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Busca por su mente algún recuerdo que lo salve. Algo que le diga que aún vale la pena vivir. Alguna mínima señal que le demuestre que no debe saltar.

¿Su madre lloraría por él? Seguro hasta festejaría al enterarse que se había quitado la vida. ¿Su padre? No recuerda nada de él. Los abandonó cuando recién había nacido. Tal vez desde ahí su vida perdió valor. Desde el día que nació.

Nunca debió nacer. Sus padres no querían tenerlo, pero su abuela había obligado a su madre que aún lo tuviera como una lección que ahora él tenía que pagar. ¿Si nadie lo quería por qué valía la pena vivir?

Si nunca hubiera nacido sus padres estarían juntos. Su abuela y su madre aún tendrían una buena comunicación. Todos estarían felices como antes.

Y si nadie, ni él mismo se quería, ¿quién iba a detenerlo de quitarse la vida? Nadie.

Sigilosamente va quitándose sus zapatos como si tuviera el miedo que alguien viera sus intenciones. Se apoya en el borde y cuando está por impulsar su cuerpo hacia adelante, siente como una fuerza lo tira hacia atrás.

Al contrario de lo que pensó el suelo no es tan duro y es porque no está en el suelo, está sobre alguien.

—Perdón —murmura George como si fuera su culpa.

—¿Por qué... por qué ibas a hacerlo? —escucha la voz de un chico cerca de su oído.

El chico lo ayuda a levantarse y puede ver su rostro. Parece que está apunto de llorar aún cuando no es él quien estaba por acabar con su vida

—¿Estás consciente de lo que ibas a hacer?

—Lo siento...

—No me imagino lo que te hubiera pasado si no estaba aquí.

Puede sentir aquel calor cuando el chico lo envuelve en sus brazos. Ya no recuerda la última vez que alguien lo abrazó, pero se siente bien y no quiere que lo suelte. Porque si lo suelta siente que va a caer.

—No lo vuelvas a hacer, por favor. Eres demasiado joven aún.

—Perdón.

—Deja de disculparte, no es tu culpa. Debe haber por lo menos una razón por la que estés aquí, pero por favor no lo hagas. Cualquier cosa que esté pasando tiene su solución y la solución no es quitarse la vida.

Puede sentir la desesperación en la voz del chico. Nunca nadie antes se había preocupado por él y no sabía cómo actuar. ¿Debía darle las gracias o solo asentir con la cabeza? ¿Por qué se preocupaba tanto con él si ni siquiera se conocían?

—Te llevaré a tu casa. Es muy peligroso estar aquí tan tarde.

—No, por favor.

—Tus padres deben estar preocupados.

—No les importo en realidad.

—Eso es imposible. Les debes importar aunque sea un poco.

Quizá lo notó en aquella mirada vacía o en el tono temeroso de su voz, porque luego de eso se mantuvo más callado. Como si se hubiera dado cuenta que no podía hablar de la vida de alguien que ni siquiera conocía.

—¿Quieres ir a mi casa por esta noche?

—No necesito tu ayuda —respondió George.

—¿Dónde piensas pasar la noche?

—No lo sé. Seguro se me ocurrirá algo.

George empezó a ponerse los zapatos de nuevo con la intención de marcharse. No quería seguir teniendo la mirada de pena de aquel chico. Porque claro, lo único que sentía el resto por él, era pena.

—¿Cómo te llamas? Yo, Dream.

—Ese no es un nombre.

—A mí me gusta.

—George.

—George es un lindo nombre.

—Gracias.

—Te invito a mi casa, George.

—¿Por qué harías eso?

—Porque me agradas.

—No me conoces.

—En algún momento debemos conocernos, ¿no?

George se lo pensó.

—¿Por qué intentas ayudarme? No me conoces y no debería importarte que hago con mi vida. El mundo estaría mejor si no estuviera.

—Entonces según tu lógica, si yo te detengo a matarte, también le hago un mal al mundo. Yo creo que deberíamos matarnos los dos juntos.

—Estás loco. No tienes razón para matarte.

—Claro que la tengo. Ya te la dije. Hago un mal al mundo —dijo Dream en un tono dramático.

—No es gracioso.

—No tenía la intención de ser gracioso. Solo quiero que te des cuenta que es tonto matarse solo para hacer feliz al resto. Tienes una vida por delante, George. Y tienes aún muchos momentos felices por vivir.

—No lo creo.

—Yo si lo creo. Si nunca lo intentas, no vas a ganar.

George terminó siendo solo un poco convencido por Dream para ir a su casa. Eso era cien veces mejor que dormir en la calle, pero aún así, se sentía como una molestia.

—Te he traído sábanas limpias, una toalla y mañana puedo irte a comprar un cepillo de dientes. Tengo una pijama, pero creo que te va a quedar un poco grande. Espero que no te importe.

—Gracias. No era necesario que hicieras todo eso.

—Eres mi invitado, George. Claro que tenía que hacerlo. Te voy a preparar algo de comer.

Dream lo dejó en la habitación de invitados y fue a la cocina. Abrió el refrigerador y se dio cuenta que estaba prácticamente vacío. Apenas podía mantenerse él solo, pero podía hacer una pequeña excepción ese día solo por George. Él al menos tenía un lugar donde quedarse, George probablemente no.

Agarró lo que pudo y trató de sacar sus mejores habilidades culinarias.

—Sé que no es la gran cosa, pero son fideos con salchichas. Las salchichas tienen formas de pulpitos.

George se le quedó viendo al plato de comida. Había pasado un tiempo desde que no comía comida casera. Generalmente tenía que pedir la comida.

—¿No vas a comer? —le preguntó Dream viéndolo.

—No me gusta que me miren comer.

—Oh, bueno. Te dejo un rato solo, mientras ordeno un poco las cosas de tu habitación, ¿sí?

George esperó a que Dream se fuera para meter toda la comida de su plato en una bolsa y tirarla a la basura.

—Terminaste rápido —dijo Dream emocionado al ver el plato vacío.

—Sí, estuvo rico. Gracias.

—Me alegro. Puedes ir a dormir si quieres. Debes estar cansado.

—Gracias.

Butterfly [Dreamnotfound]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora