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TAMARA

No soy capaz de recordar todos los pensamientos que se amontonaban en mi cabeza. Sentía rabia porque mi madre hubiese caído en sus mentiras. Sentía impotencia por no poder hacer nada para evitarlo. Sentía tristeza porque sabía que si mi padre volvía a casa, mi vida volvería a desmoronarse. Pero sobre todo sentía soledad por no tener a nadie con quien verdaderamente compartir todos esos sentimientos. Todos aquellos que realmente me podían apoyar estaban demasiado lejos como para hacerlo; Leyre, Bea... Mateo. Si que es cierto que en Madrid tenía todavía a Sol y a Oli, ellas eran unas amigas increíbles pero a veces me costaba demasiado abrirme con ellas, no sé muy bien por qué. 

Continué caminando sin rumbo hasta que al fin me cansé y me senté en un banco del parque. Había llovido esa mañana y estaba todo mojado, pero no me importó, en ese momento no me importaba nada.

Cuando logré tranquilizarme un poco sopesé volver a casa, pero no tenía ganas. También pensé en ir a ver a Oli o a Sol, pero tampoco me apeteció. Intenté llamar a mi prima, pero saltó el buzón de voz. Pensé en llamar a Bea, pero entonces tendría que contarle el motivo por el que realmente mi padre se había ido de casa meses atrás y eso era algo que no podía decirle por teléfono. Y como era de esperar, acabé llamándole a él.

No tardó ni cinco segundos en descolgar y en cuanto escuché su voz, grave, profunda pero alegre, al otro lado de la línea, una sensación de calma y paz se extendió por todo mi cuerpo.

Mateo se había convertido en mi refugio, en mi lugar seguro. Él era mi 'persona confort', igual que 'Chaising Cars', y eso me encantaba a la par que me aterraba porque sabía que ya no había vuelta atrás.

-¡Elsa! ¡Qué alegría! Nunca me llamas por teléfono, ya iba siendo hora de cambiar eso. O espera... ¿debería estar preocupado?- su voz sonaba tal y como la recordaba.

No sabía que decir, no sabía ni por qué le había llamado y mientras trataba de buscar las palabras adecuadas, se me escapó un sollozo que, sin duda, escuchó.

-¿Mara?- esta vez su tono perdió la alegría- ¿Qué pasa? Dime, por favor, que estás bien.

-Le ha perdonado... Mi madre... ella...- no fui capaz de seguir.

Escuché un suspiro profundo a través de la línea antes de que volviera a hablar.

-Lo siento, Mara.

Me sorbí la nariz de nuevo, pero intenté sacar las palabras para decir algo.

-Es débil... no ha aguantado ni un año... él... le suplica y ella ya se olvida de todo.

-Está enamorada- hablaba con amargura- la gente enamorada es capaz de perdonar cualquier cosa.

-Me da igual- bufé con demasiada intensidad- no me importa que esté enamorada. No es una excusa para olvidar quererse a uno mismo. No puede refugiarse en eso para perdonarlo todo... si para quererle a él a cambio tiene que dejar de quererse a ella misma, eso no es amor.

-Lo sé, Mara, pero ella en este momento no es capaz de verlo así, está cegada y dejaría pasar cualquier cosa por amor.

-Pero es que no es amor- repetí indignada- No es sano y cuando el amor deja de ser sano, deja de ser amor.

Estaba casi gritando. Estaba desesperada y, sobre todo, muy enfadada, tanto que no me importó que la gente que pasaba cerca se me quedara mirando.

¿Por qué no era capaz de verlo?

-Lo ha pasado tan mal- continué- todos estos meses llorando para nada. Para dejarlo todo atrás por unas simples palabras falsas... conozco a mi padre y seguirá siendo el mismo, con la misma actitud ante la vida, hasta el día de su muerte.

-No sé qué decirte, de verdad que lo siento.

-No tienes que sentir nada, Mateo, el que debería sentirlo es él... de verdad estoy harta, siempre la misma historia. Mi padre opina de una forma y, no sé cómo, logra que mi madre siempre acabe poniéndose de su lado. Y ella sabe que está mal, en el fondo lo sabe, pero no hace nada, simplemente le apoya incondicionalmente. Es totalmente dependiente de él y estoy harta. No puedo... no quiero...- dejé la última frase flotando en el aire. No me veía capaz de decirlo en alto y me quedé muda al instante, fijando mi vista en mis zapatos mojados y manchados de barro y me di cuenta de que, en ese momento, yo me sentía igual que aquellas Converse; sucias, mojadas, manchadas... pidiendo a gritos que alguien llegase y me ayudase a limpiarlas.

-No quieres ¿qué?- me preguntó despacio, se estaba esforzando mucho por entenderme y consolarme.

-Nada, da igual... no es posible así que no importa.

No era capaz de decirlo.

-Sí importa, vamos... ¿Qué no quieres? ¿Seguir viviendo así?

Negué con la cabeza a pesar de que él no podía verme.

No era capaz de decirlo.

-Mara, venga... dilo- insistió.

No era capaz de decirlo.

"Sí que puedes, pero te da miedo hacerlo".

-Yo... es que... no puedo...

-Sí puedes, dímelo... ¿Qué quieres? ¿Huir? ¿Escapar?- hizo una pausa y prosiguió con firmeza- Hazlo. Puedes hacerlo. Puedes hacer lo que quieras, Mara. Puedes ser feliz.

"Dilo".

-No quiero ser como ella...-suspiré con fuerza- no quiero seguir aquí.

Escuche un suspiro de alivio y de pronto me imaginé su sonrisa.

Lo dije y ya no había marcha atrás.

-No quiero seguir pasando por esto, no puedo ver como mi madre arruina su vida de nuevo. No quiero acabar como ella...

Toda mi vida había sido testigo de cómo, por culpa de mi padre, todos los miembros de nuestra familia habían sufrido. Pero también había visto a mi madre ser cobarde y no saber plantarle cara todas y cada una de las veces que debió hacerlo.

Así que ahí estaba yo, sola.

Mi padre me había fallado.

Mi madre había decidido echarlo todo a perder, otra vez.

Mi hermana pequeña se había ido... al igual que hizo en su día la mayor.

Solo quedaba yo.

-Hazlo- susurró.

-No puedo- dije con la voz temblorosa mientras una lágrima me llegaba a la comisura de los labios.

-Si puedes, claro que puedes, Mara, joder. Lo has querido durante mucho tiempo y ahora ha llegado el momento de intentarlo- sonaba muy convencido, realmente él era una de las pocas personas que creía en mí, incluso cuando ni yo misma lo hacía.

-¿Y si sale mal? ¿Y si me voy y no encuentro nada mejor?

Tenía miedo, demasiado.

-Lo habrás intentado al menos. Puedes hacerlo, sé que sí.

Con cada palabra de ánimo de Mateo, me aterraba todavía más... había tantas cosas que podían salir mal, pero creo que me asustaba aún más que saliera bien porque eso significaría que durante muchos años habría podido ser feliz y yo misma habría decidido que no valía la pena intentarlo.

-Mara- siguió ante mi silencio- sino siempre podrás volver.

-No, eso no- sabía que no sería así- Si me voy, no seré capaz de volver. No podría.

-Pues en ese caso siempre podrás venir conmigo, nunca te diría que no.

Sonreí por primera vez en toda la tarde. Él era el único capaz de conseguir eso.

"¿Por qué no? ¿Y si lo intentamos? Yo quiero vivir con Mateo"

Tú te callas, que aquí no tienes opinión.

"Hombre, soy tu conciencia, algo de opinión debería de tener".

Vale. Nos vamos.

"Espera, ¿vale?, ¿has dicho vale?"

Sí, vamos a intentarlo.

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