—¿Me vas a dejar ir?—No, nos quedaremos aquí, en esta cama todo el bendito día.
—¿Si? — asentí — ¿Haciendo qué?— me preguntó mordiendo su labio sensualmente.
—Te lo puedo mostrar — sonreí tirándola de su mano para tener su cuerpo desnudo pegado al mío.
—Me encantaría — habló junto a mi boca para luego delinear mis labios con su lengua de la manera más sexy que había visto jamás. Sentí sus manos presionar mis pechos y no pude contener un gemido de mi parte.
—Está es la mejor manera de pasar un domingo. Me encanta pasar las horas contigo — mis palabras bastaron para traerla a la realidad. Su rostro se tornó serio y se alejó lentamente. —Camila...
—¿Qué hora es? — se levantó en busca de su celular y se quedó por un par de minutos revisándolo. —Me tengo que ir.
Me quedé sobre la cama sin decir nada, observando como ella se vestía.
Tenía una sensación extraña en mi pecho. Definitivamente no me gustaba la idea de dejarla ir.
—No vemos en el trabajo. — Asentí sin mirarla. Esta situación ya me estaba sobrepasando. —Lauren...
Mantuve mi ojos en un punto del techo procurando no hacer ningún gesto que delatara mi dolor. Ella no dijo nada más y salió de la habitación.
Sentí las lágrimas caer hasta mezclarse con mi cabello.
No debía llorar. Yo acepté involucrarme en esto.
Me levanté y caminé hasta el baño para darme una ducha.
—Ya eres una adulta, Lauren — me hablé viéndome en el espejo. — Actúa como tal y deja de llorar.
[...]
—Buenos días, Lauren.
—Hola, Karen ¿qué tal va todo?
—Muy bien en realidad. El señor Robertson llegó de muy buen humor.
—¿Y ese milagro? — pregunté riendo mientras acomodaba mis cosas en el cubículo.
—Buenos días — Saludó Camila, pero decidí no alzar mi mirada.
—Buen día. — dije con normalidad. — Karen, iré a hacer las copias de estos documentos ¿necesitas algo?
—Oh, eres muy amable, pero no, gracias. — Le ofrecí mi mejor sonrisa y me dirigí hasta el cuarto de las fotocopias.
—¿Estás bien? — Preguntó la morena entrando detrás mío.
—Claro — contesté dándole una mirada fugaz para concentrarme en lo que debía hacer. —¿Cómo está Francis?
Pasaron los segundos y ella no contestó mi pregunta. Retiré las hojas de la máquina y giré mi rostro para verla. Ella me miraba con atención, como si estuviera analizándome.
—¿Estás bien? — volvió a preguntar y sentí el impulso de decir todo lo que pensaba, todo lo que sentía.
No lo hice.
Hice mi mayor esfuerzo por sonreír y asentí.
—Estoy bien.
No dejaba de mirarme de esa manera y ya me estaba poniendo incómoda.
—¿El pequeño Tomas?
—Él está bien. — contestó con su voz algo inestable.
—Me alegro. Espero que Francis también esté bien. Permiso, debo volver a trabajar. —Pasé rápidamente por su lado.

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Relatos CAMREN
FanfictionIré publicando un serie de Breves relatos Carmen. Espero lo disfruten. 😉