VIII.

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— ...O al menos eso cree Zeus —apostilló Quirón—. Durante el solsticio de invierno, durante el último consejo de los dioses, Zeus y Poseidón tuvieron una pelea. Las tonterías de siempre, que si Rea te quería más a ti, que si las catástrofes del cielo eran más espectaculares que las del mar, etcétera. Cuando terminó, Zeus reparó en que el rayo maestro había desaparecido, y le echó la culpa a Poseidón.
»Lo único que Zeus no sabía seguro es qué héroe habría usado Poseidón para cometer el divino robo. Ahora Poseidón acaba de reconocerte abiertamente como su hijo. Tú estuviste en Nueva York durante las vacaciones de invierno y podrías haberte colado fácilmente en el Olimpo.
»Maeve, por otro lado, es una hija sorpresa de Hades, que siempre ha estado un poco de lado y odia a sus hermanos. Hades podría haberla mandado a robar el rayo y echarle la culpa a Poseidón. Por tanto, Zeus cree que ha encontrado a sus ladrones.

— ¡Pero yo nunca he estado en el Olimpo! ¡Zeus está loco! —chilló Percy.

Maeve no pudo mantener la calma ni un minuto más.

— ¡No deberían echarnos la culpa a nosotros! ¡Son ellos los que se van acostando con todo lo que se mueve! Claramente el rayo lo ha robado un Dios. ¿Para que quiero yo un rayo? ¿Para que querría nadie un rayo? Es completamente absurdo. Que usen protección y que nos dejen en paz —una tormenta comenzó a estallar, a la vez que un terremoto, y el lago empezó a moverse con histeria.

Grover se movió nervioso.

— Esto, Maeve... ¿Y si mejor te guardas los comentarios ofensivos para otro momento? Los dioses no están contentos... no deberías ofenderles.

— ¡Nadie te ha pedido una opinión, niño-burro! —chilló Maeve. Estaba perdiendo la calma. Todo aquel rollo familiar sumado con la acusación de que ella era una ladrona lebestaba poniendo nerviosa—. ¡Mírame, Zeusín! ¡Yo no he robado tu mierda de rayo! ¡La habrás perdido tú solito viejo verde asalta-cunas! ¿No tienes mil años? Deja de acostarte con veinteañeras y después echarle la culpa a tus hijos y sobrinos de algo que no nos importa, ¡Imbécil de mier...!

Annabeth le tapó la boca a Maeve a medida que la tormenta se volvía más fuerte.

—Cálmate —le susurró al oído—. Sé cómo te sientes, pero no tiene sentido gritarle así de la nada... Podría pulverizarte...

Maeve soltó una risa amarga.

— ¿Con qué? Si ya no tiene rayo. ¡Viejo ver...!

Annabeth volvió a taparle la boca.

—¡Nos vas a matar a todos, maldita sea, cálmate!

Maeve asintió lentamente, pero miró al cielo con desprecio, y le habría sacado el dedo si Percy no le hubiera cogido de la mano al ver sus intenciones.

— ¿Me quieres soltar, Percebe? Todo esto es por tu culpa.

Percy le soltó la mano e hizo una mueca.

—Acabas de decir que era culpa de Zeus.

Maeve rodó los ojos.

—Si... pero sospecho que tuya también. Viejos verdes y percebes, conspirando en mi contra.

Apolo miró a Maeve con ojos de cachorro.

—Los dioses no tenemos edad. Zeus físicamente puede tener veinte. No es un viejo verde... No maldigas a mi padre así.

Maeve suspiró.

—Suena a que intentas justificar tu atracción inapropiada por Annabeth.

Apolo enrojeció de la vergüenza.

—Tengo catorce años física y mentalmente. Ese es el castigo de mi padre, hacerme pasar por la pubertad como humillación, ya que nunca la pasé. No es mi culpa que me atraiga alguien de mi edad...

 iliad──𝐩𝐞𝐫𝐜𝐲 𝐣𝐚𝐜𝐤𝐬𝐨𝐧 𝐚𝐮 (reconstruyendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora