Capítulo 2

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Lucas

He estado una hora despierto, en mi cama, dando vueltas y con un dolor de cabeza impresionante debido al fiestón que montó ayer Hugo en su casa. La verdad es que no me acuerdo de mucho, pero sé que no bebimos precisamente zumitos de piña.

Cuando por fin me levanté, fui directo a la cocina para tomarme una pastilla y aliviar así mi dolor de cabeza causado por mi evidente resaca. Al abrir el frigorífico me di cuenta de que mi madre me había dejado una nota justo ahí. En ella me decía que no vendría a comer debido a unos imprevistos del trabajo y que podría pedirme una pizza si me apetecía.

Al principio, me costó acostumbrarme a no ver a mi madre todos los días en la comida, sin embargo, con el tiempo comprendí que sin su trabajo no habría ingresos en esta casa y sin ingresos, nos vamos a la mierda.

Media hora después, cuando la pastilla me empezó a hacer efecto, decidí ducharme. Necesitaba quitarme ese olor a alcohol que desprendía mi cuerpo. De repente, me vinieron imágenes de Hugo y los atontados de mis amigos salpicando ginebra por todos lados con el único fin de empaparnos.

- Imbéciles- dije con una leve sonrisa en mis labios.

Me vestí y salí a la calle para alejarme así de las cuatro paredes de mi habitación.

Mientras caminaba, me iba fijando en los grafitis de las calles. Muchas personas dicen que son molestos o que son horribles. En mi opinión, no saben observarlos como es debido. He de decir que no todos los grafitis son maravillosos, obviamente, pero algunos son simplemente obras de arte. 

Casi sin darme cuenta llegué hasta allí, un pequeño parque donde podía sentirme libre y donde podía observar el grafiti que más me había impresionado en los años que llevaba en esta ciudad. Era una rosa perfectamente dibujada sobre la pared rugosa del parque. Sus detalles tan bien elaborados la llevaban a la perfección, una rosa  mitad viva, mitad seca.

Lo curioso de tal grafiti es la historia que hay detrás, una historia dura pero real: 

Esta historia comenzó en verano de 2019, cuando un chico de tan solo 19 años recibió la noticia más inesperada: tenía cáncer. Una enfermedad que no se fue nunca pese a su constancia con el tratamiento, nunca se rindió. Quería vivir, quería disfrutar, quería ser libre. De repente, toda su ilusión y esperanza se acabó cuando su médico le comunicó lo más temido: la ineficacia de su tratamiento. Al parecer, su mundo se vino abajo, todos esos sueños se acabaron en aquel mismo momento. Se iba a morir y no había cosa que temiera más que la muerte.

Su energía se iba agotando, sin embargo, un día decidió hacer algo que marcara huella, que permaneciese en el tiempo y que representara como se sentía. Y así fue, el ayuntamiento le dio permiso para realizar su grafiti en el parque que él mismo había elegido, el parque en el que me encuentro observando la rosa que representa su historia. Sus pétalos más vivos, más bonitos representan  su cuerpo, un cuerpo que en esos momentos se mantenía en vida. Mientras que los pétalos más secos representan la vitalidad, que poco a poco el tiempo le iba arrebatando.

Y esta, señores y señoras, es la historia de Nino Fernández, un chico que murió con tan solo 20 años y una vida por delante. Un hombre admirable y valiente, mi ídolo.

Es curiosa la historia que puede haber tras unos trazos.

Decidí irme del parque justo cuando se acercaba la hora de comer.

Pasé la tarde en mi casa, esperando la llegada de mi madre.

- Lucas, ya estoy en casa - Dijo nada más entrar.

Se la veía cansada y era normal. Su trabajo de abogada era agotador y la pobre disfrutaba poco de su tiempo libre.

Le pregunté por su día y me dijo lo de siempre, que le había ido bien.

De repente, su móvil empezó a vibrar.

- Son mis compañeros de trabajo, quieren que mañana vayamos de fiesta para celebrar la entrada del verano.

- Deberías ir, necesitas despejarte- dije sabiendo perfectamente que salir le iría bien.

- Bueno, me lo pensaré - dijo tras darme un beso- ¿ Te apetece ver una peli? Ahora que estás de vacaciones tendremos que aprovechar, ¿no?.

- Acepto si tú aceptas salir mañana - dije con una sonrisilla pícara.

- Mira que eres pesado - dijo poniendo los ojos en blanco.

- ¿Eso es un sí?

Tras mucha insistencia, aceptó.

- Que sepas que solo acepto por ver la película- dijo mientras se iba a la cocina para preparar unas palomitas.

Me giré para lanzarle una mirada de decepción fingida.

Estaba muy orgulloso de mi madre. Por un momento había decidido disfrutar y salir de la rutina. Quizás la había "obligado", pero ambos sabíamos que le apetecía ir, lo único es que el agotamiento y la pereza le podía.

Lo que no sabía en ese momento es que mi vida entera iba a cambiar en cuestión de horas.

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