Love letters

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Empezó como algo sin importancia, pequeñas notas arrancadas de post-it colocadas estratégicamente en información que necesitaban recordar de libros que se intercambiaban durante sus años de universidad.

Y los post-its poco a poco empezaron a sentirse demasiado impersonales, el "presta atención a este autor, debemos buscar más información sobre este tema, no olvides realizar las diapositivas enfocadas en este punto", se convirtieron paulatinamente en un, "espero que te vaya muy bien en este examen" "no olvides desayunar", "cuídate y deja de gruñir tanto", "suerte", "descansa", lo impersonal pasó a ser algo más personal.

Aunque era imposible ignorar la alegría burbujeante en sus estómagos al recibir una pequeña nota junto con un libro, lo intentaron, juraría que lo hicieron, Mateo más que Temo, un pequeño cuadrado de papel colorido con adhesivo no podía ser la causa de sus sonrisas más sinceras. Empezar a añorar y disfrutar de las siguientes notas fue solo el siguiente paso de algo que no podían ya reprimir.

La primera carta que se intercambiaron ni siquiera fue una como tal, una hoja de la agenda de Temo, recortada por la mitad, porque el post-it era demasiado pequeño para decirle todo lo que quería decirle. Seis largas líneas en las cuales su estómago se convirtió en un pequeño nido de víboras por el nerviosismo de saber si era solo él al que le sucedían cosas cuando estaban juntos. La nota carta no llegó a las manos de Mateo, al no contar con el adhesivo posiblemente voló por el campus cuando guardaba los libros.

Con el pasar de los días y al no obtener respuesta la efervescente impulsividad de Temo poco a poco se fue calmando, quizás no fue el momento oportuno, sus pensamientos maduraron, pero aun así necesitaba saber que pasó. Con pequeñas letritas al final de un post-it apuntó un tímido; "¿leíste mi nota anterior?". Esto llamó lo suficiente la atención de Mateo para utilizar medios más convencionales como WhatsApp y preguntar "¿a qué te refieres, Cuauhtémoc?".

Aquello dio paso a otro tipo de comunicación, mensajes instantáneos durante el día, ser felices de saber del otro, y cuando la conversación tomaba un tinte mucho más personal, sabían que alguna pregunta que en ese momento no tenía respuesta estaría luego en un post-it, estos se convirtieron en pequeñas notas en las cuales eran libres de expresar sus pensamientos, sentimientos y sueños, compartir retazos del pasado y anhelos del futuro.

Y aunque posiblemente para ese punto ya estaban perdidamente enamorados del otro, ninguno quiso dar el paso siguiente cuando el periodo de negación pasó, Mateo práctico como siempre quería esperar terminar la carrera, al mismo tiempo sentía el inmenso miedo de perder eso que tenía con Temo y que jamás había sentido por nadie más arriesgándose a pedirle un poco más.

Poco a poco el tiempo fue pasando, la tensión era a veces insostenible, pero solo el miedo más profundo de perder al otro al apresurarse, reprimía esas ganas tan intensas de gritarle lo que sentía.

Y ahora estaban allí en un restaurante caro, disfrutando de una selecta cena italiana, era una cena de despedida, Mateo viajaría a Canadá para continuar sus estudios gracias a una beca obtenida por sus brillantes resultados universitarios.

El nerviosismo los acompañó desde el momento que tomaron asiento, les tomó mucho calmar sus estómagos para disfrutar de la cena.

Temo guardaba una carta en el bolsillo de su chaqueta, carta que sentía quemar cuando sus dedos la rozaban. Muchos pensamientos se agolpaban, había meditado lo suficiente en la idea antes de lanzarse a intentar realizarla, al menos quería creer que sí. Puntos a favor, en contra, beneficios a futuro. Alejado de sus sentimientos podía decir con neutralidad que era una excelente opción.

—¿Por qué estás tan callado, Cuauhtémoc? —estaba tan acostumbrado a su parloteo que era muy notorio el silencio —, la panna cotta está deliciosa.

—Si muy deliciosa —Temo tomó la cucharita para darle otra pequeña probada al postre, aunque sus pensamientos no estaban allí.

—Hay algo que necesito decirte, lo he pensado demasiado, si no lo hago hoy quizás no exista un después —Mateo deslizó por la mesa un sobre blanco. Cuando intentó tomarlo sus dedos se rozaron.

Cuando Temo sostuvo la carta entre sus manos sonrió por la similitud que tenía con la suya aún guardada en su chaqueta.

—¿Puedo leerla?

Mateo asintió con cabeza quería disimular el nerviosismo, intentando de todas las formas mostrar una fachada perfecta.

Pero Temo sabía ya leerlo, la vena de su cuello había brincado de la piel, el entrecejo estaba levemente fruncido y los dedos de sus manos entrelazadas se movían con lentitud. Era algo importante.

Con cuidado hizo saltar el sello, saco la carta y la desdobló, las prolijas letras de Mateo lo saludaron desde el papel. Se veía tan impecable como cada uno de los trabajos que solía presentar. Tardó un minuto en fijar la atención en el contenido de la misma.

Su sonrisa se fue ensanchando conforme las letras iban formando palabras y estás entregándole un mensaje, contrario a lo estructurado de sus ensayos, la carta tenía unas cuantas contradicciones, sabía lo difícil que debió ser para él abrir su corazón de esa manera. Parecía que a pesar de haber puesto sobre la mesa cada situación posible e imposible, casi al punto de volverlo un asunto de estado que debía ser tratado con máxima minuciosidad no encontró un resultado satisfactorio.

"Soy consciente que no puedo pedirte que esperes dos años por mí, no soy tan egoísta como para pensar que no puedas encontrar alguien tan increíble como tú en ese tiempo. Tampoco puedo pedirte que mantengamos una relación a distancia, cuando esta es una las principales causas de fracaso, y si algo no quiero contigo es fracasar, tampoco soy tan tonto como para pensar que el amor lo supera todo.

Solo quiero pedirte que continuemos manteniendo el contacto, no quiero ser desechado al fondo de tu mente como un compañero más de universidad, espero o deseo que si al final de estos dos años aún existen estos sentimientos podamos explorarlos con toda libertad".

—¿Si te digo que no serán necesario esos dos años? —contestó Temo con una sonrisa brillante, la inseguridad que sentía antes desapareció, sacó su propia carta entregándola sobre la mesa. Mateo levantó una ceja, pero la tomó de inmediato.

Casi bebió su contenido, incluso obvió la mancha de café en una de las esquinas, la pequeña mancha de tinta donde el bolígrafo parecía haber saltado. Sus sentimientos por él se leían tan profundos y hermosos. Entendía lo que quería decirle, no era su impulsividad lo que lo motivó a seguirlo, había beneficios comprobados de continuar el programa de estudios en Waterloo, quería hacerle saber que meditó a profundidad las opciones y quería hacer eso.

—¿Entonces vienes conmigo?

—Has entendido mal Symanski, yo voy a estudiar, el que tú estés justo allí es solo un beneficio secundario.

No pudo colocar una sonrisa engreída en su rostro porque Mateo saltó casi la distancia que los separaba, la pequeña mesa para dos personas y tomándolo de la nuca con ambas manos sin importarle el lugar plantó un beso demandante y necesitado al mismo tiempo en su boca haciéndole saber lo feliz que se encontraba. 

"Serendipia" OS (MATEMO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora