–🥀–No recordaba lo que él me decía, solo quería salir corriendo hacia la siembra y esconderme con los conejos. Negué repetidas veces con la cabeza gacha.
–No pude ser yo, aún si fuera un error, no te conocía, ¿cómo podría...?– mi respuesta se vio interrumpida por una escandalosa risa que me dejó tragando saliva con dolor.
–¿De verdad no me conocías? Sabías mi nombre.– dijo fingiendo sorpresa. –Ah, ya veo, ¡que grosero soy!, déjame presentarme por favor.– dio una reverencia burlona, sonriendo de la misma forma. –Mi nombre es Osiel, de apellido Cihiel, y, soy un pintor.– aún con la reverencia mal hecha, alzó la mirada para verme, alzando una ceja, retador.
De inmediato se incorporó, avanzando hasta mi lugar en dos zancadas, tomándome duramente por el mentón, obligándome a mirarlo.
–Tú eres Caín, de apellido Suriv, y eres la obra.– apenas terminó de hablar, mis extremidades temblaban incontrolables y no paraba de salivar, aunque no entendí con exactitud lo que dijo, sus ojos me aterraron; no eran suaves y calmos como siempre, esta vez parecían incluso temblar dentro de sus órbitas, como si fueran a explotar en cualquier momento.
En un movimiento rápido me tomó de la muñeca derecha y me arrastró hasta el único lienzo usado, de nuevo, aquellos trazos me incomodaron, las imágenes volvían incesantes, incluso creí que se presentaban con tanta fuerza como si quisieran salir y tomar vida propia.
–¿Qué es eso?– preguntó, apretando mi nuca para que no pudiera moverme.
–Una persona– le respondí nervioso, buscando con la mirada algo con qué defenderme, pero no lo había.
–¿Quién es?
–No sé– ajustó aún más su agarre en mi nuca, casi pegándome al lienzo.
–¿Quién. Es?– volvió a preguntar, separando notoriamente las palabras.
–No sé.
De un momento a otro me encontraba en el suelo, sin tiempo de quejarme porque estaba siendo arrastrado del cabello por la casa. Trataba de soltarme, dando patadas, manotazos y encajando como podía las uñas en el piso, sin embargo, nada funcionaba, Osiel era demasiado fuerte.
Pude sobar un poco mi cabeza una vez que me hubo soltado dentro de una habitación muy grande, ahí tampoco había estado antes, era muy oscura y fría, no tenía ventanas, por lo que, solo cuando Osiel encendió las lámparas de aceite frente a nosotros, pude ver una parte de la habitación; no tenía color además de los tonos café de la madera, había una pila de pinturas en el piso y sólo una montada en un lienzo del que tenía vista limitada.
Osiel me llevó hasta un banco de madera y volvió a posicionarme frente a los rojos y gruesos trazos de la nueva pintura, me preguntó quién era, pero no le respondí, así pasó con todas hasta que una me llamó demasiado la atención, dejándome con el corazón palpitando tan lentamente que me sentí desfallecer, mi boca también quedó seca al descifrar entre los trazos a una mujer con el estómago abierto y a un niño pequeño tratando de meterse en él.
Mi mente comenzó a presentarme recuerdos con cada segundo, y conforme avanzaba el tiempo, eran más abstractos y aterradores, todos con todos rojos y negros, hasta que uno se volvió lo bastante claro para dejarme helado.
–Haniel– solté en un delgado hilo de voz. No aparté mi vista del lienzo, pero pude imaginar una sonrisa esbozada en el rostro de mi compañero que, ahora se encontraba desempolvando otra pintura y posicionándola frente a mí.
–Haniel– volví a responder al ver los trazos de un hombre hinchado, suplicante. –No fui yo, fue... Cihiel.
Terminé estampado en la pared nuevamente, con las manos de Osiel sosteniendo con furia mi playera.
–¡¿Cihiel?!– escupió, tirándome al piso, mi cabeza retumbaba y veía muy borroso todo, los movimientos me parecían muy lentos, tenía un fuerte dolor en la garganta que, al mismo tiempo, picaba mis ojos. Sentí una patada en el estómago. –¿Cuándo comenzarás a aceptar tus acciones?– una patada más aterrizó cerca de mi cara, haciendo sangrar mi nariz.
Entre golpes y reclamos, un recuerdo se presentó como un sueño; era esa noche, Haniel lloraba tan fuerte que incluso tosía y se ahogaba de vez en cuando por las caletas que metí dentro de su boca, por otra parte, yo lanzaba un deforme pedazo de carne a un balde que luego acomodé junto a un banco de madera donde me senté, doblando las mangas de mis prendas y después, con ayuda de un palo, aplasté la carne hasta molerla lo máximo posible, encontrándome con una pequeña y apenas formada mano que usé para cachetear a Haniel, que se estaba ahogando, pero él me vio con tanto terror que arruinó mi divertida risa.
Volví a al banco luego de darle un golpe al niño en la espalda para que dejara de toser, y, tomando mi pincel favorito y la sangre del feto del balde como pintura, comencé a hacer trazos, tomando como base la situación a mi alrededor, pero dándole mucho énfasis a mis sentimientos de éxtasis. Todas las pinturas que hice tenían una firma, pero no la mía, en ellas escribí "Cihiel", incluso dejé una hoja doblada, con el mismo nombre escrito, dentro del vientre abierto de la mujer, no sin antes quitar a Haniel, que, gritaba, apenas entendible "mamita, mamita, despiértate y vámonos" mientras se arrastraba hasta ella, intentando meterse en el vientre, tapándose los ojos con la mano sin vida de su progenitora.
Cuando salí de ese lugar, mi hermana me estaba esperando, me interrogó, pero la evadí, y cuando no pude más con ella, la aventé dentro del sótano, olvidando cerrar con candado al estar pendiente de que nada escapara del balde que sostenía con la mano izquierda. Salí camino a la casa de Haniel, en donde yacía su padre recostado, malherido por el mismo accidente que el niño, "¿Amor? ¡¿Encontraste a Hani?!" se intentó levantar al escuchar el ruido de la puerta, sin embargo, la oscuridad no dejaba ver nada más allá del pequeño cuadro de luz reflejado por la ventana y la luz de la luna.
Caminé a pasos rápidos hasta el catre, tomando el balde con las dos manos, ahogando mi risa, para dejar caer el líquido rojo con algunos pedazos de carne sobre la cabeza del hombre, que inmediatamente empezó a respirar muy agitado y fuerte, saqué la pequeña y deforme manita de una de mis bolsas y con ella limpié las lágrimas del señor Sebastián, que estaba pasmado, no se movía ni un poco, hasta que acercó su mano llena de sangre hasta el cuadro de luz, y en ese momento, pensé que soltaría un gran grito por su expresión, pero en lugar de eso, cayó cual bulto sobre el catre.
Después, el recuerdo dio un buen salto, ahora me encontraba llevando a mis padres al río, inertes, y finalmente, estaba huyendo. El recuerdo se acabó, abrí los ojos por un enorme dolor en todo el cuerpo, intenté buscar a Osiel, pero no podía levantar la cabeza; estaba el piso, boca abajo, con las muñecas atadas detrás de mi cuello, mis codos en el piso como sostén y mis piernas pegadas a mis glúteos, atadas a mi cintura, todo en un amarre fuerte. Intenté moverme, pero me era casi imposible, mis codos dolían cada vez que los movía, además de que mis quemaduras aún no sanaban, por lo que, estar desnudo y friccionando constantemente con el suelo no era una buena idea.
Escuché pasos firmes acercándose lentamente hasta poder ver dos botas frente a mí.
–¿Quién lo hizo?– preguntó sin moverse.
–No fui yo.– respondí asqueado, rechazando los recuerdos que llegaban a mi mente como relámpagos. –Matar es malo, no fui yo.– repetí, pero como respuesta, un golpe aterrizó sobre la piel de mi espalda, haciendo un sonido extraño al despegarse, sentí como si fuera un tenedor y yo una pasta. Osiel dejó caer la herramienta junto a sus pies, en donde pude ver que era un palo con púas como los que vi en el hoyo cerca de las siembras.
–¿Matar es malo?, ¿Quién lo dijo?– volvió a sonar su impotente voz, comenzó a caminar por la habitación.
–¿Qué sentiste cuando lo lastimaste?– se acercó, tomándome del cuello y levantándome.
–¿Qué sentiste cuando viste la sangre correr y sus expresiones suplicar?– apenas podía sostenerme, con las rodillas clavadas en el piso, seguía atado.
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Gehenna
Mystery / Thriller"Derrama tu sangre en mi boca, déjame conocer tu sabor". Caín es un adolescente con dotes artísticos, pero sin un rumbo fijo o un estilo característico, esto cambia cuando se obsesiona con las obras de un asesino que habita el pueblo, es de esta man...