance. Abrir la puerta para llegar hasta ahí sería lanzarme directo a los brazos del asechador. Si ha irrumpido por la puerta principal que está hecha de un mecanismo de seguridad bastante avanzado, abrir esta simple puertucha de madera le será pan comido. No tengo nada con qué defenderme. Lo único que puedo hacer es esconderme, pero al ver que empieza a forcejear la manilla de mi puerta me inmuto.

Podría abrir la ventana y empezar a gritar, pero no sé si mi acción sea superflua, ya que contaría sólo con algunos segundos para hacerlo, y dudo que en ese tiempo alguien llegue a escucharme.

«Antonella».

El vaso de acrílico se me cae de la mano y rebota sin parar, produciendo fortísimos sonidos contra el suelo y desparramando el agua hacia todos lados.

SPERO - Piso1 Cuerpo ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora