7*Conversación Padre-Hija*

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Cuando Silco vio que Jinx ya no se comportaba solo como una niñita que le gustaban fastidiar a los vigilantes y empezó a actuar ya más seria en los asuntos del bar, cuando dejó de hacer jugarretas en la parte de afuera mientras él se reunía con los quimobarones, y escuchaba atenta lo que hablan, fue ahí cuando Silco acepto la petición de su hija de unirse a su equipo, sabía lo inteligente que era la menor, sabía lo buena que era con sus granadas y con las armas de fuego, sabía que haría un buen trabajo, así que la mando con Sevika a encargarse de los cobros de la mercancia.

La mujer morena no tenía ninguna queja cuando volvían, y Jinx volvió  sumamente emocionada, emoción que explotaba como una de sus bombas de brillantina apenas Sevika cerro la puerta.

–me hubieras visto! Uno de los tipo dijo: "y que si no me da la gana de pagar les" y yo le hice Pow Pow en la cara, los demás entregaron todo el dinero jajaja

–trata de no matar a todos nuestros clientes, pequeña

–oh no! No parecía un cliente, solo era un tonto que quería verse cool, pero eso solo me queda a mi

Silco se rió de la broma de su hija y seguí escuchando atento como está le relataba como le fue en su misión, con tanta emoción como si fuera la primera que hacía para el, aún recordaba como volvió de aquella misión saltando de alegría abrazando lo, estaba tan eufórica que no había notado el enorme golpe que le habían dado en el brazo, por supuesto Silco quería matar a quien lo hizo, pero de eso se había ocupado la propia Jinx.

En cuanto termino su relato casi sin aire por hablar tanto Silco simplemente le sonrió, la lleno de halagos como siempre hacia con gusto y le acomodo el cabello a su querida hija.

–estuviste muy bien, cada vez lo haces mejor

–un día volveré sin que tengas nada de que quejarte

–no me queje de nada

–oh, entonces ya llego ese día! Jajajaja

El hombre tenía bastante trabajo que hacer, pero no le molestaba para nada hacer lo con Jinx de compañía, sin embargo lo que si empezaba a molestar le al hombre era aquella inyección en su ojo, ya era tiempo de su medicina.

Silco saco la pistola inyectadota que guardaba en su escritorio y la armo, Jinx reconocía el objeto, Silco no ocultaba nada de ella, además pasando tanto tiempo con el en su despacho era inevitable no ver lo cuando pasaba por ese doloroso y al parecer incómodo procedimiento, en cierto modo Jinx admiraba como podía hacer eso cada día sin chistar, y en cierto modo también le dolía ver cuánto batalla con eso, por lo que finalmente la joven acabó quitando le la pistola de las manos, al padre que nunca llamaba como tal solo por los malos recuerdos de ese título.

–deja que te ayude

Aunque a Silco le sorprendió un poco el gesto, no puso ningún pero ni barrera mientras Jinx se sentaba en sus piernas y situaba de forma meticulosa el aparato sobre su ojo infectado, con el mismo tacto Jinx disparo el aparato y la medicina fue inyectada de forma rápida en su ojo, a Jinx le asustó un poco ver lo retorcer se de dolor, pero su fuerte padre enseguida se repuso y se limpio la sustancia sobrante que escogería su ojos, gesto que la hizo calmar un poco su miedo.

–mejor?

–si, gracias Jinx

La menor simplemente le sonreía a su padre antes de dejar la pistola en su lugar sentando se de nuevo sobre el escritorio, el hombre empezó a leer los papeles que tenía pendiente mientras Jinx leía algunos por encima, ya no los adornaba con sus crayones como solía hacer apenas llego, por lo que Silco no tenía problema con que los tomara, si quería rayar algo tenía sus propias hojas, o todo su despacho.

El cenicero era un vivo ejemplo de cuanto le gustaba a Jinx acompañar lo y hacerse notar en su oficina, además de aquella bonita taza de material dudoso que la pequeña le regaló a unos pocos días de empezar a vivir con el, a Silco aquel gesto le había derretido el corazón, tanto que no quiso arriesgarse a romper la taza llenando la de algún líquido caliente, así que solo la tenía como un precioso adorno en su escritorio.

Silco tenía su mente en parte en recuerdo y en parte en los papeles mientras bebía un trago de Brandi, por ello la pregunta tan sorpresiva de Jinx casi lo hace ahogarse.

–oye Silco, de donde vienen los bebés?

El hombre tuvo que toser un par de veces para tratar de recuperarse de aquella sorpresa que casi lo ahoga, había cosas que no tenía intención de explicar le a su pequeñita por lo que fue con mucho cuidado, no quería tener que contar ciertas cuestiones, pero si ella sabía algo tampoco le podría ver la cara, necesitaba saber con qué cartas contaba.

–por que preguntas eso, Jinx?

–bueno, recordé que Vander le dijo una vez a V...     A mi hermana, que los bebés venían de una máquina, pero como dices que él es un mentiroso quizás era mentira

Silco dio un suspiro casi de alivio, por una vez en mucho tiempo le agradecía algo a su antiguo hermano además de el tener a Jinx.

–es verdad niña, los bebés vienen de una máquina, una máquina que saben controlar los chicos, así que cuando algún chico te hablé sobre bebé, huyes de el y me cuentas

–y si se lo dicen a Sevika? Me pareció oír que le decían algo al respecto hace unas noches

–si oyes algo así vete de ahí cielo

–ok

Jinx no le dio mayor importancia a la conversación y solo tomo la daga que Silco tenía en su escritorio y empezó a juguetear con ella mientras tarareaba una melodía que Silco seguía con gusto mientras leía sus papeles.

Las aventuras de Silco como padre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora