Mi corazón no latió igual después de conocerte

64 12 0
                                    


//Hanahaki

Mateo

Las personas suelen hablar del amor a primera vista como un hecho afortunado, y no voy a ser el primero que comenté algo tan obvio como que aquello no existe.

Porque el amor, aquel sentimiento tan grande e imposible de explicar no surgió de improviso.

Sé exactamente lo que pasó cuando mi mirada se cruzó con la suya, la atracción me golpeó, una atracción fuerte y poderosa, porque esa frase cursi del mundo se detuvo en tu mirada, se convirtió en: el mundo se detuvo en un latido, y después de ese latido todo cambio. Las prioridades seguían siendo las mismas, pero el anhelo de su compañía empezó a anidarse y encontrando sitio para crecer dentro de mi corazón.

Cuando te encuentras un alma similar a la tuya, pero increíblemente más noble y más pura, un alma casi perfecta con una mente privilegiada, es imposible no sentirte atraído. Y aunque siempre aseguré que nunca me enamoraría, que jamás pondría en peligro la vida por la efímera esperanza de ser correspondido, y pelee con las sensaciones, las emociones, el vértigo, cuando su sonrisa iluminaba su rostro y hacía brillar sus ojos cafés ya sabía que era imposible dar un paso atrás. Estaba irremediablemente condenado.

Cuando te empeñas en negar lo evidente que en aquella persona están todas aquellas cosas que deseas para ti y es la indicada, que debes saltar el abismo y esperar lo mejor, cuando la envidia empieza a correr por tus venas porque tú no eres el motivo de sus sonrisas y los celos emociones primitivas sacan lo peor de ti convirtiéndote en un huraño y malgeniado ser, como un villano salido de alguna tragedia griega y la enfermedad ya crece en tus pulmones solo quieres alejarte y vivirla en soledad. Porque vivir sin uno solo de aquellos sentimientos, vivir sin la posibilidad de sentir no es una opción.

Y entonces, cuando has decidido dejarlo todo, no esperas que ese deseo se aplaque de inmediato cuando los rastros de los pétalos abandonan sus labios luego de una intensa tos. Entonces ya nada importa, ya no importa quien es el dueño de su corazón, eso pasa a segundo plano. Maldices y no puedes imaginar que en el universo existe un ser tan estúpido para no corresponder el amor de Cuauhtémoc López, porque estás seguro de que no puede existir un amor tan transparente como el que él puede ofrecer.

Entonces el tiempo pasa y la enfermedad progresa, tus pulmones se convierten en invernaderos, el oxígeno tan necesario para el correcto funcionamiento de tus células es arrebatado de ti un poco cada día, tu capacidad de oxigenación se ve notablemente disminuida. La fiebre provoca delirios nocturnos, y es solo la terquedad la que te impulsa a cuidar de aquella persona que amas, aunque te encuentres en la misma situación y el vivir es un anhelo porque no quieres irte antes que él, porque no quieres dejarlo solo.

Intentar convencerlo de permitir que le retiren aquello solo por el estúpido deseo de saberlo con vida, es una odisea, porque sabes que se negará, que igual para ti, para él tampoco es una opción vivir sin la posibilidad de sentir, vivir y olvidar aquel sentimiento para siempre tampoco es una opción.

Estamos simplemente condenados a sufrir el mismo destino hasta que es la misma nobleza de su alma y sus ojos brillantes por la fiebre, junto con aquella frase tan ansiada y poderosa como un hechizo protector, la que logra liberarnos.

En lo que parecen las últimas horas de su hermosa existencia, porque Cuauhtémoc se apaga rápido por la misma fuerza de sus sentimientos que lo consumen, se ahoga entre pétalos y calor, no dudas que ama y que ama intensamente sin puntos medios, sin puertas de escape.

—Lo siento mucho por el tonto que no ha aprendido a amarte.

—Yo lo siento más por el estúpido que no te ama. ¿Quién podría no amarte, Cuauhtémoc? —aquello es una verdadera afrenta, ¡quién podría no amarlo!. Que Cuauhtémoc no te ame puedes entenderlo, que no lo amen a él, jamás.

—Tú... Te amo.

Entonces un nuevo ataque de tos invade su vía respiratoria, los pétalos vuelan por la habitación viciada del olor de aquellos que poco a poco van marchitándose. Has perdido en ese instante la capacidad de respirar y no por la enfermedad que te está asfixiando, tu corazón deja de latir porque no puedes creer que lo y te hayas condenado a sufrir esa lenta agonía por el jodido miedo a saltar.

—Te amo, te amo, te amo

Una nueva energía te llena y su rostro también parece mejorar su tonalidad, los besos que dejas caer por sus manos, en su frente, en sus labios resecos, son como medicinas protectoras que intentan ayudar a retirar de sus pulmones aquella enfermedad que nos está matando, el sonido de sus pulmones logrando llenarse del oxígeno tan necesario lejos del horrible ronquido por el esfuerzo es un milagro. 



"Serendipia" OS (MATEMO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora