Un Hombre Bueno

130 15 217
                                    

-Elora, Ontario.-
-Canadá-
-1811-

Tarde.

Iba tarde, como siempre.

-¡Marius!- exclamó desde la pequeña cocina.-¡Se hace tarde!-

-¡Ya voy!- respondió el niño desde el segundo piso de la casita.

Peggy se apresuró a servirle el desayuno y preparar sus libros para llevarlo a la escuela.

-Tarde.- dijo entre dientes.- Siempre voy tarde. ¡Marius, se enfría el desayuno!-

-Ya estoy aquí.- respondió el niño bajando por el último escalón.-No encuentro mis zapatos.-

Peggy llevó la vista hacia los pies descalzos del niño y suspiró con pesadez.

-Esta bien.- dijo cuando se calmó.-Desayuna, yo los busco.-

El niño sonrió y ella revolvió sus cabellos rizados, causando que Marius soltara una risita.
Subía las escaleras con toda la rapidez que su cuerpo le permitía gracias al corsé y múltiples prendas que llevaba. Ni siquiera las mujeres de clase media-baja, como lo era ella, se salvaban de usar los horribles corsés.

¿La atormentarían toda la vida?

Ella esperaba que no.

Al llegar a la habitación de Marius, no pudo evitar quejarse ante el terrible desorden que había: libros, juguetes, papeles y mantas, todos regados por todas partes.

De alguna forma lo entendía, el niño sólo tenía nueve años y el concepto del orden aún no lo entendía muy bien, con razón no podía encontrar sus zapatos.

Peggy levantó la mano, la cual era iluminada por una brillante luz amarilla, e hizo que todos los objetos en la habitación levitaran, haciendo más fácil su búsqueda.

-La magia no es un atajo para el trabajo duro.- le reprochó Lilith.

Peggy volvió su vista a la Gran Danés que la veía desde la puerta de la habitación. Las personas tenían varios prejuicios hacia los gatos, la mayoría les relacionaban con las brujas y la magia negra, causando la muerte de miles de felinos inocentes a manos de personas ignorantes.

Lo último que Peggy quería era que algo malo le pasara a Lilith, así que la había convencido de mantener la forma de un canino convencional.

Y por supuesto, siendo tan extravagante como lo era Lilith, escogió ser el perro más grande en el que pudo pensar.

-El que dijo eso seguro no tenía que buscar los zapatos de un niño descuidado.- respondió Peggy.

Buscó por toda la habitación, debajo de cama, cajas de juguetes, mesitas y el ropero, sin encontrar los zapatos.

Volvió hacia el piso de abajo y encontró al niño con los zapatos bien puestos y una gran sonrisa en el rostro.

-Ya los encontré.- anunció Marius.- Estaban debajo de la mesa.-

Peggy apretó el puente de su nariz con sus dedos.

"Por supuesto que estaban debajo de la mesa" pensó la castaña.

-Bien, solo apresúrate.- dijo Peggy.- Vamos tarde.-

Marius volteó a ver el reloj sobre la pared e hizo una mueca.
-No vamos tarde.- dijo el niño.- Solo quieres irte ya para ver al Señor McAbee.-

Las mejillas de la castaña se encendieron por la vergüenza ante el comentario del niño.

-¿Y que si es así?- le retó ella, cual niña pequeña.

La Hija De Morgana [Tales Of Arcadia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora