2°Pesadillas y Miedos°

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Solo un hombre como Silco era capaz de apoderar se de un bar, rodeado de sus matones, mientras cargaba a una niñita dormida sobre sus hombros, aquello fue cuestionado solo por un par de hombres que no supieron quedarse callados, y Silco no dudó en mandar los a volar por decir algo sobre la niña, el hombre inspeccionó el lugar en silencio, ya sabía cuál podría ser su lugar de trabajo a partir de ahora, y no le costó mucho hallar la que supuso era la habitación de la niña que dormía en sus brazos, con cuidado dejó a la niña sobre una de las camas de la litera, la de abajo tenía algunos dibujos, así que supuso que era la de la más pequeña, la dejó ahí y subió de nuevo para encargarse de solventar lo que debía, e ir acomodando la que ahora sería su oficina.

Silco estaba dando le algunas órdenes a sus secuaces para arreglar el lugar, cuando escucho algo que lo hizo bajar corriendo a la habitación de la niña, eran gritos desesperados de la pequeña.

-Vi! Vuelve! No me dejes! Lo siento, lo siento, lo siento...

El cuanto el hombre bajo miro asombrado que lo gritos de la niña no venían de ella despierta, Powder estaba llorando y gritando mientras aún tenía los ojos cerrados, removiendo se en la cama.

En cierta medida Silco entendía lo que le pasaba a la pequeña, era un secreto personal, el mismo también había quedado aterrado después de lo que le pasó con Vander, su cuerpo rígido, un llanto que no podía frenar, la sensación de miedo y adrenalina apoderandose de su cuerpo, Silco recordaba bien eso, sin embargo lo que padecía ahora aquella niña, era mucho más fuerte, porque ella era eso aún, solo una niñita rota.

Silco no dudó en acudir a brindar le lo que a él no le dieron, lo que probablemente tampoco hubiera aceptado: ayuda, el hombre sacudió un poco a la niña tratando de despertarla, pero no lograba nada, así que empezó a llamarla cada vez más fuerte hasta que la niña despertó, aterrada y sobresaltada diciendo débilmente.

-Lo siento... Yo solo quería ayudar los... Solo quería ayudar... Lo arruine, los mate

-ya pequeña, olvida lo, eso ya pasó, ya no debes preocuparte por eso, ahora estarás a salvo, mira me, estás aquí, conmigo, solo eso importa

Powder miro a Silco unos minutos, como si algo en el le asustara, pero pronto se había lanzado de nuevo a sus brazos, aquellos que ahora eran su único refugió.

-no quiero dormir aquí... Era nuestra habitación y ahora...

-entiendo, quieres una habitación propia, no?

La niña solo asintió y se volví a abrazar más al hombre, para sorpresa de este mismo, ahora se hallaba acariciando el cabello de la niña, quien empezó a cerrar los ojos, sin embargo los abría de nuevo asustada, cosa que el hombre noto sin problemas.

-tenias una pesadilla?

-si... Sentí... Que ella me golpeaba de nuevo...

La niña se había llevado la mano al rostro, Silco sintió de pronto un fuerte deseo, de acabar con la vida de aquella chica, antes no había sido personal su deseo de matar la, ahora lo era y mucho, no permitiría que alguien que lastimó así a aquella pequeña siguiera con vida, ese oficial iba a servir le dé algo.

-ella nunca volverá a poner te una mano encima pequeña, nunca, de eso me aseguraré yo

-gracias

La niña no notaba la amenaza en el tono de aquel hombre, solo sabía que Silco la iba a proteger y era todo lo que necesitaba en ese momento, Powder acabo durmiendo se en los brazos de Silco, quien no estaba seguro si dejar la de nuevo en la cama, debía ir a atender otras cosas, pero le aterraba dejar la sola y volver a oír la gritando por sus pesadillas.

Al final tuvo que dejar la porque estaban llegando algunos implementos al local, y necesitaba encargarse de que todo quedará bien, les tomó un largo rato, pero el lugar estaba ya lo suficientemente cambiado, le iría agregando más cosas, quizás, pero de momento estaba bien, le asignó las tareas que debía realizar a sus secuaces, y tan pronto se movieron a hacerlas, fue había el cuarto de Powder, la niña se estaba despertando cuando el llegó.

-tienes hambre Powder? Podemos ir a comer lo que quieras

La niña sumamente hambrienta asintió, Silco la tomo de la mano, se la llevó a un puesto de comida en la calle, que ella misma escogió, ella pidió una especie de sopa de babosas y empezó a comerse la tranquila, mientras el hombre comía unas ancas de rana, en cuanto terminaron su comida volvieron tomados de las manos, y a Silco le pareció ver que la niña miro con tristeza a alguien en las calles, antes de aferrarse a el, el hombre enseguida trato de hallar con la mirada la causa de esa reacción, como fuera aquella niña de cabello rosado, no dudaría en matar la ahí mismo, pero no vio a nadie con tal descripción, solo vio a un enano de cabellera blanca corriendo lejos, no le dio importancia y siguió con la pequeña hasta la taberna, tenía cosas de que encargarse, así que subió a su despacho seguido de la niña quien no le soltaba la mano.

Silco se sentó en su improvisado escritorio, aunque su negocio apenas surgía, tenía mucho papeleo del que encargar se, así que el hombre empezó a trabajar, podría ver de reojo que la niña recorría la estancia, luego la noto subiendo se a la mesa y la escucho.

-me darías más hojas? Y... Tengo crayones en mi cuarto, pero...

-pero?

-afuera están esos hombres...

-te dan miedo? No te harán nada niña, de eso me encargo yo, ve por tus colores pequeña Powder, yo te daré las hojas

La niña aunque estaba asustada, con ese aliento por parte de Silco acepto salir de la oficina y bajar hasta su habitación, aunque había bastante gente en el lugar.

Silco no pudo solo dejar la ir sin más, por lo que la estaba mirando desde la puerta, atento a cualquier cosa que pudiera pasar, pero la niña esquivo sin problemas a todos, llego a su habitación, y al cabo de unos minutos subió de nuevo a la oficina, con un maletín en sus manos, ya en la oficina lo abrió y empezó a sacar sus crayones con emoción en cuanto Silco le dio las hojas, aunque al hombre le llamaron más la atención aquellas piezas metálicas que la niña tenía en aquella maleta, tenían caras divertidas, pero se notaba que eran más que simples juguetes.

-que son esas cosas pequeña?

-bombas... Pero ninguna funcionaron. Ya tampoco quiero que lo hagan...

Powder arrojó una lejos con repulsión y rabia, y aquella pequeña bomba estalló en una de las esquinas de la oficina, fue una explosión débil, pero hizo a la niña estallar entre lagrimas y gritos cubriendo se la cabeza y golpeando se, Silco enseguida fue con ella y la trato de calmarla hablandole.

-tranquiña, ya paso, estás bien, yo estoy bien, todo está bien, solo fue un pequeño accidente Powder

-lo siento, lo siento, fue mi culpa... Perdón, perdón, perdón...

-ya no importa, nada de eso importa ya, sabes que si importa, que funcionan, y sabes que más: que eres una niña muy lista y muy creativa, eso si importa, esa pequeña explosión da igual

De algún modo aquella escena acabó con Silco de nuevo en su escritorio redactando, pero esta vez con Powder sobre sus piernas coloreando algo, mientras al lado de ambos aún quedaban rastros de la explosión reciente.

Las aventuras de Silco como padre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora