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TAMARA

No tengo ni la menor idea de qué iba la película lo único que sé es que estuve alrededor de dos horas viendo a unos piratas pelearse por no sé qué tesoro mientras que yo lo único que podía hacer era pensar en la conversación que iba a tener después con Mateo.

Tras irme de su casa, Leyre vino corriendo a buscarme y al final me obligó a ir con ella al cine para no quedarme llorando en mi cama. De verdad que le agradecía el esfuerzo que hacía por ayudarme pero no sirvió de mucho.

En cuanto aparecieron los créditos, me levanté la primera de toda la sala, me despedí de ellas y me fui corriendo a la salida.

Mateo ya estaba esperándome en el coche al salir.

Estaba más histérica que nunca, pero respiré hondo un par de veces y me subí con él en la parte trasera tras saludar a Beck con mi mejor sonrisa.

-Hola- susurré, frotándome las manos una vez dentro.

Lo primero que recuerdo es percibir en sus ojos la calidez de siempre y logró calmarme un poco.

-Hola- me devolvió el saludo acompañado de media sonrisa tierna.

Miré nerviosa hacia delante y vi que la ventanilla que siempre estaba subida, ahora estaba bajada y, desde luego, Mateo me leyó el pensamiento.

-Ya... no funciona la ventanilla- se pasó las manos por el pelo, tratando de calmar el temblor de sus dedos- ¿Vamos a...? Bueno, no sé... donde tú quieras... ¿a hablar?

Asentí inmediatamente, apretando los labios y no me lo pensé dos veces.

-Vamos a tu azotea.

Juraría que los ojos de pronto se le iluminaron antes de sonreír para acceder a mi petición.

El trayecto era más bien corto y lo pasamos la mayor parte en silencio salvo para decirle que no me había enterado mucho de la película y él que no había venido con su coche porque no había ido a recogerlo todavía, pero pareció tensarse un poco con ese tema así que preferí no preguntarle nada más.

Una vez en su portal, nos bajamos, nos despedimos de Beck y nos dirigimos a nuestro lugar favorito de la ciudad.

Tenía la esperanza de que si hablábamos ahí todo volvería a ser como antes, como aquella primera vez.

Al llegar vi que el sofá ya estaba colocado y las luces encendidas alrededor.

Cuando nos sentamos, al principio ninguno de los dos se atrevió a decir nada, simplemente nos quedamos ahí, sentados, mirando la inmensa ciudad que quedaba a nuestros pies, sintiéndome infinitamente pequeña en comparación con el mundo.

-Lo siento- dije en un suave susurro.

Ni siquiera le miré, tenía la vista clavada en el horizonte mientras trataba de buscar las palabras adecuadas. Me había pasado las dos horas de la película pensándolas pero, ahora que lo tenía al lado, todo estaba muy borroso en mi mente. Aun así, me había prometido a mí misma que esta vez iba a hablar de verdad, nada de quedarse callada por miedo, nada de agachar la cabeza... nada de mentiras.

-Mateo... yo... tenía que habértelo contado. Tenías toda la razón al enfadarte conmigo por ello, pero te prometo que no lo hice porque no confiara en ti, simplemente era porque no quería involucrarte en eso, no quería que conocieras esa parte de mi vida porque me daba miedo que te hicieras una idea equivocada de mí, y fui tonta al pensar que eso era posible.

Se me quedó mirando durante un buen rato, pensativo. Creo que estaba analizando una a una las palabras pero no estaba enfadado, tan solo se estaba dedicando a escucharme con atención, así que proseguí.

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