V. Señales de vida

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–🥀–

Haniel me miraba atónito, habíamos terminado el cuadro de la piedra en el río y ahora nos encontrábamos en mi casa, en el sótano, sus ojos reflejaban asombro, se había pinchado el dedo pulgar, dejando ver el brote de una pequeña gota de sangre.

–¡Mira, es roja! ¿la tuya también?– me preguntó minutos antes, moví mi cabeza negativamente, decepcionado, yo tampoco sabía qué era tanto querría saber, pero claramente aquello era insignificante, no me producía nada, tal vez lo que buscaba no era eso. Desistí, limpié su dedo y me limité a tomar nuevamente el pincel y retocar la vieja pintura, mi pequeño modelo sólo se sentó frente a mí, chupando su dedo, haciendo desaparecer todo rastro de aquel líquido rojo mientras me animaba y repetía "¡eres el mejor!"

Caminábamos sobre las calles frías en el atardecer, yo en silencio y él silbaba aquella canción, la única que se sabía, nos separamos antes de llegar a la Gran plaza, él corrió hacia alguna calle escondida a su casa, se perdió en la oscuridad, yo por mi parte me quedé en una de las fuentes, recostado, era tarde, el toque de queda había pasado pero no quería volver a casa. El tiempo pasó, afortunadamente ya nadie revisaba las calles, podría incluso dormir ahí y me sentiría sumamente tranquilo, de no ser por el ruido de los árboles sacudiéndose con rudeza y el sentir de una o varias presencias a mi alrededor, estaba cansado y desilusionado, sin un motivo aparente de siquiera volver y colgar mi nuevo cuadro, había algo en mi mente que no me dejaba en paz, también un vacío en mi ser, que me dejaba como a un muerto. Hacía tanto desde que no sabía nada de Cihiel, y por lo tanto lo culpó a él sobre la ausencia de un significado latente en mi vida.

Al día siguiente no vi a Haniel en el puesto de sus padres, tampoco jugando con sus amigos en la explanada, nosotros sólo nos reuníamos una o dos veces a la semana, aún así siempre lo observaba para poder retratarlo de la mejor manera, esta vez solo me quedé dibujando una silueta e imaginando qué quería probar o ver, no quería matar a nadie como Cihiel, solo quería imitar su obra en un lienzo, pero no encontraba la manera, ni siquiera sabía cómo empezar, en qué parte del cuerpo me gustaría saber el color, de qué manera sería arte.

Salí de mis pensamientos al escuchar a dos niñas hablar sobre mi pequeño modelo, ellas decían que estaba herido, corrí hasta la fuente en donde siempre nos veíamos, yo no sabía exactamente en dónde vivía, pero vi a su madre caminando apresurada con bolsas con cosas para curación, la seguí por un callejón oscuro hasta un portón verde oxidado, ella entró, yo esperé por horas, viendo ir y venir a la gente hasta que vi a la mujer volver a salir, entonces tomé una pequeña piedra y la lancé a la ventana pero nadie respondió, así sucedió con las siguientes dos piedras, entonces decidí entrar haciendo esfuerzo con la puerta principal.

En una casa pequeña fue fácil encontrar a mi compañero, acostado en su habitación, con comida en el mueble de junto y las cortinas blancas cerradas, me acerqué, estaba dormido, tenía vendado el brazo derecho, se veía un poco pálido, por alguna razón no sentí lástima, en lugar de eso me senté y tomé su brazo, lentamente y sin mucha fuerza apreté sobre las vendas, no pasó nada, entonces apliqué más fuerza, esta vez hizo un gesto y se movió, de nuevo apreté, la venda blanca se tornó de un ligero rojo, y el niño soltó un quejido, vi su cara, con el ceño fruncido y los labios hacia un lado, luego abrió los ojos, que pronto revelaron confusión, le hice una seña para guardar silencio y quité las vendas de su extremidad, con su otra mano él se tallaba los ojos.

–¿Viniste a verme porque somos amigos verdad?– dijo con una sonrisa, giré los ojos, patético.

Ante mí estaba ahora el brazo desnudo, dejando lucir una gran herida aún abierta, había sangre coagulada y fresca que se resbalaba hasta caer en las sábanas oscuras, encajé mis uñas fuertemente, la sangre brotó más, y Haniel gritó, saltó encogiéndose y se quejó, luego me preguntó porqué lo hice mientras me miraba con esa cara suya, con esa expresión de enojo y dolor, volví a encajar, esta vez tapé su boca, ahogando sus gritos, en lugar de eso vi su expresión; sus ojos dejaban escapar lágrimas y me miraban con súplica, su otra mano intentaba apartarme, vi su sangre correr hasta mancharme el pantalón, entonces tomé su mano y lamí, él me veía con duda, por dentro, mi estómago se retorcía, mi pecho daba piquetes y mi abdomen bajo se revolvía, causando que mis orejas se tornaran rojas y calientes, pero todo se vio arruinado cuando Haniel dejó de quejarse y escuché el portón abrirse.

Nunca antes me sentí como en ese momento, era algo nuevo, no podía dejarlo pasar. –Vine porque estaba preocupado por ti, porque somos amigos, ven conmigo, yo te voy a cuidar. – le dije, pero se negó, apretando su herida.

–Tu familia no puede pagarle al señor Emilio para que te cure, yo sí puedo, ven conmigo y luego vuelves.– lo convencí, pero los pasos de su madre se escuchaban cada vez más cerca, por lo que lo cargué, tomé una almohada, una cobija, lo envolví y lo aventé por la ventana, ojalá se me hubiera ocurrido ponerle la almohada en la cabeza.

Rápidamente también me lancé, me lastimé un poco un tobillo, pero continúe, lo llevé al callejón hasta que la campana del toque de queda sonó, él me repetía que no quería, pero lo llevé a mi bodega, con una calceta larga amarré su herida, le dejé agua y lo encerré, volví a mi habitación, mis manos aún estaban manchadas de su sangre, así que me bañé, y cené con mi familia, agradecía que ahora nadie hablaba en la mesa, estoy seguro de que si alguien me preguntaba cualquier cosa, no podría aguantar la emoción y acabaría por soltar todo.

En el pasado alguna vez mi madre me encargó en el consultorio del Dr. Emilio, por lo que todo el día lo vi trabajar, gracias a eso, logré limpiar la herida de mi modelo, pero eso no era suficiente para que lograra vivir.

–Voy a coserte.– le dije, él puso una cara de miedo y se negó, pero lo tomé a la fuerza y quise introducir la aguja, apenas lo piqué soltó un grito, por supuesto eso me enojó; mis padres estaban cerca, entonces le di un puñetazo en la cara pero comenzó a llorar, entré en desesperación, no lo pensé dos veces y lo pateé en la cabeza, fácilmente se desmayó al ser un niño pequeño, entonces cosí su herida, lo limpié y me deshice de su ropa, dejándolo desnudo, amarrado y con calcetas en su boca. Salí, llevé conmigo todas sus pertenencias excepto la cobija y almohada, y todo lo dejé dentro del bosque, volví lo más pronto posible, había mucho que pintar.

Toda la noche hice trazos de su cuerpo, pero no de su cara, esa la estaba admirando, de alguna manera se veía espectacular, me gustaba demasiado cómo se veía con esos golpes, con la sangre, tan pálido, atado y cansado, me hacía salivar en exceso.

Le llevé la mitad de mi desayuno a Haniel por la mañana, ya estaba despierto cuando entré, de nuevo su mirada suplicante me hizo sonreír, mi día iría bien. Por la tarde, con mi lienzo y pincel en mano me senté frente a mi modelo, que solo estaba llorando, lo senté en el piso, él dobló las piernas cubriendo su intimidad, tenía los brazos amarrados hacia arriba y la cabeza gacha, tomé un cuchillo de cocina y se lo di luego de desamarrar uno de sus brazos, el que no estaba lastimado, le indiqué que quería que hiciera un corte en su pecho, no me obedeció, sólo volteó la cara, me acerqué, empuñé el arma en su mano sobre su piel y apliqué fuerza apenas para encajar la punta del filo.

–Quiero que hagas un corte, que salga sangre, la que sea, incluso puedes elegir la profundidad y la longitud, ¿o es que acaso quieres que lo haga yo?– le dije mirándolo a los ojos.

–¿No somos amigos?, ¿no fuiste tú el que me molestó para que te pintara?, a este paso no volverás a tu casa jamás.– le dije, él negó con la cabeza y tomó el cuchillo, apenas abrió un poco su piel, pero eso era suficiente por ahora.

Pasaron los días, su madre lo buscaba por todos lados, me recordaba a la señora Tina, aún no enloquecía pero me preguntaba quién lo haría primero, ella o él.

GehennaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora