Capítulo 1

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Me he motivado así q voy a subir dos caps más. Gracias Chernobyl por la motivación. 


- ¡Henry, son las ocho! - Sabrina escucho los conocidos pasos de su hijastro Henry bajando la escalera.

- Sabes que no hace falta que me llames, mamá, ya no tengo diez años – dijo Henry todavía un poco dormido.

- Ojalá tuvieras diez años otra vez, con esa edad era mucho más fácil tratar contigo. Venga, date prisa, tu padre ya nos está esperando en el coche.

Era el primer día de universidad para Henry. Iba a estudiar derecho, como había hecho su padre y su abuelo antes de él, estaba contento. Había entrado en la universidad que quería y estudiaría junto a su mejor amiga, Isabelle. Ellos eran amigos desde que nacieron, eran inseparables, como hermanos.

- Hijo, date prisa. No puedes llegar tarde a tu primer día de universidad - dijo Fred, el padre de Henry.

Fred siempre había sido una gran persona. De esas que cuentas historias a sus hijos antes de irse a dormir. Fred siempre le contaba la misma historia a Henry, la de un país llamado Pradea donde habitaban los Pradyas, las hadas. Los Pradyas eran seres crueles y astutos que engañaban a los humanos con sus hechizos y su magia oscura. Suspiró, las historias sólo eran historias, no eran reales.

Siempre se repetía eso, era como un mantra. A veces se perdía tanto en su mundo que se olvidaba de la realidad. Se encerraba en su mente y dejaba de sentir, oír o ver el mundo real, solo existía su imaginación y todo lo que habitaba en ella.

Resopló y se sentó en el asiento trasero del coche. Estaba muy nervioso, él era un chico inteligente, o al menos eso decían sus padres, aunque él creía que simplemente había tenido suerte en la vida.

Inspiró hondo para relajarse y tocó el anillo que tenía colgado al cuello. El anillo de su madre, de su verdadera madre. Ese anillo era lo único que ella le había dejado antes de marcharse de casa. Era de oro, tenía grabado un dibujo, una ola. Henry no sabía mucho sobre su madre, sólo que ella había dejado a su padre y que había vuelto meses más tarde, con un hijo en el vientre, al principio su padre no había creído que ese niño era suyo, pero finalmente la ayudó porque en el fondo la seguía amando. Su madre se quedó hasta que dio a luz y dos meses después se fue para no volver, nunca. Henry no odiaba a su madre, solamente no entendía porque había abandonado a su hijo, al hijo al que llevó nueve meses en su vientre, al hijo que había añorado a su madre incluso sin haberla conocido nunca, al hijo que había necesitado a su madre en tantas ocasiones que había perdido la cuenta.

Llegaron al campus de la universidad y aparcaron. El lugar estaba lleno de familias que se despedían de sus hijos. Henry se fijó y vio a su amiga Isabelle saludándole desde la acera. Era alta, tenía el pelo castaño claro, cortado por encima de los hombros. Sus ojos marrones eran muy grandes en comparación con su pequeña nariz.

No parecía para nada una estudiante de universidad sino más bien una niña dulce y buena de catorce años. Aunque Henry sabía que no era así, Izzy había pasado por mucho, era una persona fuerte, inteligente y que siempre luchaba por lo que quería.

Henry bajó del coche y fue corriendo a saludar a su mejor amiga.

- ¡Izzyyyy! – gritó –. Cuanto te he echado de menos.

- Sabes que hace dos días que nos vimos, ¿no?

- Eso es muuucho tiempo.

- Idiota.

- Hola Isabelle, querida – Saludaron los padres de Henry que acababan de bajar del coche.

- Hola Señor y Señora Blake.

- Ya te hemos dicho que no nos llames así, hacer que parezcamos viejos – Se quejó la madre de Henry.

- Mamá, siento decírtelo, pero no estás en la flor de la vida tampoco – Intervino Henry.

- Hijo, cállate. Los mayores estamos hablando – respondió Sabina –. Por cierto, Isabelle. ¿Dónde está mi querida Jane? Hay unos chismorreos muy interesantes sobre el vecindario que me gustaría compartir con ella.

- Mi madre no ha podido venir, tenía turno de mañana en el trabajo. Y ya sabes como es su jefe...

- Bueno no importa seguro que la ves pronto. Ahora démonos prisa o llegarán tarde – Apresuró el padre de Henry.

- Si vámonos – dijo Henry mientras recogía las maletas del suelo y se dirigía a las residencias.

El edificio era como una especie de templo griego modernizado. Tenía una preciosa fachada con altas columnas y una gran bóveda en el techo. Encontraron dentro a una señora en el mostrador. Le dieron sus nombres y ella les dio sus llaves de habitación. Henry les dio un abrazo a sus padres. No hubo lágrimas ni sollozos de despedida, vivían a poca distancia, Henry podría estar en menos de una hora en su casa si cogía la línea de metro.

Subió a su habitación y se llevó una pequeña decepción al ver que era compartida. Su compañero era un chico llamado Mike, bajito de pelo negro y ojos azules. Parecía simpático, aunque no era muy hablador. Henry se pasó el resto de la mañana deshaciendo maletas y ordenando sus cosas. A las dos de la tarde se preparó para ir al almuerzo de los de primer curso.

Entró a un baño y se empezó a peinar su pelo rubio, sus ojos azules hacían que el color rubio casi fuera como plateado. Aunque no pensaba que el color de sus ojos tuviera algo que ver, pero era lo que decía su padre.

Se tocó el anillo que llevaba al cuello para tranquilizarse, pero notó algo extraño. Aparte de la ola de siempre había otros grabados en el anillo, era una frase:

- Per haec verba, in lectorem et capta est eius verus domum suam. – era la frase.

Al instante de decir esas palabras Henry se sintió muy mal le empezó a doler la cabeza y a faltarle el aire. En algún momento de la situación se desmalló sobre un piso muy extraño, de cuadros blancos y negros... 

Desde la luz y la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora