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—¿Te duele mucho la cabeza, amor? No debiste venir... lamento tanto haberte-

—Nada me hace más feliz que estar aquí contigo y mi gathijo, Liz, no pidas perdón, aparte, yo fui la que quise.—Una castaña con lentes, sudadera y puede que hasta ojeras que se marcaban hasta el suelo, y un suero en mano mientras sostenía la correa del gato.

(Soy jennie en la vida)

—Pero tienes resaca...

—No importa, eso no importa mientras estoy contigo, nada due— Ay, Dios Santo, ¿Por qué me hiciste tan borracha? Juro no volver a tomar... Lalisa rió nerviosa sentándose en una banca en el parque, sentándola con ella.

—Ve cómo estás, no hubieras aceptado, Osita.

—Mira, amor.—Tomó sus manos, y la vio.—Nada me hace más feliz que estar aquí contigo, sacando a pasear a Leo, la resaca no importa mientras estés tú.

Lisa sonrió, y besó su mejilla cuando la mayor tomó el suero, sonrojándola.—Te amo mucho, Jen

—Ayer no dije nada estúpido, ¿Verdad?—Lisa escondió una viendo a su gato correr, y tragó saliva.

Bueno, lo que le había dicho Jennie no le había incomodado, de verdad, y puede que hasta se aseguró de que la mayor tenía cierta tensión que no quería romper, por lo que quería saber qué hacer para aumentarla.

Por lo que sólo la miró fijamente.

—Define estúpido...

—No te avergoncé con nadie, no dije nada de mi, no dije... pues algo tonto.—Lisa rió, negando, acercándose para besarla y hablarle.

—Pues, la verdad es que no, hasta cuando estabas ebria sólo decías mi nombre y me presentabas como 'el amor de mi vida y mami de tu gathijo', así que, no, nada vergonzoso.

—Bueno, por lo menos sólo dije tu nombre, lo único que me faltó anoche fue tatuarme tu nombre en mi pecho.—La menor rió, acercándose sólo para besarla de nuevo y Leo saltó a ellas.

Era algo tierno que el gatito llegaba y las interrumpía cuando se besaban porque se ponía celoso de la atención que recibía Jennie por parte de su dueña, así que la castaña reía mientras se acercaba y lo cargaba, besándolo.

—Eres un hijo muy celoso, déjame besar a tu mami, Leo. Y cuando quiso volver a juntar sus labios, el gato maulló, sacando varias risas de las chicas.
—¡Qué celoso! Tendré que besar a tu mami a escondidas...

—Cuando quieras podemos pasar tiempos a solas tú y yo... —Y la castaña sólo se sonrojó, vio a Leo en su regazo, y vio el suelo.

—Uh... sí, pues, sí, sí...

- ¡no soy una niña! ャ JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora