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𝐏𝐄𝐑𝐃𝐈𝐃𝐀

Las cosas que se hacen por amor. Tom siempre había observado como todos se volvían locos por estar con alguien, como se desesperaban cuando discutían y como lloraban cuando ya no tenían a nadie; siempre vió eso como totalmente desagradable e innecesario. Él entregar tiempo y esfuerzo en alguien que seguramente no se quedará, simplemente era ilógico como ambos mundos, el muggle y el mágico caían por lo mismo.

Sin embargo ahora estaba confiando en un par de adolescentes porque su pecho así lo dictaba y lo hacía por amor. Él tampoco confiaba mucho en su instinto, siempre era más por lo lógico. Ahora iba a ciegas a un lugar donde esperaba reunirse de nuevo con su amado y besarlo y estar con él hasta que la luz del mundo se acabara y el frío cubriera la admosfera.

—Les juro que si no se apresuran les romperé la tráquea y créanme que no necesito magia para eso —amenazó viendo como sus súbditos apresuraban el paso.

—Mi señor —escuchó detrás de él y rodando los ojos se volteó.

—¿Qué? —preguntó exasperado. Necesitaba irse ya, necesitaba tener a su hermoso Harry entre sus brazos.

—Estamos listos, mi lord —dijo en un apenas audible susurro.

El ambiente se notaba tenso, todos gritaban silenciosamente lo poco que querían moverse. La guerra se tornaba cada vez más tensa y el lord estaba tan obsesionado con tener al azabache de su lado que estaba dejando de lado sus propósitos.

Pero nadie decía nada porque sabían que sería una sentencia de muerte, sabían que su lord jamás se había sentido así, sabían que amaba y se sentía amado por el niño que vivió.

—Bien, reúnan a todos en la entrada —exclamó empuñando más su varita y saliendo del lugar apresurado, sin embargo, se detuvo en seco— Y dile a Lucius que se apresure...

—¿Apresurarse para que mi lord? —preguntó dudativo el súbdito.

—Él lo entenderá.

Entonces algo le vino a la mente, ¿Qué demonios le habían hecho a su esmeralda?, No quería imaginarse lo que el rubio pudo haber estado haciendo con su bonito azabache y menos en qué condiciones estaba. Podría imaginar algunas cosas, pero se retorcía en dolor de solo pensarlas, era su culpa, si tan solo no fuera tan desgraciado y pensara en su propio beneficio tal vez Harry estaría bien.

Harry era tan digno de lo mejor que podía haber en el mundo, lo supo el día que durmió sobre su hombro en su despacho. Esas mejillas sonrojadas y sus labios levemente fruncidos mientras su cabeza reposaba en él, simplemente no podía describir como se había sentido en ese momento: pleno, era la más cercana.

Por eso no podía perderlo, se había enamorado y no quería perder ese sentimiento, tampoco quería estar solo, pero lo más importante es que no quería que Harry sufriera.

No entendía muy bien de que se trataba toda esa mierda de los sentimientos, pero sabía que jamás se volvería a sentir así por nadie más que no fuera Harry James Potter.

—Vuelve a mí, mi pequeña esmeralda —susurró mirando su anillo negro, aquel que había estado por dar a alguien más.

Severus Snape jamás espero que cierto chico de cabellos negros y rebeldes le agradará algún día, lo repudiaba por parecerse a su padre quien a través de los años lo marcó de una forma que aún no podía superar.

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⏰ Última actualización: Jul 31 ⏰

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