Paid Sex

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— ¿Qué te sirvo, guapo? —el mesero de increíbles ojos verdes irrumpió en la apacible calma del recién llegado. Sobresaltándolo cuando el aludido se dio cuenta de que quien le adulaba, era un hombre.

— ¿Qué tienes? —preguntó de mala gana, haciéndole saber que no estaba ahí para sus juegos.

— Lo que quieras, te doy —sonrió mostrando los dientes, manteniendo el tono de voz seductor. Cambiando de inmediato su gesto sonriente a uno más a la defensiva al notar el gesto de asco del cliente.

— ¿Qué mierda tienes para servirme? No estoy para tus juegos —murmuró entre dientes, haciendo que la piel del joven mesero se erizara al notar tanta violencia en su voz y mirada.

Le sirvió en silencio una copa de Ginebra, para luego cobrar sin hacer más comentarios y esperar a que el... simpático recién llegado, se fuera. Pero eso no sucedió y cuando el avellana iba por la tercera copa, una mueca similar a una sonrisa cruzó su rostro.

— Me llamo Frank —empezó bajo, hipando para luego seguir hablando—. Acabo de pelear con la perra de mi esposa, no sé por qué me casé... todas las mujeres unas zorras —río por lo bajo, terminándose el contenido de su copa y pidiendo otra roda con un gesto de la cabeza—. Tú no eres como esas zorras —comentó en tono seductor, haciendo que Gerard volteara interesado hacia él.

— Soy Gerard —sonrió—. Y sí, las mujeres son unas zorras —le extendió la copa, notando una leve corriente subir por su brazo cuando Frank le tocó la mano.

— Gerard muchacho, te toca —un hombre de unos cincuenta años apareció a las espaldas de Gerard, haciéndole un gesto con la cabeza al aludido. Éste le dedicó una sonrisa a Frank para luego saltar la barra y perderse camino a la pequeña tarima. Los hombres que ahí estaban comenzaron a silbar cuando él paso, chasqueando los dedos y algunos, gritando su nombre.

— Buenas noches chicos —sonrió sentándose en un pequeño banquillo—. Soy Gerard y voy a entretenerlos esta noche —guiñó, quitándose la chaqueta y doblando las mangas de su camisa hacia arriba, moviendo grácilmente las caderas mientras la música comenzaba en el tocadiscos.

— ¿Canta aquí? —Frank aún en su asiento, había seguido a Gerard con la mirada y ahora se dirigía al hombre a que le pagaba sus últimas dos copas de Ginebra.

— Y hace otras cosas también —el hombre le guiñó un ojo, más él no entendió y recibiendo su cambio, se dirigió a tomar un asiento más cerca del pequeño escenario. Notando la mirada casi enfermiza que los hombres ahí le daban al muchacho que le había sorprendido con esas caderas.

Gerard bajó la mirada, notando que Frank estaba a unos pocos metros del pequeño escenario, terminó las últimas estrofas de la canción de Billie Holiday y tomó un sorbo de un licor que a simple vista parecía ser whisky.

— Gracias, gracias —sonrió mientras los últimos aplausos se acallaban—. Ahora quiero interpretar una canción de la hermosísima Peggy Lee, se llama He's a tramp. —le guiñó un ojo a Frank—. Está va para que estás lindas señoritas —levantó la vista hasta el público y un grupo de muchachas con largas faldas y camisas abotonadas rieron febrilmente ante el comentario—. No se conviertan en unas perras al casarse.

Un susurró se masificó rápidamente y luego todos estaban riendo, incluyendo a Frank. Las chicas le lanzaron besos fugaces a Gerard y las primeras notas de la canción de Peggy Lee, comenzaron a sonar.

He's a tramp but i love him...

Comenzó a cantar, haciendo que Frank se sobresaltara en su asiento al notar su timbre de voz. Se escuchaba demasiado diferente a cuando hablaba, casi femenino... se relamió los labios, cruzándose de piernas.

talk dirty to me ・ frerardWhere stories live. Discover now