IV. Un nuevo camino

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–🥀–

Como de costumbre, salí temprano por la mañana, si no fuera por las personas mirándome todo el tiempo, habría olvidado lo que pasó en el bosque. Todos los vecinos, desde sus casas y en la calle me seguían con la mirada, murmurando cosas que no logré escuchar, me sentía incómodo, sin embargo, actuar con miedo ante sus acusaciones sólo lograría cavar mi propia tumba.

El cielo color gris arruinó mis planes de retomar la pintura de paisajes. Todos los días después de la presentación de la obra el clima era frío y a veces llovía, incluso he llegado a pensar que es como si Cihiel controlara todo a su favor. Terminé aceptando ese paisaje sin más y, mientras mi muñeca danzaba, las enormes gotas de agua distorsionaban los trazos al chocar con el papel, otras más caían sobre todo mi cuerpo, presentes para recordarme mi vil existencia.

-Hola- escuché decir a un ser junto a mí, rápidamente me giré para enterarme de que se trataba de un pequeño niño de vestimentas azules, le devolví el saludo y traté de continuar con mi pintura, pero el niño no dejaba de verme.

-¿Tú eres Cihiel?- dijo sin ningún tipo de pena, por supuesto mi respuesta fue negativa, y él ya un poco decepcionado, optó por mirar mi dibujo, sus pupilas claras presumían bailar al ritmo de mis trazos, realmente se mantenía interesado, le pregunté discretamente por qué creía que yo era aquél personaje, a lo simplemente dijo:

-Todos lo dicen y te señalan, ¿por qué no lo serías?- mientras hacía gestos cada que el agua curvaba mi dibujo, dejé el lápiz a un lado y me dejé caer en el pasto, tapé mis oídos, escuchando únicamente el ruido alejado de la lluvia uniéndose al camino del río, el aire frío erizaba mis vellos y pronto comencé a temblar, pero no tenía ganas de irme.

Abrí los ojos al escuchar levemente un silbido armónico, el niño seguía sentado junto a mi, ahora con mi libreta y lápiz en sus manos, de inmediato se lo quité y revisé si había arruinado mis dibujos, pero no fue hasta una hoja en blanco que sus garabatos se dejaron ver.

-Eres tú, te dibujé.-me dijo con una sonrisa y emoción, -Eres como una oruga mientras duermes. -- se rió, tomé mis cosas y me levanté. Caminando de regreso a casa, no logré evitar voltear hacia el bosque, y en pocos minutos ya me encontraba frente a los grandes árboles que, aunque ya no llovía, soplaban sus hojas con furia. Di un paso y miré hacia atrás, el pueblo se veía pálido, me giré y el interior del bosque era oscuro, el terror llegó a mi mente, recordando la noche anterior, pero aún así mi cuerpo no se detenía, mis piernas seguían moviéndose, creando un camino entre las hierbas, mientras mi estómago se retorcía y mis manos sudaban.

Me senté cerca del río que ahora cruzaba el bosque, tomé mi lápiz e intenté dibujar algo, pero el ambiente me estaba rechazando, o tal vez era mi culpa, mi conciencia. Arranqué una flor y salí corriendo, chocando con aquel niño de azul en el pueblo, él me miraba asombrado, en su mano tenía una flor blanca y me la extendió, dijo que quería que la dibujara, la tomé, se veía extraña, levanté mi mano izquierda, la flor que yo arranqué era diferente de alguna manera, era fea y estaba marchita, el niño limpió mi mano con una de sus prendas; no me había percatado de que las espinas habían atravesado mi piel.

A la mañana siguiente, al salir con mi madre, me encontré a aquel niño, ahora vistiendo de negro frente a mi casa, recargado en las tarimas apiladas del señor Arturo, me hizo una señal con la mano derecha, lo entendí como un saludo que le regresé y seguí mi camino, aunque podía sentir su presencia y escuchar sus pasos corriendo y escondiéndose por los árboles, además de una risita, me estaba siguiendo, ya harto de todo eso, cuando llegamos al río y mi madre hubo tomado el agua suficiente decidí enfrentarlo, se encontraba detrás de costales apilados, le pregunté qué quería, porqué me estaba siguiendo.

-Quiero ser tu amigo- me dijo con la cabeza gacha y moviendo incesante su pie izquierdo. No me interesaba tener amigos, y mucho menos si era hijo de la señora Lucía, quien fue la primera en llamarme "bestia salvaje".

Aunque rechacé su propuesta, aún me seguía, todo el día lo vi cerca de mi o rondando por el puesto de mi padre. Los amigos son cosas que no necesito, y menos a un mocoso como él, a menos que...

-Si no quieres ser mi amigo está bien, ¿pero podrías entonces por favor dibujar la rosa que te mostré? O no, mejor dibújame a mí.- me había dicho antes de correr a su casa por el toque de queda, yo asentí, nunca había dibujado a una persona y, más allá de una amistad, esta era una oportunidad para acercarme al arte que ahora mismo tanto admiraba.

En mi habitación, mirando por la ventana a la luna, me imaginé, ¿si fuera otra persona también me vería como una bestia? Envidio a ese satélite, sea como sea su presentación, siempre es hermosa y admirable, nunca he escuchado a nadie decir lo contrario, aunque depende del sol para sobresalir, nadie se lo ha reprochado, es hermosa aún si es mal usada en noviembre, aún si nadie ha visto su lado oscuro, y quien lo ha visto, no la ha dejado sola, la sigue alentando y ayudando a brillar.

En este mundo, ¿hay alguien que siga contigo incluso después de conocer tu oscuridad? Ahora mismo, a pesar de que cometí un error del que ni siquiera me acuerdo, pero del que la gente me acusa, aún hay alguien conmigo, alguien a quien no conozco, que me descubrió y sigue estando ahí, pero, no sé si su manera de apoyar sea la correcta, no sé siquiera si me está ayudando o atormentado, aunque, ¿acaso existe una diferencia? Me ha dejado rosas hoy también, pero no una carta, él me inspiró a seguir pintando y ahora tenía una oportunidad en puerta, no podía desaprovecharlo ni decepcionarlo.

Haniel, que ahora vestía ropas de colores pálidos por mi sugerencia, se encontraba recostado en una piedra grande dentro del río, con el agua pasando sobre casi todo su cuerpo, yo, por mi parte, estaba dando mi máximo para lograr pintar decentemente a una persona, verdaderamente agradezco también a este niño por aparecer frente a mí y detonar lo que sea que necesitaba para acercarme más al arte de Cihiel, al menos, teniendo experiencia con él, lograría plasmar en el lienzo la obra, finalmente sentía que estaba logrando algo.

Mientras mi acompañante compraba dulces para los dos, el bosque nuevamente llamaba mi atención, por alguna razón, sentía que me llamaba pero que al mismo tiempo me advertía, era como si tuviese vida propia, incluso sentí cómo mi cuerpo entero se erizó sin motivo alguno, me preguntaba si Cihiel era más allá de una persona, porque desde que apareció, incluso el pueblo ha cambiado de color, en mis delirios, Haniel me preguntó algo que no entendí, pero él parece que realmente escuchó cuando pregunté:

-¿Sabes de qué color es tu sangre?, he querido plasmar ese tono en el lienzo, pero nunca llego al correcto, ahora que eres mi modelo, ¿no deberías ser tú quien me muestre cómo es?- se quedó atónito, pero dentro de su pequeño margen de lo correcto aceptó, porque claro, éramos amigos.

Se despidió agitando su mano en el aire luego de darme los dulces que compró para mí, avanzando con saltos enormes y cantando una canción:

Nunca vayas solo al bosque, no solo, no solo

porque él te encontrará, es la bestia.

Nunca grites o te coserá los labios, los labios

Mírate al espejo y notarás, son dos rosas.

No salgas o te cortará en pedazos, en pedazos

Cuídate muy bien porque él es Cihiel.

GehennaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora