El ambiente estaba cargado. Un silencio denso y castigador se cernía sobre Demian y Will, envolviéndolos en una quietud que solo era rota por el sonido de sus respiraciones entrecortadas. Se miraban fijamente, atrapados en el peso de lo que estaba por decirse. La verdad estaba a punto de salir a la luz, pero el miedo de destruir lo que tenían los mantenía en un precario equilibrio.
¿Podrían soportarlo?
—Will, toma asiento —pidió Demian con voz grave, su mirada fija en el castaño.
—Solo dímelo —replicó Will, impaciente. Su ansiedad era evidente en la manera en que sus dedos se cerraban con fuerza en los papeles que sostenía.
—Solo dímelo —replicó Will, impaciente. Su ansiedad era evidente en la manera en que sus dedos se cerraban con fuerza en los papeles que sostenía.
Demian intentó acercarse y tomar su mano, pero Will la apartó con brusquedad. No quería su cercanía. No ahora.
—Toma asiento, por favor —insistió el pelinegro, con un tono más suave.
Pero Will se mantuvo firme. Su mente exigía respuestas, no consuelo.
—Solo dime qué pasa con mi abuela —su voz tembló levemente—. Dímelo, por favor.
Demian dejó escapar un suspiro pesado. Sus ojos oscuros se encontraron con los de Will, esos ojos verdes que ahora brillaban con una mezcla de desesperación y lágrimas contenidas. Respiró hondo, intentando reunir fuerzas.
—Tu abuela… está en coma.
El impacto de las palabras golpeó a Will como una ola helada. Sus piernas temblaron, y su cuerpo perdió fuerza de golpe. Cayó sobre el sofá sin siquiera ser consciente del movimiento, sus ojos clavados en los papeles como si pudieran darle una respuesta diferente.
Demian se sentó a su lado, con las manos crispadas sobre sus rodillas. Sabía que aquello no era lo único que Will debía saber.
—¿Mi abuela...? —Will apenas murmuró, como si su mente se negara a comprenderlo—. ¿Desde cuándo...?
Demian frunció el ceño.
—¿Qué?
—¿Desde cuándo me lo estás ocultando?
El pelinegro desvió la mirada.
—Hace unos días...
Un escalofrío recorrió a Will. Sus manos temblorosas se aferraron a la camisa de Demian, jalándolo hacia él con brusquedad. Sus frentes se juntaron, y el pelinegro sintió el calor entrecortado de su respiración.
—Will... —susurró Demian, tomándolo de las muñecas con delicadeza.
Pero en cuanto su piel rozó la del castaño, este rompió en llanto.
—¡¿Por qué me lo ocultaste?! —Las lágrimas corrieron libres por sus mejillas—. ¡Ella es lo único que me queda!
—No quería preocuparte...
El silencio cayó sobre ellos como un peso insoportable. Will, con la mirada perdida, aflojó el agarre de su camisa. Demian lo observó con preocupación. Se inclinó hacia él y, con ambas manos, tomó su rostro con suavidad, depositando un beso ligero en sus labios. Un intento desesperado de hacerle sentir que no estaba solo.
Pero cuando se apartó y lo miró, lo único que encontró en sus ojos fue miedo.
—Me voy a casa.
Esas palabras hicieron que el corazón de Demian se detuviera.
—Will...
El castaño se puso de pie con torpeza y se dirigió a la puerta, agarrando su mochila y su abrigo con movimientos rápidos. No podía quedarse ahí. No mientras su abuela lo necesitaba.

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𝐓𝐮 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚ñí𝐚
RomantizmWill quería un trabajo para poder salvar a su abuela, mientras luchaba con sus pesadillas, y Demian estaba cansado de escribir cosas de amor sin aún conocerlo. ¿Y si lo único que necesitarán es la simple compañía del otro?