Capítulo 13

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Lucas

Ya había pasado una semana desde que mi madre murió. Una semana y tenía la sensación de que no había pasado ni un minuto. ¿Y por qué? Porque su muerte seguía doliendo igual.

No había ni un maldito segundo en el que no pensara en ella y, honestamente, el ambiente no ayuda nada: Ver a Lola midiendo cada palabra que me dice o la tristeza en los ojos de Liam no ayudaba en absoluto. Hasta esta casa que siempre me había parecido que estaba llena de alegría y colores se había convertido en todo lo contrario, aburrida y gris.

Sé que está mal y que éticamente es más que reprobable pero me he pasado estos últimos días evitándolos, encerrándome en mi habitación con tal de no ver sus caras de tristeza.

Lo peor de todo de todo es que sé que están poniendo de su parte para que todo vaya bien, pero joder, no sé como superar esta mierda si mi única "familia" está así de hundida.

A ver, realmente no eran mi única familia. Tengo abuelos, tíos y primos de parte de mi madre pero nunca los he considerado familia y el por qué es simple: La familia apoya, no daña. No importa si un día tu hija de 22 años, la cual acaba de terminar sus estudios en Derecho con excelentes notas va y te dice que está embarazada, tú debes estar ahí para apoyarla, no para echarle de casa, ¿no?.

Sí, esto es lo que tuvo que vivir mi madre por mí, el rechazo de sus propios padres. Y aún así, fue la mejor madre del mundo y una gran mujer que consiguió todo lo que se propuso.

Y sí, quizás te preguntes por mi padre pero lamento decirte que no sé quien es. Al parecer, fui el fruto de un lío de discoteca entre dos desconocidos, los cuales no se volvieron a ver nunca más. Lo único que sé de él es que era atractivo y portugués. Al principio, me molestó bastante ser fruto de un calentón de discoteca pero con el tiempo aprendí a quitarle importancia, porque ¿acaso importa eso?.

No voy a negarlo, pensar en aquello me estaba poniendo la cabeza como un bombo, así que decidí salir de mi habitación para echarme un poco de agua en la cara, como si la humedad del agua consiguiera evadirme de estas sensaciones.

Al salir del baño, después de echarme medio pantano en mi cara, me entró cierta hambre. Así que hice lo que haría cualquier persona hambrienta: comer.

Bajé a la cocina y una sonrisa apareció en mi rostro al comprobar que estaban mis galletas favoritas. Liam nunca fallaba, siempre las compraba cada vez que se acababan. Un gesto que quizás no le agradezco lo suficiente.

- Anda, si vives en esta casa- dijo una voz masculina por detrás. Sabía quien era y también sabía que lo decía con cierto humor.

Giré mi cabeza hacia Liam, quien me miraba con una gran sonrisa en su cara mientras cruzaba sus musculosos brazos y en ese momento juro que casi se me cae la cara de vergüenza, porque joder, es verdad que parece que no vivo en esta casa porque casi no interactúo con ellos y me siento mal por ello, no voy a negarlo.

- Sí- respondí mientras soltaba una pequeña risa para aparentar amabilidad, aunque no voy a mentir, aquella risa carecía de humor.

Como respuesta, me sonrió y poco después desapareció de mi vista para un minuto después, aparecer con dos brochas y dos lienzos en sus manos.

Solté un pequeño grito de emoción. JODEEEER, IBA A PINTAR CON LIAM.

- Creo que no hace falta que te invite, ¿no?- dijo mientras me guiñaba el ojo.

Esta vez si que me reí de verdad. Juro que lo sentí y, no voy a mentir, esta es la primera vez desde hace ya una semana que realmente me siento bien. ¿Quién lo diría hace tan solo unos minutos?

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