16.

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Dos días después.

Isabela.

—Date una ducha, arréglate y bajas a desayunar —sentí a mi abuela despertarme.

—Claro... —respondí sin mirarle, ella salió de mi habitación y me quedé viendo a la puerta fijamente.

Mi abuela no había perdido el tiempo en arreglar las visitas con el padre. Solo pocos días he estado encerrada y el tiempo de verdad parece eterno. No he sabido nada, solo he hablado con mis padres y mi abuela no deja entrar a mis hermanas o primos... Me tienen como un monstruo...

Me levanté para poder hacer todo lo que me ordenaron, pero me detuve frente al espejo notando mi reflejo. Yo misma me desconozco, mis ojos están hinchados por el llanto, el rubor que tanto que caracterizaba había perdido su intensidad de color. Realmente daba asco.

Después de bañarme y arreglarme, salí de mi habitación y bajé las escaleras. Me dirigí a la cocina cuando escuché algunos gritos que provenían de la mesa de afuera.

—¡Basta mamá! ¡No puedes seguir así, es mi hija, no es un monstruo! —escuchaba la voz de mi madre y en seguida la puerta trasera de la cocina se abrió de golpe—. Hija...

—Está bien, comeré aquí... No quiero generar más problemas... —apreté mis labios y casita llenó mi taza de café—. Gracias, casita.

—¿Piensas desobedecer mis órdenes? —entró mi abuela a la cocina y bajé rápidamente mi cabeza—, ¿En serio piensan arruinar el desayuno solo por querer que Isabela esté con nosotros en la mesa?

—En verdad no puedo —murmuró mi madre en susurro—, vayan a comer ustedes en la mesa. Yo desayunaré con mi hija, aquí mismo.

—Traeré los platos —mi padre abandonó la cocina para ir por los platos.

—Como ustedes quieran —gruñó mi abuela volviendo a salir de la cocina.

—No debieron hacerlo, eso solo va a molestarla más de lo que está... —tomé de mi café—, no quiero que se peleen por mi culpa.

—Deja de decir eso, cariño. Las peleas con tu abuela nunca han acabado, llevo peleando con ella desde que Mirabel no recibió don —suspiró y tomó asiento.

—¡Aquí están los platos! —entró mi padre alegre. se acercó dejando los platos con el desayuno—, te traje varios buñuelos, cielo —besó mi cabeza entregándome el plato.

Asentí agradeciendo y miré a la ventana como el ambiente de la mesa realmente era incómodo. Mis hermanas mantenían el mínimo contacto visual con mi abuela, mis primos y tíos solo se miraban entre ellos y se removían en sus asientos incómodos.

Había jodido a la familia.

(...)

—Señora Alma, es un placer verle —dijo el padre saludando a mi abuela—, puede dejarme a Isabela, yo me encargo.

—Confío en usted padre —sonrió mi abuela y sin mirarme ni despedirse salió de la iglesia.

¿Realmente el padre piensa que con versículos, sermones, charlas y rezos dejaré a un lado mis gustos y forma de ser? En verdad quisiera decirle que pierde su tiempo en ello, pero tendré que soportar si esto va a funcionar para quitarme a mi abuela de encima y pueda regresar a mi vida normal. Mentiré para convivir.

Ahora soy la "asistente del padre", ayudo a ordenar libros, papeles, utensilios, participaré en actividades comunitarias y apoyaré en las misas. Estaré metida en este lugar dos veces a la semana durante todo el día hasta que ellos digan que estoy "curada". Realmente es una tortura.

Aquellas Flores [ElsaxIsabela]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora