Mi Pequeño Guerrero

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La mansión Morgan era enorme, si no la conocías fácilmente te podrías perder en ella y ser encontrado dos semanas después. Pero más enorme era el bosque que tenía en la parte de atrás.

Rachel James salía por la puerta trasera de la mansión mirando hacia todos lados en busca de su hijo. Sabía que se encontraba en alguna parte del bosque, su lugar favorito cuando quería estar solo, eso ella lo respetaba, pero ya habían pasado varias horas desde que salió y no había entrado a casa ni dado señales de vida.

Eso le preocupaba. Normalmente no se iba por tanto tiempo.

Se adentró al bosque, dando pisadas nada silenciosas y llamando a su hijo para que hiciera presencia de una buena vez.

— ¡Owen! —lo llamaba. Ya se había alejado bastante de la mansión y él seguía sin aparecer, o eso ella creía.

Sentado en una fuerte rama y recostado del tronco del árbol frente a donde se encontraba Rachel, su hijo la observaba sin hacer ruido.

—¡Christopher Owen Morgan James! ¡Más vale que salgas ahora!

Si... ya se estaba comenzando a enojar. Se sabía cuando su madre lo llamaba por su nombre completo, cosa que muy pocas veces pasaba.

—Ya te oí, de hecho, todo el país te escuchó. —Owen bajó del árbol quedando de pie frente a su madre.

El joven de 16 años era la copia física de su padre, más bien en todos los sentidos. Algunos incluso dicen que él causa más miedo de lo que Christopher a su edad.

Ambos eran unas bestias, pero cuando de las mujeres de la casa se trataba, bajaban sus revoluciones... sólo un poco.

— ¿Quieres causarme un infarto? —Rachel puso sus brazos en sus caderas— ¿Por qué no respondes cuando te llamo?

—Me divierte verte enojada.

Bromeó rodando los ojos, pero su semblante era demasiado serio, muy pocas veces se le vio sonreír.

—¿Ah sí? -su madre sonrío - ¿Te gusta hacerme enojar, pequeño guerrero?

Hizo una mueca causando la carcajada de la mujer, quien sabía que su hijo odiaba que lo llamara así desde hace unos años.

—No me llames así, no me gusta. —otra persona se hubiera asustado por la expresión de disgusto que puso, pero no Rachel, ella sólo sonreía al verlo de ese modo.

Al igual que sonreía cuando su marido hacía esas mismas expresiones, y algunas veces su hija las copiaba.

La mujer pasó su mano por la mejilla de su hijo suavemente, haciendo que este cerrara los ojos por un momento. Sólo a ella le permitía hacer esas cosas.

—¿Todo está bien? ¿Qué hacías aquí?

—Milenka. —fue lo único que dijo, su madre entendió de inmediato recordando lo que pasaba en la casa.

Su hija llevaba toda la mañana discutiendo con su padre porque quería ir a cenar y nadie la llevaba. Peleó con Owen, discutió con Rachel, y al final con su padre, que a diferencia de los primeros dos que sólo la ignoraron o le dijeron con suavidad que este día no iban a salir, se puso a discutir con ella como si fueran dos adolescentes insoportables.

—Puedes volver a la casa, no está discutiendo.

—¿Se rindió? —Owen se sorprendió.

—Por supuesto que no. —Rachel rió— Tu padre la llevó a comer como quería.

Nadie sabía porqué Christopher Morgan perdía el tiempo discutiendo y negándose a las cosas que su hija pedía, si al final termina accediendo a todo. Decía que sólo aceptaba para que se callara, pero sabían que no era cierto. Por lo menos no siempre.

—Al fin la casa estará en paz.

Madre e hijo comenzaron a caminar hacia la mansión mientras hablaban de nada en particular, sólo temas al azar. Cuando entraron se miraron, Rachel le habló divertida.

—¿Una cena de dos, pequeño guerrero? —su hijo rodó los ojos pero le siguió el juego.

—Siempre y cuando no cocines tú...

—Muy gracioso. —le dio un pequeño empujón con el hombro —Hazlo tú entonteces, prepara la cena.

—Para eso tenemos sirvienta, yo no pienso cocinar. —intentó irse, pero su madre tomó su brazo.

—Hazlo, ahora.

Y así lo hizo. Owen Morgan, siempre complaciendo a su madre.

Así fue como por unas cuantas horas pasaron tiempo entre madre e hijo, cenando, hablando y viendo una película, lo último sólo lo disfrutabas Rachel, pero el adolescente la acompañaba para que estuviera feliz.

Más tarde en la noche el ministro abría las puertas de su casa con su hija dormida en brazos. ¿Cómo habrá salido esa cena?

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• Algo que siempre e querido ver es como será la relación de Owen y Rachel, y la de Christopher y Milenka cuando los mellizos crezcan. Y viceversa, claro.

Fanfics Morgan James Donde viven las historias. Descúbrelo ahora