II. La bestia inefable

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–🥀–

Han pasado ya dos días desde el incidente, la gente no ha dejado de convocar juntas para buscar una solución, si es que así se le puede llamar, ya que los policías solo tiraron el cuerpo cercenado a un baldío, que sirvió como alimento para los cuervos y cerdos, lo restante lo tiraron al río. Se concluyó que el horario permitido para salir radica desde mediodía hasta las cuatro de la tarde, para evitar que "la bestia" atacara a alguien más, y, aunque pareciera una buena idea, realmente no lo era; eso significaba que ya no podía salir a explorar, pero lo que más me mantenía ocupado incluso en el encierro, más allá de los deberes de la casa era aquél lienzo junto a mi ventana.

Desde que recuerdo, soy muy observador y me gusta dibujar lo que me toca el sentimiento, hasta hace poco sólo pintaba paisajes verdes, las flores de mi repertorio o lo que llamara mi atención al pasar frente a mi ventana, lo más artístico que llegué a hacer fue un rosal que encontré en el bosque, pero ahora, todo arte antes visto por mis ojos, toda textura tocada por mis manos, todo sabor probado por mi lengua y todo canto escuchado por mis oídos dejaron de ser, ahora no conocía más arte que aquél río de sangre por las escaleras, sin remitente ni destinatario que me conducía al camino de una obra explotada de emociones.

Ver ese escenario fue como si mi pecho se abriera y mis costillas se rompieran para liberar algo, me causaba terror y angustia, pero no podía apartar la vista de tan maravillosa imagen, estaba estupefacto, me sentía impotente, pequeño, y al leer el seudónimo del autor me sentí intimidado, yo no conocía a esa bestia, pero comencé a admirarlo y a sentirme atraído a él, como si una cuerda me jalara hacia direcciones sin sentido, Cihiel para mí no era un asesino, era el mejor artista que jamás conocí.

Cuando llegué a casa después del incidente, no podía dejar de ver el techo de mi habitación y pensar ¿cómo sería él?, y aunque lógicamente no logré obtener una respuesta, tomé mis pinceles y comencé a trazar líneas sin un patrón específico, solo era mi muñeca bailando en el lienzo al ritmo de mis sentimientos y el fuerte latido de mi corazón, estaba eufórico, me sentía fascinado con mi obra, porque no solo significaba una fase que desconocía de mi persona, también representaba una nueva emoción, eran mis más puros sentimientos por aquel artista.

Traté de plasmar la imagen permanente en mi cabeza de aquella mujer en partes, pero por alguna razón no podía siquiera empezar un trazo, algo me detenía, tal vez mis incesantes preguntas: ¿acaso esa mujer era Mena?, aunque presté atención a tanto detalle como pude, no recordaba el rostro, incluso creo que de haberlo visto, no sabría la identidad, y eso era lo que más me intrigaba de todo, ¿cómo podría maravillarme tanto algo tan cruel como la privación de la vida? y más importante aún, ¿cómo o con qué derecho pintaría el sufrimiento de Mena cuando yo mismo ayudé a la señora Tina a buscarla?, eran más las razones por las cuales era mejor ignorar lo ocurrido aquél día que los motivos para admirar a una bestia.

Mirando el cielo estrellado por mi ventana, recordé que mi repertorio de flores podría, tal vez, contener una flor parecida o igual a las que había en la Obra, y, en efecto, en una de sus páginas se encontraba un botón de la rosa deshidratada, con una vaga descripción del lugar en donde en ese tiempo la encontré: "Frente al conejo gris, en medio de flores amarillas y árboles gigantes", tal vez era un error buscarlas formalmente en un escrito que hice cuando era un niño, pero eso era lo más cercano que tenía a Cihiel, y por lo tanto, era un tesoro.

Durante el horario permitido de salida aproveché para rodear y explorar todo el pueblo buscando aquella rosa, pero no tuve éxito, el único lugar que faltaba por explorar era el bosque, el único totalmente prohibido.

Por la noche, cuando mi familia se hubo dormido, aproveché para salir de casa secretamente, en las calles algunos vecinos rondaban haciendo guardia, pero no me detuve, conocía mejor el pueblo que ellos, por lo que logré avanzar al bosque, un poco indeciso seguí mi camino, con una lámpara y una mochila recorrí las partes externas, pero lo único que encontré eran hojas secas y ramas, por lo que decidí adentrarme. No pasó mucho cuando comencé a sentir mi corazón latir lento, doloroso, el pecho me dolía y me sentía incómodo.

Tropecé con el hielo en la hierba, y ya en el piso, la fuerza extraordinaria que me ayudaba a seguir caminando se esfumó, dejándome ver lo pequeño que era ante el ambiente en donde me encontraba, pensé: ¿Cihiel era realmente una bestia?, debía irme, buscar una rosa no era esencial, y tampoco valía mi vida. Sentía que algo o alguien me seguía, entonces, reuniendo todo el valor posible, grité:

–Ya sé que estás ahí– obteniendo por respuesta un silencio insoportable, ni siquiera el viento soplaba las hojas de los árboles, a excepción de uno, que de un momento a otro, fue el modelo para todo el bosque, que comenzó a mover incluso sus troncos y a hacer ruidos horribles con el viento que soplaba cual huracán, vi correr animales de todos los tamaños, buscando un refugio, el ambiente hacía pesada mi respiración, miré a todos lados, buscando un camino o una luz que seguir, pero no la había, sentí mi pecho oprimir mi corazón, no podía respirar, tampoco moverme, solo veía las cosas pasar a una velocidad increíble, aún sentía una presencia cerca, ¿este era mi fin?

El viento y los árboles seguían alborotados, pero no tan agresivamente como antes, fue entonces que decidí huir, sentía incluso que el bosque me estaba rechazando, pero mi mente repetía un nombre todo el tiempo, sin dejarme avanzar, aunque no era claro, decidí pararme y mirar a mi alrededor. Entre varios arbustos, en un árbol, logré ver a una persona sentada, ¿Quién...? ¡Tina!, lo había olvidado por completo, nadie desató a la florista después de la fiesta del pueblo debido al terror.

Corrí para ayudarla, pero era demasiado tarde; el cuerpo de la mujer yacía amarrado al tronco de un árbol, estaba muerta, aunque no se le notaba tortura alguna; tenía sangre en la cabeza y el árbol presumía coágulos, había gusanos entrando y saliendo por cada orificio de su cuerpo, también había roedores arrancando cachos de piel, pero lo que más me impresionó fue que había una caja junto a la muñeca tirada que intuí, era la que Arturo le dio dos noches antes, la abrí encontrándome con una imagen asquerosa, los gusanos estaban comiendo lo que seguía pareciendo, a pesar del deterioro, un corazón humano que supuse, era de Mena.

El rostro de Tina expresaba terror, y a partir de eso, no dejé de imaginarme a la florista azotar su cabeza contra el árbol tras recibir dicho "regalo", retorciéndose y gritando desgarradoramente hasta su muerte, recordando a su hija, el brillo de sus ojos, y un abrazo, escuchando su corazón latente, me invadió una tristeza y desesperación sin fin. La señora Tina siempre fue una amable vendedora de flores, que veía por los demás, ella murió sola y con el corazón hecho trizas, nadie la procuró, aún cuando trató de advertirnos de la bestia, me sentí tonto e inservible, una mala persona.

Intenté correr de regreso a casa, pero sentí como si todo se hubiera parado frente a mí, vi el cuerpo de Tina, y encontré los rosales que buscaba, no sabía en dónde estaba y tampoco por dónde volver, escuché que un animal gigante corría de un lado a otro con mucha fuerza, mientras los árboles me gritaban que me fuera, mi respiración se volvió agitada, veía borroso y sentía que mis costillas perforaban mi corazón, caí de rodillas, sin sentir textura alguna, estaba solo, perdido y sin condición de nada, el animal gigante que corría, una bestia, se estaba acercando cada vez más, por la derecha, por la izquierda, y de repente se paró, ya no lo sentía, un pitido de sonido atravesó mis oídos, el ambiente se quedó mudo y sentí miedo emanar incluso del cadáver junto a mí.

–Entraste a la casa del lobo, y ahora no puedes escapar.– escuché una voz fuerte, con una respiración feroz, algo alto y grande, la bestia estaba detrás mío, me había atrapado, logré ver difícilmente cómo me arrastraba de los pies por un camino que él mismo iba creando, entonces sentí como si un puñal me atravesara el pecho, y vi todo negro.

GehennaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora