Bienvenidas

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Me fui corriendo, él se quedó en mi cama llorando desconsoladamente. Yo reprimí el llanto y parecía que la respiración también, mientras agarré el carro, arranqué, conduje y llegué al centro de operaciones especiales. De camino, vi cómo Azul iba poco a poco retornando a la normalidad social. Era como si el tiempo se hubiese detenido, porque hasta el viento volvía a mover los tornasoles, esos árboles gigantes que danzan con el sol, creando un arcoíris de tonos amarillos, naranjas, rojos y grises; llovería, pronto las nubes llorarían como cada vez que había viajes.

Ir a ese lugar me recordaba a Nilo, solían decir que ahí nacimos nosotros, nuestras almas fueron tomadas del mismo laboratorio. De hecho, existe el rumor de que mi madre intervino para que los coordinadores permitieran que las madres de Nilo lo adoptaran, mi mamá lo quería para ella, pero papá la convenció de que ya eran suficientes almas hijos, él prefería dedicarse el resto de su vida a seis, que tener la responsabilidad de más. Entonces, mi madre guardaba la esperanza de que al menos yo me vinculara con él... bueno, tal vez se le diera el milagro, pero no conmigo... a Nilo le atraía uno de mis hermanos, yo lo he notado desde hace unos años, ahora tendrá que esperarlo y esperar a si será correspondido.

Inmediatamente al llegar, soy conducida por dos hombres vestidos de blanco, no me llevan a la fuerza, pero me siento presionada, siento que algo es diferente al trato que le dan a los demás. El techo es transparente, veo naves siendo expulsadas, los viajes han comenzado, me pregunto dónde estarán mis padres y mis hermanos. Caminamos por varios pasillos, hasta llegar a una puerta amarilla, recuerdo que Nilo la mencionó, es El triángulo.

- ¿Dónde está mi hermana? ¿Dónde está Tina? Quiero hablar con ella.

- Ya podrá hacerlo más adelante.

La puerta se abre.

- Entre por favor.

El triángulo era una especie de terminal viajera, había locales con venta de diferentes artículos personales, ropa, dulces, restaurantes y recordatorios. Estos últimos son cartas perfumadas en las que escribimos pensamientos y expresamos nuestros sentimientos hacia las personas que más amamos que se quedan en Azul.

- Podrás escribirlas antes de irte - la voz me sobresaltó.

Levanté la mirada y vi junto a mí a un hombre alto, con el cabello ceñido al cráneo, de piel oscura, ojos brillantes y amplia sonrisa. No podía decidirme entre lo que me inspiraba. Al segundo leí en la camisa una marquilla con el nombre: Dr. Káramo.

Era el profesor de Candy, una persona de confianza que me generaba un poco de tranquilidad, más me molestaba que se inmiscuyera en mis pensamientos.

- No leí tu mente, solo fue una suposición al ver tu mirada tan fija en los recordatorios.

Yo seguía muda.

- ¿Te puedo invitar un café?

Esa pregunta sí me hizo salir del estado de estupefacción.

- ¿Tenemos tiempo para eso? - le pregunté con ironía, considerando la urgencia con la que me habían hecho irme para allá.

Ahora soltó una atractiva risa.

- En El triángulo no existe el tiempo, supongo que su urgencia se debe a querer meterte aquí antes que tu hermana lo impidiera.

En ese momento la vi, a través del vidrio de la puerta por la que había entrado; su rostro expresaba tristeza, dolor, frustración e impotencia, golpeaba la puerta y veía su boca gesticular palabras, más los sonidos eran imperceptibles adentro. Levanté la mano en gesto de despedida, torcí el labio y me dirigí hacia donde me indicó el profesor.

Lloré como nunca lo había hecho, recostado sobre su cama, apretando con dolor las sábanas que antes habíamos apretado de placer

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Lloré como nunca lo había hecho, recostado sobre su cama, apretando con dolor las sábanas que antes habíamos apretado de placer.

Cuando ellos llegaron, mi llanto había cesado, más no la aflicción que me acompañaría cada día en que no viera esos ojos, en que no sintiera su presencia, en que no oliera su perfume.

No quise que me encontraran en su habitación, así que fui al baño, me lavé la cara, me sequé con su toalla, las lágrimas quisieron volver a salir, todas sus pertenencias me recordaban a ella, pero me contuve.

Bajé las escaleras y me topé con Cielo y Tan, quienes al verme se me lanzaron en un abrazo tripartito lleno de alegría, luego subieron a sus habitaciones.

La siguiente en entrar fue Esmeralda. Se quedó congelada cuando me vio, dejó caer las bolsas que traía, de las que salieron rodando: manzanas, limoncillos, toronjas, naranjas, cerecillas, fresas, uvillas y duraznos. Me apresuré a ayudarla a recogerlos, pero levantó una mano, gesto que me detuvo.

- ¿Qué haces tú aquí?

- ¿Esperabas a alguien más? - le respondí impulsivamente con el resentimiento impregnado en la lengua.

Me arrepentí de inmediato al ver entrar a Ben. Agaché la cabeza en señal de respeto. Él me la levantó sonriendo. Observó el anillo de luz violeta en mi dedo anular izquierdo y me abrazó.

- Bienvenido, hijo.

#CienciaFicción #Viajes #Almas

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