Capítulo 4.-¿Dragones?

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Yara:

La oscuridad me rodeaba. Hacía frío. Me abracé las rodillas, tiritando. ¿Qué estaba pasando? Una risa cruel resonó en mi cabeza y lanzé un grito de dolor. De pronto, todo se iluminó de un dorado refulgente. Unos ojos de gato se abrieron, como si la oscuridad fuera su negro pelaje y sus párpados cerrados hubieran estado allí todo el tiempo. Esos ojos me miraban. Su pupila estaba dilatada y en ellos podía contemplar mi propio reflejo. Miré embobada, absorviendo la luz que emanaban. De pronto, vi reflejada detrás mía una mano inmensa y esquelética, con las uñas largas y podridas y la piel llena de pústulas. Los ojos desaparecieron y en su lugar apareció una boca llena de dientes blancos. Sin pensarlo dos veces, salté a la boca dientuda, dispuesta a morir con tal de evitar el contacto con esa horrible mano,

De repente todo desapareció. Mi realidad se volvió borrosa. Abrí los párpados lentamente. La cabeza me daba vueltas. Me encontraba rodeada de tonos ocres y verdes. Logré abrir los ojos el todo y descubrí que estaba en un bosque. ¿Cómo había llegado allí? Estaba en la duna con mi familia. Hacía calor. Entonces me fui a dar un paseo. ¿Pero como había llegado al bosque? ¡Ah, es verdad! Bajé la montaña de arena hasta llegar a la aglomeración de árboles. ¿Cuánto tiempo hacía que estaba aquí? Me levanté, apoyándome en la rugosa corteza de un árbol cercano. Dirigó la mirada hacía el cielo. Unas bellas tonalidades rosáceas empezaban a teñir el horizonte. Mierda, mis padres estarían preocupadísimos. Tenía que salir de allí cuanto antes. Avancé a duras penas entre los árboles, rasgándome las plantas de los pies desnudos con las piedras y ramas. Un escalofrío me recorrió la piel, provocando que se me pusieran los pelos de los brazos de punta, como los de un gato enfadado. Empezaba a refrescar, y yo con mi bikini y mis pantalones cortos...Suspiré y me abracé a mi misma, intentando conservar el calor corporal.

No se cuanto andé, pero a mí me pareció una eternidad. De pronto, me fijé en un pequeño destello blanco bajo un árbol. Fruncí el ceño. ¿Qué es eso? Me pregunté. No es demasiado grande. Me acerqué sigilosamente. Parece que se mueve. Es una especie de reptil. Espera, eso son...¿Alas? ¿Un reptil alado? No puede ser verdad. A no ser que... Instintivamente me llevé la mano al colgante del que nunca me separaba. Era una cinta de cuero negro que llevaba enganchado un dragón plateado que me regaló una amiga hace años. Desde siempre me habían fascinado los animales fantásticos, sobre todo hadas y dragones. Pero sé que son eso, simplemente fantasias creadas por la imaginación humana. Por lo tanto eso que estan viendo mis ojos no puede ser un dragón. Eso que está meneando la cola y abriendo una boca repleta de dientes pequeños pero afilados. Eso que está girando el cuello en mi dirección...

Unos ojos dorados de pupilas verticales se abrieron de par en par, y de entre sus pequeñas fauces salió un chillido.

Al encontrarme de frente con esa extraña criatura yo también solté un grito y me caí de culo sobre el frío suelo. Me alejé un par de pasos, arrastrándome como pude. Pero aquel animal (o lo que fuera) no parecía agresivo. Mas bién muerto de miedo. Se había refugiado detrás del árbol y estaba muy quieto, intentando no hacer ruido pero asomando un poco su cabecita para no perderme de vista.

Con mas curiosidad que miedo, me acerqué a él de cuclillas para no parecerle tan alta. Hice el sonido típico para llamar a los animales, silbando con los labios y la parte inferior de la mandíbula. El reptil asomó medio cuerpo. Ya no temblaba. Con reticiencia a abandonar su escondite, sacó una pequeña patita cubierta de escamas. Y después otra, y otras dos mas hasta que nos quedamos frente a frente, estudiándonos mutuamente. Era verdaderamente precioso. Era del mismo tamaño que un perro mediano, cubierto de escamas blancas. Su cabeza triangular estaba coronada por multitud de cuernos pequeños y dos minúsculas orejas ovaladas. Su boca estaba llena de multitud de dientecitos afilados. Su cuello era delgado y tal vez un poco alargado. Tenía unas extrañas portuberancias  Sus cuatro patas me recordaban a la de los cocodrilos, gruesas pero poco útiles para andar  por tierra. Su cola también se asemejaba a la del anterior reptil, solo que por debajo se le notaba un cierto tono grisáceo. Era sencillamente precioso o eso me parecía a mí. Él animal me miraba con los ojos entornados, analizándome tal y como yo había echo con él. Alargé la mano, deseando saber como eran sus escamas al tacto. Al principio dio un respigno, pero luego se dejó acariciar gustosamente. Se acercó a mí, ronroneando. Las comisuras de mis labios se elevaron, formando una sonrisa ancha como una media luna.

-¿Te gustan los mimos, cosa bonita?.-Le pregunté con voz dulce, rascándole debajo de las orejas tal y como hacía con mi gato.

Él dejó de restregarse contra mi mano y enlazó mi mirada con sus ojos ámbar. Después asintió con la cabeza.

-¿Puedes entenderme?.-Pregunté, atónita, atragantándome de la impresión. El animal emitió un sonido extraño, parecido al relincho de un potro, como si la pregunta le ofendiera.

-¿Quién eres?.-Susurré. Me sentía como si estubiera soñando de nuevo. El reptil bajó el cuello y negó con la cabeza.

-¿No lo sabes?.-Pregunté,asombrada. Su cabeza asintió de nuevo.

-Entonces te llamarás...-Siempre se me había dado mal eso de escoger nombres. Miré a mi alrededor, pero no había nada que me inspirara. Alcé la mirada al cielo. Estaba completamente narania, mi color favorito. Me encantan las puestas de sol. Puesta de Sol. Sunset.

-¿Sunset te parece bien?.-Le pregunté. Sabía que era un nombre un poco cursi, pero era hermoso. Casi tan hermoso como el animalito blanco que de nuevo volvía a asentir.

-Bueno Sunset, creo que tengo que irme.-Suspiré.-Pero no puedo dejarte aquí. Mírate, si es que eres un cachorro. ¿Dónde están tus padres?.-

El animal no hizo ningún gesto, simplemente se me quedó mirando inmóvil, quizás trantando de comprender.

-Ójala pudieras hablar chiquitín.-Le dije distraídamente. Me estaba enfrentando a un gran dilema. ¿Me llevaba a Sunset a casa? Si mis padres lo vieran lo llevarían a algún lado o les daría un infarto, directamente. Era imposible que se quedara conmigo...pero no le dejaría allí. Jamás. Me aseguré a mi misma. Ya encontraremos a una manera le prometí a Set, que estaba arañándome las piernas. Sonreí. Era exactamente igual que mi gato cuando quería que le cogiera. Le alcé en brazos y avancé, resollando. Vale exactamente igual que mi gato no. Set le triplica el peso, por lo menos. Como si leyera mis pensamientos el animal soltó un sonido gracioso. ¿Se estaría riendo?

-Pues no tiene gracia.-Le espeté.-¡Se me están cansando los brazos! A este paso no llegaremos  antes de que anochezca.-

De pronto Set saltó de mis brazos y salió corriendo a una velocidad increíble para sus torpes patas.

-¡Hey! ¡Set no te vayas!.-Supliqué angustiada. Pero Set se paró  y me instó con un gesto de la cabeza a que le siguiera. Hice lo que creí que me indicaba. A los pocos minutos estaba resollando, intentando seguirle el ritmo a Set. Solía tener buena resistencia corriendo, pero para seguirle tenia que correr a una velocidad mucho mas alta de la que acostumbraba. Empezaba a notar calambres en los muslos y calor en las pantorrillas.

-Pa...ra por favor.-Jadée, parando y apoyándo la espalda en un cartel para descansar un momento. Un momento ¿Un cartel? Me giré y leí lo que ponía. Solté un grito de alegría. ¡Era el cartel que anunciaba la entrada al bosque! Busqué con la mirada a Set y allí estaba, lamiéndose una pata con aire triunfal. Le sonreí, orgullosa. No sabía como había encontrado el camino pero era realmente inteligente. Andamos a un ritmo mas normal, uno al lado del otro durante un trecho. Finalmente llegamos a la duna. Mierda ¿Y ahora qué? No podía presentarle a mis padres tal cual. De pronto sentí como si una bombilla se iluminara en mi mente. Me agaché y le dije a Set.

-Escucha Set. Vamos a ir con la gente con la que vivo. Ellos no pueden saber que tu estás conmigo así que tienes que esconderte. Vamos a buscarlos y cuando les encontremos o veamos  a otra persona como yo, te escondes rápidamente donde puedas y cuando se despisten te metes en una mochila que lleven o en el coche ¿vale?.- Era consciente de que no era un plan muy brillante pero no tenía mas opciones. Él asintió y andamos juntos sobre la arena todavía ardiente.  La duna estaba totalmente vacía, exceptuando una pareja vestida de colores oscuros que andaba a toda velocidad. Espera ¿Pareja? ¡Eran policías! Uno de ellos me vio, plantada en lo alto de la duna y vino corriendo hacía mí. Set cavó un agujero en la arena en un instante y quedó totalmente cubierto del polvo dorado. Dos segundos después el policía estaba a mi lado. Me asombró que llegara a mi lado sin siquiera la cara roja ni jadeando ni un poquito. Era una mujer de pelo negro enroscado en un moño pequeño y bajo, muy alta y de cuerpo fuerte. Me preguntó algo en francés pero me encogí de hombros. En el instituto daba la asignatura y entendía  a la profesora sin problemas, pero en Francia hablaban tan rápido que era prácticamente imposible entender nada. La mujer dijo mi nombre, aunque con su peculiar acento. Asentí y la mujer sonrió, aliviada. Dio un grito al otro policía que apareció inmediatamente. Hablando entre ellos y con una mano puesta en mi hombro, caminamos duna abajo. Giré la cabeza sutilmente y sonreí al ver que semi enterrado por la arena, Sunset nos seguía.

Alma de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora