Hagamos una porno

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 El dinero siempre ha sido un tema delicado. Las personas suelen tratarlo con un extraño respeto y gastan lo justo y necesario por el temor a perderlo. El dinero muchas veces escasea y cuando más se nota es en los momentos de necesidad, o sea, a fin de mes.

Para dos adultos jóvenes de 20 y 23 años este tema es aun más delicado ya que ambos están completamente solos en la gran manzana con la única y ferviente intención de alcanzar la fama y la fortuna.

 El menor de los dos, Frank, va tras su sueño de convertirse en un guitarrista famoso, en honor a su difunto padre que una vez quiso alcanzar el mismo sueño. El mayor, Gerard intenta por todos los medios conseguir una beca para la universidad de Artes Visuales.

 Pero tras meses y meses de intentos fallidos, de trabajos desastrosos y dolores de espalda innecesarios, están al borde de las lágrimas. A punto de lanzarlo todo por la borda, abandonar el pequeño departamento y regresar con la cola entre las piernas al suburbio de donde salieron en Nueva Jersey.

Últimamente los días corren lento, ambos fueron despedidos de sus empleos por llegar tarde o malos tratos a los clientes, ya que independiente de sus necesidades, el orgullo de niños mimados perdura.  Frank se pasa las tardes sobre el sofá de la sala, mirando al televisor viejo o simplemente observando el traicionero paisaje Neoyorquino.

 Frank, traje el almuerzo —la voz de Gerard le saca de su trance y torpemente se pone de pie para abalanzarse sobre la mesita con dos sillas que sirve de comedor.

 A Gerard quien sigue intentando buscar un nuevo trabajo no le molesta para nada sacar dinero de su cuenta en el banco (A la que, de todos modos, no le queda mucho) para sobrevivir a los días. Sigue intentando ayudar a su único amigo a conseguir trabajo, porque sus sueños son grandes y porque sabe que llegará lejos.

 Completamente cansado se deja caer en una de las sillas, deja un periódico a su lado y se apresura a tomar su almuerzo. Frank lo mira con una sonrisa en sus delgados labios y sus ojos brillan.

 Gracias, Gee —dijo cuando el mordisco de hamburguesa bajó por su garganta En cuanto tenga dinero te pagaré todo esto ¿Okay?

 Gerard sonríe y le hace un gesto con la mano, sabe que su amigo no miente pero de igual modo viene escuchando lo mismo desde hace meses.

 Está bien Frank —contestó con una sonrisa, haciendo feliz con esto a su amigo.

 ¿Puedo? —preguntó Frank tomando el periódico una vez terminó su almuerzo. Gerard asiente y el menor se va inmediatamente al panel de empleos.

 Unos minutos después lo lanza molesto sobre la mesa, con un bufido escapándose de sus labios.

 Ya encontrarás algo Gerard le sonríe—. No desesperes.

 Frank bufa una vez más, rodando los ojos. Viene escuchando la misma línea desde hace meses y si bien el problema es suyo y no de su amigo, le molesta lo tranquilo que puede estar en esa patética situación.

 Ah... sí Gerard murmura de pronto—. Pasado mañana es el último día para pagar la renta o... —levanta una de sus manos con el pulgar arriba, apuntando con él hacia la puerta.

 Y ahí está, la gota que rebalsó el jodido vaso.

 Mierda Gerard —dice restregándose el rostro con fuerzas—. Mierda...

 Los ojos del menor se pasean con desesperación por sobre las bolsas de papel de sobre la mesita, en busca de algo. Y pronto sus ojos se detienen cuando se topan con un pequeño anuncio en la esquina del periódico. Está en la sección que jamás se ha detenido a mirar, la parte sexual de aviso clasificados.

talk dirty to me ・ frerardWhere stories live. Discover now