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MATEO

La película que estaba grabando se desarrollaba, en su mayoría, en Londres. Sin embargo, la primera parte de la historia transcurría en París, así que tendríamos que ir unos días a grabar allí, pero el director quiso esperar a finales de marzo para que hiciese mejor tiempo.

La última semana del mes, hice las maletas y nos dirigimos allí, a la 'ciudad del amor'.

Qué asco, cada vez que pensaba en eso me entraban arcadas, ¿de verdad había alguien tan ingenuo como para tragarse eso? Hay demasiada gente ilusa suelta por el mundo.

El hotel era increíble, pero no me esperaba menos, estaba acostumbrado a alojarme en los mejores hoteles cuando viajaba.

A media tarde de nuestro primer día allí, me senté en los jardines del hotel con Ariadna y mi agente, Jack, a ensayar los diálogos para el día siguiente.

-¿Y qué es el amor?- Ariadna había repetido la misma frase con veinte tonalidades distintas y me estaba empezando a desesperar.

-Mentiras- mascullé, a la veintiunava vez.

Jack y Ariadna me miraron perplejos.

Mierda, no quería que lo oyesen.

"Pues haberlo dicho más bajito, idiota".

-Eso no está en el guion- refunfuñó ella, pasando las páginas de atrás para adelante.

-Ya lo sé, te lo estoy diciendo yo- dije aburrido.

Silencio. Seguían mirándome con los ojos abiertos.

-¿Piensas que el amor es mentira?- Jack me puso mala cara.

Cogí aire lentamente antes de hablar, sobre todo para ganar tiempo, no me apetecía tener esa conversación, pero ya era tarde.

-Pienso que para conseguir amor hay que fingir ser algo que no eres, porque si te muestras de verdad, con todos tus defectos, nadie querría estar contigo.

-Eso no es cierto- me contradijo Ariadna, soltando el guion de malas maneras sobre la mesa.

-¿No? Dime, ¿acaso, cuando ligas con alguien nuevo, no finges que eres la chica más guapa, simpática y divertida del mundo? Y ¿te crees que ellos no hacen lo mismo para impresionarte?

Pareció pensarlo por un momento, pero negó rotundamente con la cabeza.

-Vale, tal vez la primera vez si se finge para dar buena impresión, pero luego ya no.

-No, luego es mucho peor, porque intentas convencer a la otra persona de que no tienes defectos, y si descubre alguno, le haces ver que no tiene mayor importancia. Y hay personas que hasta se convencen a sí mismas de ello, pero no es la verdad.

Ambos continuaban mirándome incrédulos, pero no abrieron la boca, así que seguí con mi explicación.

-La verdad es que nadie es perfecto, y cuando te enamoras evitas ver lo malo en la otra persona, por eso es que se dice que el amor es ciego. Pero llega un día en el que te das cuenta de que has estado equivocado, que la otra persona también tiene fallos, como todo el mundo, y es entonces cuando las relaciones se acaban. Y no hablo solo de las relaciones de pareja, hablo de amistades, familiares... todo. Cuando se descubre lo malo, la gente acaba dejándote.

Ariadna ahora me miraba enfadada, pero no me importaba, yo sabía que lo que decía era verdad, lo había experimentado durante toda mi vida, así que nadie me iba a convencer de lo contrario.

-Tú teoría tiene un fallo. No todas las relaciones se acaban- dijo ella con tenacidad.

-No, no todas, pero eso es por las decisiones que toma cada uno, yo no estoy hablando de eso. Lo que digo es que nadie puede amar todas las partes de una persona, tanto las buenas como las malas. Solo se quieren las buenas, y se toleran las malas. Pero el amor como tal, ese que describen como 'por el que te enamoras de todo de una persona', eso es mentira, porque no puedes enamorarte de los fallos de alguien. Así que, siempre habrá una parte del amor que será mentira.

Tras unos minutos más de silencio, Ariadna volvió a poner quejas a todo lo que había dicho, pero dejé de prestarla atención a los cinco minutos. Era inútil discutir con ella, siempre quería tener la razón y si no se la dabas se enfadaba, así que, por mí bien, me dediqué a asentir.

Cuando por fin terminó de hablar, me levanté para dar un paseo y despejarme. Al poco tiempo Jack se posicionó junto a mí y paseamos en completo silencio durante unos minutos.

-Algún día, Mateo- comenzó a decir distraído- encontrarás a alguien, alguien distinto a los demás, con el que podrás abrirte, ser tú mismo al cien por cien, y al que no le dará miedo quedarse. Tal vez ahora pienses que esa persona no existe, que eso solo pasa en los cuentos de Disney, pero te aseguro que, algún día, te cruzarás por la calle con esa persona que se quedará a tu lado para siempre, aunque tú te esfuerces en echarle.

No respondí. Quise decirle que eso era imposible. ¿Cómo alguien iba a querer estar al lado de alguien como yo el resto de su vida? Era algo que ni me había planteado. Por eso nunca había tenido una relación de verdad porque, aparte de que no me interesaba ninguna chica, sabía que nadie iba a ser capaz de aguantar.

Cada vez que echaba la vista atrás y veía las pruebas, me convencía un poco más a mí mismo de que no era posible, ¿cómo iba a serlo cuando todas las personas importantes de mi vida se habían ido? Nadie se quedó cuando lo necesité, primero fue mi padre y, poco a poco, los demás. No les culpo, fui yo quien se ocupó de echarlos. Algunos se fueron de inmediato, otros tardaron meses e incluso años, pero, al final, no quedó nadie, y yo estaba convencido de que eso iba a ser siempre igual.

- Además, mírame a mí- me dijo sonriendo- llevo varios meses contigo y todavía no he salido corriendo, ganas no me han faltado, desde luego, pero si es por mí, seguiré aquí el tiempo que haga falta.

Le dediqué la mejor sonrisa que pude, había cogido cariño a Jack en ese tiempo, aunque a veces se volviese un poco loco con horarios y las normas, o más bien, yo le volviese loco, pero era un gran apoyo.

Seguimos caminando durante diez o quince minutos más, hasta que Jack recibió una llamada y tuvo que marcharse. Yo por mi parte decidí sentarme en uno de los columpios del jardín para admirar las vistas, era algo que me apasionaba y me relajaba. Y me quedé ahí hasta que oscureció.

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